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Noboa… ¿contra la violencia?

Autor:

Marina Menéndez Quintero

 

La primera muerte provocada en Ecuador por la represión al paro decretado por los indígenas impacta, tanto por el crimen en sí, como por la alevosía con que las fuerzas del orden, armadas hasta los dientes, pretendieron el remate de la víctima que yacía en la calle mientras uno de sus compañeros trataba de protegerlo.

Según puede colegirse del video de seguridad que dejó ver los hechos y de los datos aportados después, Efraín Fuerez, comunero de 46 años, ya había sido impactado por entre uno y tres disparos cuando otros manifestantes le llevaban en andas, en medio de la desesperada carrera de un grupo de movilizados que huía de carros militares que ya estaban cerca. Cuando su llegada fue inminente, solo un compañero quedó agachado junto al herido.

El primer vehículo blindado se apostó junto a los dos hombres desamparados en medio de la calle desierta, y dos uniformados —que después serían cuatro— descendieron para emprenderla a patadas y golpes contra el cuerpo inerte del herido y del colega que permanecía acuclillado en el suelo junto a él, queriendo evitar el remate de un ser que no podía moverse.

De otro vehículo militar que seguro llegó como refuerzo para enfrentar a dos hombres indefensos, emergió un humo convertido en ligera nube en torno a los blancos de la represión… La escalofriante impresión al visionar el video es que la saña y la impunidad debieron hacer pensar a los uniformados que fumigaban a insectos en el piso. Los «gasearon»…

Solo cuando ya ninguna de las dos víctimas se movió, los gendarmes se fueron.

La escena dantesca ha sido contemplada una y mil veces en las redes sociales y hace recordar la amenazante advertencia del presidente Daniel Noboa, al anunciar hace unos días que eran «terroristas» los participantes del paro convocado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) contra la eliminación del subsidio al combustible, una medida que encarecerá el costo de la vida, y que repudian también otros sectores populares, gremiales y estudiantiles, quienes sumaron otras demandas al apoyarlos en la huelga.

La definición también evoca a su homólogo y paradigma Donald Trump, cercano al mandatario ecuatoriano —o más bien este cercano a aquel—, quien ha hecho de la lucha contra el narcotráfico una supuesta cruzada contra el terror y, dicho sea de paso, ha suscrito acuerdos con Noboa para enviarle militares estadounidenses que, supuestamente, adiestrarán a sus tropas.

¿Acaso la asesoría consiste en esa forma inhumana de imponer el orden?

La pregunta emerge, aunque desde que el Presidente de Ecuador declaró el primero de los reiterados estados de emergencia con que ha dado luz verde a las fuerzas del orden y castrenses para enfrentar el auge de la delincuencia, se han visto otros excesos, como el de los cuatro adolescentes interceptados en la noche por militares cuando los chicos iban o regresaban de un partido, y luego aparecieron muertos.

Este domingo, una indignada manifestación se movilizó pocas horas después de constatarse la muerte de Efraín y los abusos cometidos contra él y su compañero, y calificaron el fallecimiento del primero como resultado de un «crimen de Estado».

La respuesta gubernamental fue el envío de una caravana militar hacia la provincia de Imbabura, uno de los epicentros de las protestas en esa jornada, por lo que debe esperarse que las tensiones aumenten.

Muy pronto están comprobando los ecuatorianos que hace meses le dieron el voto y la reelección, la inconsistencia de las promesas de un Presidente que auguró la seguridad del país y aseguró que pondría fin a la violencia.

Mientras el crimen organizado sigue manteniendo vivo el auge delincuencial, quienes para salvar la sobrevida se rebelan contra las medidas neoliberales del ejecutivo, reciben las balas de la policía y el ejército.

Muchos deben estarse preguntando desde dónde, en verdad, se gestan los hechos violentos.

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