Con un beso se activan hasta unos 30 músculos faciales, se transfieren nueve miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales, millones de bacterias y se queman unas 15 calorías. Como tantas cosas en la vida, cuando se trata de besar cada uno le pone su sello propio
¿Pero nunca se ha preguntado por qué la mayoría de las personas al besar (a menos que nos propongamos lo contrario) tenemos el impulso casi inevitable, instantáneo, de cerrar los ojos? Un equipo de sicólogos del Royal Holloway College, de la Universidad de Londres, Reino Unido, acaba de dar con la respuesta.
Según los expertos, que analizaron diversas experiencias sensoriales visuales y táctiles, cerrar los ojos le permite a nuestro cerebro centrarse en la tarea en cuestión. Al parecer a nuestra mente le resulta difícil procesar un sentido si al mismo tiempo está recibiendo un estímulo visual.
«La conciencia del sentido del tacto depende del nivel de carga perceptual en una tarea visual simultánea», afirmaron las sicólogas cognitivas Polly Dalton y Sandra Murphy, autoras de la investigación publicada en la Revista de Sicología Experimental: Percepción Humana y Rendimiento, de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés).
Para arribar a esa conclusión, los científicos asignaron a un grupo de voluntarios diversas tareas visuales que debían ser capaces de completar, mientras se medía su sentido del tacto. Los resultados mostraron que somos menos sensibles al tacto cuando nuestros ojos están ocupados.
En opinión de los autores del estudio, cuando besamos y ejecutamos al mismo tiempo otras actividades placenteras, como bailar o practicar sexo, queremos enfocarnos en el sentido del tacto más que en ningún otro, por eso nuestros párpados tienden a cerrarse.
«Cerrar la entrada visual nos deja disponibles más recursos mentales para centrarnos en otros aspectos de nuestra experiencia», dijo Dalton.
«Ya se sabía que aumentar las demandas de una tarea visual podría reducirse con otros estímulos visuales y auditivos. Pero nuestra investigación amplía este enfoque al sentido del tacto», añadió Murphy.
En otras palabras, se trata de la primera demostración sólida de «adormecimiento por falta de atención», sostienen los autores del estudio. Y es que cuando distraemos a nuestro cerebro con imágenes, nuestro tacto no funciona igual de bien. A más estímulo visual, menos sensibilidad táctil. ¿Te animas a hacer la prueba?
En un beso de apenas diez segundos se comparten hasta 80 millones de bacterias. Así lo asegura un estudio realizado por científicos de la Organización para la Investigación Científica Aplicada (TNO), de Holanda, que indica que la microbiota oral parece estar influida por las personas más cercanas a nosotros.
Tras analizar las bacterias de la lengua y la saliva de 21 parejas, los científicos encontraron que en aquellas personas que comparten más de nueve besos al día la microbiota salival se volvía similar, según un informe publicado en la revista especializada Microbiome.
El equipo holandés de expertos analizó a las 21 parejas antes y después del beso de diez segundos. Un miembro de cada una ingirió una bebida probiótica que contiene variedades específicas de bacterias, incluidos el lactobacillus y la bifidobacteria.
Tras un beso íntimo, los investigadores encontraron que la cantidad de bacterias probióticas en la saliva del receptor se triplicaron y calcularon que se transfirieron un total de 80 millones de microorganismos.
Curiosamente, mientras que las propiedades de las bacterias en la saliva parecían cambiar rápidamente en respuesta a un beso, las de la lengua permanecían más estables. «El beso es un gran ejemplo de la exposición a un número gigantesco de bacterias en corto tiempo. Pero parece que solo algunas se afianzan en la lengua», expresó Remco Kort, quien dirigió la investigación.
«Las investigaciones futuras deberían examinar las propiedades de las bacterias y de la lengua que contribuyen a este poder de adherirse. Pueden ayudar a diseñar futuras terapias y ayudar a personas con problemas bacterianos», acotó.
Los expertos sostienen que el ecosistema de más de cien billones de microorganismos que viven en nuestro cuerpo, el microbioma, es esencial para la digestión de los alimentos, la síntesis de nutrientes y la prevención de enfermedades. Se forma por la herencia genética, la dieta y la edad, pero también influyen las personas con las que interactuamos.
Con un beso se activan hasta unos 30 músculos faciales, 17 de ellos relacionados con la lengua, se transfieren nueve miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales y se queman (durante tres minutos) unas 15 calorías.
Para el ser humano, besarse no supone algo trivial, sino un intercambio de sensaciones y emociones. Jean-Luc Tournier, autor de la Pequeña enciclopedia del beso, ha reconocido que «no hay acto alguno que permita una implicación voluntaria del ser tan total como el beso».
Incluso, el deseo de besar tiene un nombre científico: filemamanía, y se considera una droga natural, porque siempre queremos más.
El cerebro es adicto a la oxitocina, que se produce cada vez que besamos. Esta hormona influye en funciones básicas como el enamoramiento, orgasmo, parto y amamantamiento, y está asociada con la afectividad y la ternura.
Las terminaciones nerviosas que se activan con el beso involucran el tamaño de un área cerebral más grande que la relacionada con los genitales.
Se cree, además, que la liberación de endorfinas que se produce cada vez que juntamos nuestros labios con la pareja, combate el desánimo y evita caer en la depresión.
Según un estudio de la Universidad de Viena, cuando cerramos los ojos y nos fundimos en un abrazo apasionado, las pulsaciones cardíacas suben de 60 hasta 130 por minuto, se libera adrenalina, baja la tasa de colesterol, y al intercambiarse bacterias, se refuerza el sistema inmunitario.
El investigador alemán Arthur Sazbo, de la Universidad Wilfrid Laurier de Ontario, en Canadá, sostiene la idea de que las parejas que se despiden con un beso antes de irse a trabajar tienen menos absentismo laboral, menos accidentes de tráfico, y su esperanza de vida se alarga cinco años.
¿La explicación? Los que empiezan el día con un beso lo hacen con una actitud más positiva y más energía vital.
Las parejas que se despiden con un beso antes de irse a trabajar tienen menos absentismo laboral, menos accidentes de tráfico, y su esperanza de vida se alarga cinco años.
—El 90 por ciento de la población mundial besa, y solo el 46 por ciento lo hace como un gesto romántico. No obstante, no en todos los lugares es igual. Por ejemplo, los esquimales lo hacen rozando sus narices.
—No es una práctica bien vista, o incluso está prohibida en algunas regiones. Para la tribu mehinaku de Brasil el llamado beso romántico es intolerable.
—El récord del beso más largo es de 58 horas con 35 minutos y 58 segundos.
—La mayoría de las personas se inclina a la derecha cuando va a besar. Al parecer es una preferencia que nos queda de nuestras primeras etapas de vida, pues se ha observado la misma inclinación en los fetos al final de la gestación y en los primeros meses de vida.
—De acuerdo con Sheril Kirshenbaum, autora del libro The Science of Kissing, las parejas que tienen mejor química a la hora del beso son más felices y mantienen una relación más sana.