En días recientes la muerte de cinco personas en una playa mayabequense hizo reaparecer nuevamente al rayo en los corazones de muchos cubanos. Detrás de esa tristeza quedan las verdades para aprender. En el nuevo escenario del cambio climático, un pequeño país isleño está obligado a hacerse de una fuerte cultura meteorológica. Así que no hay tiempo que perder
Mi abuela nonagenaria suele a veces hacer cuentos de su pueblo de campo. Cuando se pone a nombrar a gente con sombreros, apodos coloridos y mucho sudor echado en su tierra, aparto lo que estoy haciendo y me siento a disfrutar de sus personajes.
Pero al llegar la hora de contar cómo han muerto muchos de sus amigos campesinos, más de una vez se ha tratado de la muerte fulgurosa por un rayo que cae inesperado en algún camino llano.
Estoy segura de que los lectores también podrán recordar alguna historia de campo sobre rayos mortíferos, o sobre algún abuelo que mandaba a todos a subir los pies sobre una silla apenas escuchaba el primer trueno.
En días recientes la muerte de cinco personas en una playa mayabequense hizo reaparecer nuevamente al rayo en los corazones de muchos cubanos.
Detrás de esa tristeza quedan las verdades para aprender. En el nuevo escenario del cambio climático, un pequeño país isleño está obligado a hacerse de una fuerte cultura meteorológica. Así que no hay tiempo que perder.
Manuel Antonio Iturralde Vinent, presidente de la Sociedad Cubana de Geología, en declaraciones a este diario, ha dicho que Cuba es uno de los países más afectados del mundo por el efecto de los rayos, debido a la gran actividad eléctrica que caracteriza las tormentas en la temporada estival.
Esas descargas eléctricas, explicó el eminente científico, están asociadas a las tormentas locales severas y los meses de más incidencia son los de verano —julio a septiembre—, asociados a procesos convectivos que se producen por el gran calentamiento del aire, en contacto con la superficie terrestre.
Según el mapa de fulguraciones, confeccionado en 2016, la mayor cantidad de descargas eléctricas se concentra en el norte de Pinar del Río, el interior de La Habana, Artemisa y Mayabeque, y en el oeste de Matanzas, y tienen lugar de manera más acentuada durante el período lluvioso.
Estadísticas del Instituto de Geofísica y Astronomía refieren que cada año fallecen 65 cubanos producto del impacto de los rayos, y entre 1979 y 2013 fueron 1 682 las personas que perdieron la vida por esta causa.
No en vano se le considera la primera causa de muerte en el país por fenómenos naturales. Estos datos nos revelan que una cultura de las tormentas es esencial para los cubanos.
Una tormenta eléctrica es «una tormenta local producida por una nube cumulonimbus (nube muy alta) y que está acompañada por relámpagos y truenos», según la definición del glosario de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
Presentan lluvias intensas y abundantes, con truenos fuertes de corta duración, después de los cuales se vislumbran los rayos o relámpagos.
Si bien generalmente estas tormentas aparecen acompañadas por fuertes vientos y lluvias, para que haya rayos no son necesarias precipitaciones.
Pero, ¿por qué se forman tantas tormentas eléctricas en el territorio cubano en etapa estival? Pues tiene que ver con las condiciones atmosféricas ideales para el surgimiento de estos fenómenos.
El sitio web Meteorología en red ha publicado una explicación detallada de este proceso. En el surgimiento de una tormenta eléctrica es necesario un factor muy presente en Cuba: la humedad.
Si a ella se suma un aire que sea ascendente e inestable hay mucha probabilidad de presenciar este fenómeno. El aire caliente, lleno de vapor de agua y ascendente contrasta con el aire más frío que lo rodea.
Conforme asciende, el calor que tiene se transfiere desde la superficie de la tierra hasta los niveles más altos de la atmósfera. El vapor de agua se enfría, condensa y es cuando se empiezan a formar las nubes propias de estas tormentas, las llamadas cumulonimbus.
La parte superior de esa nube está más fría que la inferior, pues son nubes con forma vertical, muy altas. El vapor de agua de la parte superior se convierte en trozos de hielo que crecen continuamente.
El calor dentro de la nube comienza a aumentar y se crea aún más vapor. A su vez, el viento frío sopla desde la parte superior de la nube.
En consecuencia con esta inestabilidad de temperaturas dentro de las cumulonimbus, los trozos de hielo del interior de la nube son arrastrados hacia arriba y hacia abajo por el viento. El choque entre los trozos es lo que produce las chispas que saltan y crean regiones con gran carga eléctrica, explica el sitio mencionado. Estas chispas, cada vez más intensas, son lo que vemos aparecer como relámpagos o rayos.
Los rayos son esas cortas descargas de electricidad que tienen lugar en el interior de la nube, entre nube y nube o desde una nube hasta un punto del suelo. Para que tenga lugar un rayo que tope con el suelo, debe ser un lugar elevado y que exista un elemento que resalte sobre los demás.
Los rayos pueden propagarse a unos 15 000 kilómetros por hora y medir de largo cerca un kilómetro. Se han podido registrar en tormentas muy grandes hasta rayos de cinco kilómetros de longitud.
El trueno, por su parte, es la explosión que provoca la descarga eléctrica que es capaz de retumbar durante mucho tiempo a causa de los ecos que se forman entre las nubes, el suelo y las montañas. Mientras más grandes y densas sean las nubes, mayor es el eco que se produce entre ellas, explica Meteorología en red.
Debido a la rapidez con que el rayo se propaga lo vemos antes de escuchar el sonido del trueno, pero ambos ocurren simultáneamente.
Precisamente la velocidad de los rayos es su rasgo más peligroso. Lo repentino de este tipo de descargas hace que sean sorpresivos para sus víctimas. La mentalidad de que «es difícil que me toque a mí» debe ser desterrada para dar lugar a una rutina de protección que se vuelva automática cada vez que un fenómeno de esta naturaleza haga aparición.
La ciencia hace su parte al informarnos, pero el resto queda, como siempre, a la responsabilidad personal.
La Cruz Roja Internacional aconseja varias medidas de seguridad para protegerse de estas tormentas.
Mantente informado sobre la probabilidad de tormenta eléctrica, un indicador que siempre se anuncia en los partes habituales, y programa tus actividades al aire libre solo cuando no haya probabilidad. No es necesario que llueva para que haya peligro, muchas personas impactadas por rayos estaban al aire libre cuando no llovía.
Si ya te ha sorprendido una tormenta eléctrica, busca refugio en un edificio sólido cercano. Siempre que escuches truenos estás al alcance de los rayos.
Permanece en el espacio de refugio al menos hasta 30 minutos luego del último trueno que escuches.
No utilices equipos eléctricos ni teléfonos, solo los que empleen baterías o pilas, no conexiones alámbricas.
Las ventanas y puertas deben estar cerradas durante la tormenta, y debes mantenerte lejos de ellas. También debes alejarte de tuberías de agua, paredes, barandas y otras estructuras metálicas.
Si estás en un terreno descampado cuando te sorprende la tormenta debes evitar terrenos altos, árboles altos y aislados, agua, y estructuras metálicas de todo tipo, como las cercas.
Si la tormenta, en cambio, te sorprende en un vehículo, debes estacionar fuera del camino, cerrar todas las ventanas y evitar tocar superficies metálicas.
Si alguien cercano sufre una descarga eléctrica, debes saber que el cuerpo no retiene esa electricidad, así que es seguro acercarse y brindarle auxilio.