¿Qué hay detrás de la decisión Estados Unidos de abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático? ¿Cuáles son las consecuencias para el planeta? El tema había estado tensando la expectativa mundial desde la campaña del presidente norteamericano Donald Trump
Al tiempo de redactarse estas líneas se replicaba en los medios alrededor del mundo la noticia de que el presidente norteamericano, Donald Trump, había finalmente decidido retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París 2015 sobre el cambio climático. Al decir del mandatario, cumple con «el solemne deber de proteger» a los ciudadanos estadounidenses. El tema había estado tensando la expectativa mundial desde la campaña del político, y más en los últimos días, cuando en la Cumbre del G-7, la pasada semana, el mandatario norteamericano anunciara que muy pronto tomaría la decisión final, ahora anunciada.
Tensos los corazones y aguzados los oídos, las publicaciones de este jueves, definitivamente no asombran. Trump cree que el cambio climático es un «cuento chino», literalmente, según un mundo de cifras y presupuestos que parece no tener cabida para posibilidades ecológicas que hoy son una urgencia. Pero más allá del anuncio, la pregunta que se hacen los lectores de todo el mundo es ¿cuáles son las razones para tal determinación? ¿Qué compromiso asume el Acuerdo de París para generar tantas expectativas y conflictos? ¿En qué medida afectará la decisión estadounidense al mundo en general? ¿Cuáles serán las consecuencias medioambientales?
El documento exige a los Estados responsables del 55 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero una reducción de las mismas y que busquen mantener el aumento de la temperatura media global en menos de 2º C (3,6º Fahrenheit) sobre los niveles preindustriales, y aplicar esfuerzos para restringir el aumento de temperaturas con 1,5ºC (2,7º Fahrenheit). Pero ese no es el problema del nuevo Presidente, sino las medidas siguientes: las naciones desarrolladas tienen que proporcionar al menos cien mil millones de dólares anuales a partir del año 2020 para ayudar a las economías emergentes a hacer frente a las consecuencias del cambio climático, con un posible aumento de la cifra después de ese año. Patada a un estómago de empresario, por supuesto.
Las visiones satelitales confirman que las mayores emisiones se hallan en las zonas atmosféricas de naciones como Estados Unidos y China. Foto: Tomada de www.nasa.gov
Para mayor comprensión, recordemos que en su mandato, Obama llegó a donar los primeros fondos a esta causa y el nuevo dignatario tendría que proseguir con ese legado, de continuar la nación como parte del Acuerdo. Por otro lado, el compromiso de reducir las emisiones a niveles aceptables conllevaría en la práctica restricciones a empresas y negocios como los del petróleo que no tienen demasiado impedimento ecológico en su ritmo de producción. De hecho, es algo explícito en el discurso de Trump, y la reapertura de negocios mineros que afectaban al medio ambiente fue una de las controvertidas medidas que el dignatario tomó a poco tiempo de asumir la presidencia. Si a todo eso se suma una carta de 22 senadores republicanos estadounidenses, incluido el líder de la mayoría, Mitch McConnell, pidiendo una salida del pacto, según la agencia Axios, el cuadro del porqué está completo.
No solo la comunidad científica había expresado por todos los medios posibles su indignación ante el escepticismo por el cambio climático y la posibilidad del abandono del Acuerdo. A finales de abril, miles de personas marcharon en Estados Unidos a favor del medio ambiente y contra Trump bajo los lemas «No tenemos un planeta B» y «No hay trabajo en un planeta muerto».
También, como ha explicado Russia Today, los líderes de los demás países del G-7 han criticado la posición de Trump y han instado al Presidente de EE. UU. De hecho, según la Casa Blanca, Trump decía querer escuchar a sus socios en el G-7 en la Cumbre de Taomina antes de tomar una decisión al respecto. Pese a la presión ejercida por los líderes allí reunidos, la declaración final de la cumbre del G-7 reconoció que Estados Unidos «no está en posición de alcanzar un consenso» sobre la lucha contra el cambio climático.
Los miembros, manteniendo su posición de presión, reiteraron en esa declaración su compromiso de implementar «rápidamente» el pacto. Incluso la petrolera Exxon Mobil ha pedido al líder estadounidense que apoye el Acuerdo, y el pasado mes el expresidente Barack Obama, en la Universidad de Milán durante una de sus primeras apariciones públicas como exdignatario, también intentó ejercer algún tipo de influencia al referirse al tema: «Ninguna nación grande o pequeña, rica o pobre —expresó— será inmune al cambio climático».
A su vez, otra de las personalidades que se había pronunciado a favor del pacto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha aseverado que el abandono del Acuerdo podría socavar la seguridad nacional de EE. UU. Además advirtió que si un país decide dejar un vacío, «alguien más lo ocupará». Guterres ha explicado que naciones como Rusia, China, Arabia Saudita, Irán y Turquía podrían lograr mayor influencia mundial si EE. UU. confirma la retirada.
En una línea similar, la Convención Base de la ONU en Alemania, desestimando la indecisión de EE. UU., tuvo su reunión de diez días en Bonn apenas el mes pasado, y también se unió así al intento de mantener un actuar positivo que contrarreste la actitud de Washington.
Al sacar a EE. UU. del pacto, Trump, además de librarse del compromiso económico y de reducción de emisiones, envía una negativa señal de que el cambio climático no es un asunto prioritario, lo cual pone en duda toda la base del Acuerdo.
Por si fuera poco, el Papa Francisco decidió entregar como regalo a Trump sus escritos sobre el clima, en el marco de la visita del dignatario norteamericano al Vaticano.
Aunque la ONU y la Unión Europea, así como la comunidad científica de modo general, habían estado dando muestras de persistir en sus fines con el Acuerdo, lo cierto es que Estados Unidos es el segundo máximo responsable de emisiones de gases de efecto invernadero, después de China, por lo que esta salida podría acarrear un peso en cuanto a emisiones contaminantes bastante significativo. Hay especialistas que aseguran que las políticas energéticas de Trump podrían suponer un aumento de las emisiones de CO2 de 3 400 millones de toneladas en los próximos ocho años, según el diario El Mundo.
Además de este golpe ecológico, la ayuda financiera de esta superpotencia para la búsqueda de energía limpia en naciones subdesarrolladas quedaría ahora en manos del resto de las potencias firmantes, lo cual se teme pueda traer una salida «masiva» de estas.
Tras un suceso así, acaso la consecuencia más preocupante podría ser un potencial efecto dominó sobre la participación de otros países respecto a la limitación de contaminación por combustibles fósiles. Una mala imitación a la que puede estar llamando esta actuación de Estados Unidos, de resultar definitiva. Entonces sí estaría en peligro cada país del planeta, pues menos naciones comprometidas con la reducción de gases contaminantes haría extremadamente difícil y costoso detener las catástrofes por el cambio climático.