Dos malas noticias y otra buena en el mundo de las ciencias naturales. ¿A cuál escuchar?
¿QUIÉN no ha vivido ese momento en que hay que poner cara para pedirle a un amigo una recarga de salvación? ¿Quién no ha escogido entre hacerse ese arreglo de pelo que se debe hace rato o comprar su nueva balita del gas? ¿Quién no ha sufrido que el paquete de megas se le acabe demasiado rápido porque dejó activados los datos móviles?
Es la misma vieja verdad: lo mejor es tener los recursos necesarios durante el tiempo necesario. Y si eso no sucede, definitivamente se genera mucho estrés.
Para el planeta el día de las cuentas gordas ha sido este 29 de julio. El día del sobregiro le llaman en muchos países. En general, se trata de la fecha en que se llega al límite de los recursos naturales disponibles para un año en la Tierra. Y para no andarnos con muchos rodeos, esta vez nos hemos quedado cortos por… cinco meses antes.
O sea, para ponerlo fácil, nos hemos quedado sin saldo apenas el día diez del mes, o se nos ha acabado el gas cuando aún restan 20 días para comprarlo de nuevo... Pero todo a nivel planetario. Sí. La respuesta es esa. Estrés, presión, remordimientos y reflexión. Las agendas nacionales tendrán que cambiar y ajustarse.
El mensajero ha sido Global Footprint Network (GFN), una organización que se especializa en calcular los impactos humanos sobre los recursos naturales. Pero esta vez ha tenido otra noticia funesta que dar. Este 2019 ha tenido la fecha de sobregiro más temprana de la historia, porque nunca antes, que se sepa, se ha necesitado el doble de recursos para vivir un año en este planeta. Y resulta que ahora sí.
No, no asesinemos al mensajero, pero sin dudas, este año tiene mucho que decir. Los datos de este calendario indican que la humanidad está utilizando la naturaleza 1,75 veces más rápidamente de lo que los ecosistemas de nuestro planeta pueden regenerarla. O sea, tenemos más demanda que oferta, y estamos usando el planeta como una tienda en lugar de como un hogar.
«El sobregiro implica que estamos agotando nuestro capital natural, lo que compromete la futura seguridad de los recursos para la humanidad», dice el GFN en un comunicado.
Curiosamente, en la ruta crítica de buscar responsables y soluciones, los países pobres de Latinoamérica tienen días de sobregiro mucho menos alarmantes. Cuba, por ejemplo, tiene su fecha de sobregiro en el mes de diciembre, lo cual significa que emitimos mucho menos dióxido de carbono que cualquier país primermundista, y sin embargo, tenemos que pagar iguales consecuencias.
En Colombia, el sobregiro comenzará el 18 de octubre; en Perú, el 23 de septiembre; en Venezuela, el 23 de agosto; en México, el 17 de agosto. Sí, distintas responsabilidades, mismas consecuencias dentro del barco de este planeta que es uno solo para todos.
Este 2019, sin embargo, otros mensajeros acompañan la fecha de las cuentas naturales: la preocupación de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y de la ONU, que convoca a líderes y a ministros de distintas naciones a reunirse para hablar de nuevo sobre cambio climático.
El secretario general de la ONU, António Gutérres, y Claire Nullis, portavoz de la OMM, expresaron sus preocupaciones por los efectos devastadores de las olas de calor que el fenómeno está causando de manera evidente este verano.
«Una acción urgente» pidió el secretario general de la ONU, al convocar para septiembre próximo a una Cumbre de Acción Climática a la cual los líderes de todo el mundo deben llevar propuestas de acciones concretas. Mientras, Nullis expresó alarma por la ola de calor con niveles de récords históricos que registra Europa, y están en consonancia directa con el fenómeno climático.
«Llevan la firma del cambio climático provocado por el hombre, en línea con los descubrimientos científicos», indicó la portavoz de la OMM.
En resumen, que este mes de julio nos recuerda que las conductas hacia el planeta necesitan un cambio radical. Y ahí está de nuevo la polémica entre los países más responsables, y los que nuevamente deberán asumir los excesos de otros, por igual.
Pero entre tanta presión, una breve noticia ha alegrado en los días recientes, como uno de esos brotes que nacen en árboles cercenados.
El nacimiento de un guacamayo azul, una especie que se creía extinta, ha traído de vuelta la posibilidad de recuperar a esa bella ave de la amazonía, gracias a lo que ya han llamado, «un milagro».
Pero puede que se trate más de acción responsable, que de milagro por esta vez. El nacimiento de la avecilla, en Paraguay, tuvo lugar gracias a una ONG llamada Asociación de Ornitófilos y Afines (Asora), donde decenas de personas amantes de las aves se dedican a conservarlas en ecosistemas protegidos.
El guacamayo azul o guacamayo spix, que ha ganado popularidad debido a otro responsable, los estudios de animación Blue Sky, que eligieron al ave sudamericana como protagonista de su largometraje Río para concientizar sobre su condición de peligro.
Jacinto, que así se llama el polluelo de la esperanza, nació en perfecto estado de salud en febrero y ahora salta a las páginas de los diarios tras conseguir sobrevivir la primera estadía como polluelo. El nacimiento evita la extinción de la especie y permite formar un banco de genética para criar estas aves y así repoblarlas en un período de tiempo de cinco a diez años. De acuerdo con declaraciones de Gustavo Espíndola, el líder del proyecto, otras dos parejas de guacamayos tendrán su pichón próximamente.
Entre tantos mensajes que trajo julio, lo que queda es elegir cuál vamos a escuchar, o de qué manera. Tal vez Jacinto, el polluelo azul de Paraguay, ha venido a decirnos, a su modo, que todavía queda un chance para la Tierra, si nos unimos al grupo de los que hacen posibles esos milagros.
El guacamayo azul junto a su alter ego animado de la película Río