El amor continúa siendo un enigma para la ciencia, pero con el tiempo se han logrado descifrar algunos fenómenos que ocurren en el cuerpo de una persona enamorada
Si este 14 de febrero quiso sorprender a su pareja con una cena romántica, suculentas flores o bombones, debería saber que hubiese bastado con un susto o estrés. Pues sí, como lee, nada más afrodisíaco que una buena dosis de adrenalina para encender la llama del amor.
Al menos así parecen demostrarlo a lo largo de la historia algunos experimentos científicos, que hoy recordamos para celebrar el mes del amor.
Uno de los más famosos fue realizado en los años 70 del pasado siglo en Canadá, por los psicólogos Donald Dutton y Art Aron. El escenario elegido para probar que es más fácil enamorarse en situaciones de riesgo fueron dos puentes que cruzan el cañón del río Capilano.
Uno de estos es sólido, ancho y de poca altura, mientras que el otro es una vieja estructura de madera, de 150 metros de largo y unos 90 de ancho, que se tambalea a 70 metros sobre las escarpadas rocas del cañón.
Se pidió a voluntarios que cruzaran uno de los puentes, quienes eran interceptados a mitad de camino por una encuestadora. Esta les pedía que respondieran a unas preguntas para un trabajo de su universidad, y luego les daba su teléfono por si necesitaban alguna «aclaración adicional».
Nueve de los 32 participantes que transitaron por el inestable puente colgante se sintieron lo suficientemente atraídos por la entrevistadora para llamar. No obstante, de los que cruzaron el más seguro y confortable solo dos sintieron la necesidad de retomar el contacto.
Los investigadores explican que este comportamiento se denomina Atribución errónea de la activación o excitación (Arousal). Esto no es otra cosa que el error que cometemos al identificar la causa de lo que sentimos.
En el caso de los voluntarios que cruzaron el primer puente la adrenalina estaba alta por la sensación que provocaba estar a 150 metros sobre el suelo en una estructura de madera tambaleante.
Eso provocaba más latidos cardiacos, respiración acelerada y quizá cierta debilidad en las piernas, manifestaciones externas del miedo prácticamente idénticas a las que sentimos cuando alguien nos resulta atractivo.
Equivocarse al atribuir esos síntomas al encuentro con la entrevistadora es lo que hizo que los voluntarios que cruzaron el puente de madera experimentaran la atracción por la joven que les abordó.
En cambio, los que cruzaron el puente estable no experimentaron tales síntomas, y por eso la encuestadora tuvo menos éxito. Con ello se apoyaba la teoría de que en situaciones de riesgo la posibilidad de sentirnos atraídos por la persona que tenemos enfrente es mayor.
Una década después los científicos volvieron sobre el asunto. Pero esta vez con un experimento aun más curioso.
Al parecer, la alteración de la respiración y el latido cardiaco provocada por dos minutos de carrera (con el consiguiente incremento de adrenalina) hizo que un grupo de hombres vieran más atractiva a una mujer en un video. Otro grupo de voluntarios, que corrió solo 15 segundos, resultó más ponderado a la hora de juzgar el atractivo.
Es por ello que los científicos aconsejan que, al proponerse hacer una conquista, invite a su pareja a una montaña rusa, cruzar un puente elevado, ver una película de terror o simplemente a correr por un parque. De seguro —dicen— después se verán con ojos más amorosos.
Si bien la química del amor continúa siendo un enigma para la ciencia, con el tiempo se han logrado descifrar algunos fenómenos que ocurren en el cuerpo de una persona enamorada. Este 14 de febrero publicaciones como América TV o Russia Today recordaron algunos.
El rubor, que aparece de manera natural cuando sentimos atracción por otra persona, envía una señal a la posible pareja de que nuestro organismo está sano. De hecho científicos de la Universidad de Stirling, en Reino Unido, han descubierto que los primates prefieren como pareja a especímenes con las caras enrojecidas.
Esta misma investigación en Reino Unido también comprobó que la sensación de estar enamorado se parece mucho a la causada por la adicción, en especial la dependencia al chocolate.
El investigador Ted Houston, que ha estudiado las relaciones a largo plazo, parece haber demostrado que las parejas que se idealizan mutuamente no tienen un matrimonio feliz. Al parecer, la imagen proyectada al inicio se rompe porque se hace más difícil de mantener en la vida cotidiana, lo cual conlleva a la decepción mutua.
El corazón roto se experimenta como un dolor físico:
Ya ha sido comprobado que el daño psicológico de una ruptura sentimental se experimenta de forma tan real como una herida. Todo indica que se activan las mismas áreas del cerebro que responden al dolor físico.
Las personas que están enamoradas presentan alteración en sus niveles de serotonina, neurotransmisor que también puede causar sensación de descontento y depresión. No obstante, un nivel demasiado bajo puede provocar trastornos obsesivos compulsivos, lo cual puede derivar en obsesión y estrés.
Las personas que están enamoradas presentan pocos niveles de serotonina, químico que causa sensación de descontento y depresión. Foto: www.esnoticia.co
La investigadora Helen Fisher recalca que el cerebro, y no el corazón, es el epicentro del amor. Las áreas del cerebro están asociadas con la dopamina y la norepinefrina, que se encienden cuando se ve a la persona amada. La sensación se parece al consumo de cocaína, que también causa euforia en el cerebro.
Asimismo se segrega oxitocina, que es una sustancia analgésica, y adrenalina, que aumenta la euforia, por lo que los científicos afirman que todos estos químicos hacen que las personas sean más fieles y capaces de mantener una relación duradera.