Dos pasiones en el pueblo cubano en aquellos primeros años de la Revolución y que llegan hasta hoy. Ni el acecho enemigo ha terminado, ni nuestra alegría tampoco. La angustia y el dolor ante lo injusto de agredirnos por decidir ser soberanos se transforma en hechos, en resistencia y en victorias. Eso aprendimos de Fidel. Eso aprendimos aquel 5 de marzo hace 65 años cuando el rostro del Che inmortalizado por Alberto Korda era expresión de la disyuntiva que se nos volvió certeza: Patria o Muerte.
En el cortejo fúnebre de las víctimas del sabotaje al vapor La Coubre —acto terrorista mediante el cual el imperialismo pretendió dejar a Cuba sin las armas que había adquirido para su defensa— estaba el Comandante en Jefe, entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, y allí se dirigió al pueblo. Allí estuvo él junto a los principales dirigentes de la nación y en el homenaje a sus héroes, víctimas del sabotaje, el dolor se volvió fuerza. Fidel denunció para Cuba y el mundo que se trataba de un sabotaje y que el más interesado en impedir que esas armas llegaran a Cuba era el Gobierno de Estados Unidos:
«(…) ojalá los errores que perturban el más elemental sentido común de los que se atreven a considerar como posible cualquier género de invasión a nuestro suelo, comprendan la monstruosidad de su equivocación, porque nos ahorraríamos muchos sacrificios; mas si ello ocurriera por desgracia, pero sobre todo, para desgracia de los que nos agredan, que no les quede la menor duda de que aquí, en esta tierra que se llama Cuba, aquí en medio de este pueblo que se llama cubano, habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre, habrá que pelear contra nosotros mientras nos quede un átomo de vida (…).
«Y no solo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión y que nuevamente no tendremos otra disyuntiva, que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria, la de libertad o muerte; solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía, libertad quiere decir Patria, y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte! (…)», señaló.
La disyuntiva del pueblo era la misma por la que se habían lanzado a la manigua los mambises, por la que habían luchado los jóvenes en los primeros años del siglo XX, y la misma por la que vinieron en el Granma, lucharon y triunfaron los rebeldes. Patria o Muerte ha sido el llamado desde entonces y nos ha acompañado en cada victoria y momento crucial.
Aquel 5 de marzo todos estaban comovidos. Y allí también estaba el Che. Su rostro aquel día fue inmortalizado por un maestro del lente, y la imagen del guerrillero de patria o muerte recorrió el mundo como el símbolo de antimperialismo y lucha que nunca dejaría amainar la pólvora en la batalla por el bien común. La mirada infinita del Che que hoy conoce el mundo entero y que representa a todos los revolucionarios que admiramos su entrega, que condena, moviliza, conmueve y convoca desde banderas, pulóveres, dibujos en la piel y en el alma… y en las ideas.
Dos símbolos nacieron hace 65 años en plena lucha del pueblo contra el imperialismo, con la certeza constante de Fidel de que la guerra más larga y duradera era un hecho: la que había que librar contra ellos. Por eso, desde ese día tenemos dos símbolos para el combate: la frase soberana del líder histórico de la Revolución y la imagen conmovedora del Che, como parte imprescindible de la lucha de los apasionados del mundo.