No es un acuerdo de paz, es cierto. Es un cese temporal de las hostilidades, un respiro, una tregua de guerra durante seis semanas. Un alto de los cruentos bombardeos aéreos israelíes sobre Gaza, demolida casi totalmente. Un verdadero abuso de poder de Israel sobre más de dos millones de civiles palestinos con absoluta impunidad, consentida por Estados Unidos, que durante 15 meses le ha suministrado bombas de demolición de 2000 libras, cohetes, cañones, todo tipo de armamento.
Han sido 15 meses de una guerra de exterminio. Cuatrocientos setenta días de una confrontación desigual entre el ejército israelí —armado sin restricciones por el Pentágono— y la Resistencia Palestina integrada por Hamás, la Yihad Islámica, el Frente Popular de Liberación de Palestina y toda una población anónima que soportó estoicamente el martirio de más de 47 000 de sus hijas e hijos.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se ha visto obligado a cesar su genocida guerra de tierra arrasada y aceptar un alto al fuego negociado con Hamás, con la mediación clave de Catar, junto con Egipto y Estados Unidos.
En lugar de una capitulación de Hamás o la liquidación total de sus combatientes, el Gobierno sionista se vio forzado a acceder a una tregua que permita —en su primera fase— el intercambio de 35 prisioneros israelíes capturados por Hamás durante su audaz rebelión del 7 de octubre de 2023, por 1 900 militantes palestinos, mujeres, hombres, niños, muchos de ellos encarcelados sin pruebas ni juicios.
Por primera vez en 15 meses, el domingo último, a pesar de la destrucción de sus moradas, del dolor por los seres queridos masacrados, multitudes de palestinos alzaron las banderas palestinas, gritaron consignas de victoria, de respaldo a sus líderes, y entonaron cantos de homenaje a sus mártires en los cruciales momentos de la primera entrega de cautivos israelíes a la Cruz Roja.
Y este lunes volvieron a festejar el regreso de sus compatriotas a casa, en la casi totalmente destruida y masacrada pero un poco más libre Gaza e, incluso, en la ocupada Cisjordania bajo la amenaza de ser reprimidos por el ejército, la policía y los colonos sionistas.
Desde el 7 de octubre de 2023 escribí que a partir de ese día se consumó una gran derrota del apartheid colonial sionista y patronazgo imperial.
El pueblo palestino encerrado en Gaza rompió cadenas, rejas de seguridad, sofisticados mecanismos tecnológicos de vigilancia…, reunió valor suficiente y arraigo popular para asaltar las posiciones militares y las colonias militarizadas…, quebró para siempre el mito de la supremacía de la inteligencia sionista secundada por los imperios estadounidense, británico y europeos…, puso al desnudo al Gobierno ultraderechista teocrático judeo-sionista, derribó todas sus máscaras de víctimas del genocidio nazi y se mostraron mucho peores, provocaron las mayores denuncias en el corazón del imperio y en cientos de ciudades de todo el mundo.
Eso tiene un precio en las luchas de liberación. La Rebelión de Hamás y toda Resistencia Palestina sembró y regó con sangre el árbol de la unidad, hizo que millones de palestinos en Gaza, Cisjordania, Jerusalén y en la diáspora mostraran que son un Movimiento de Liberación Antineocolonial, y ha escrito con sangre un capítulo decisivo de su identidad, de su condición de pueblo valiente, decidido, fuerte, y aguerrido en el combate.
El Gobierno de ocupación sionista cometió todos sus crímenes genocidas con las armas y el dinero del imperio estadounidense y sus aliados de la OTAN. La causa del pueblo palestino ha tenido un resurgimiento imposible de ignorar.
En Naciones Unidas una abrumadora mayoría ha respaldado los derechos nacionales del pueblo palestino, que solo el injusto y reiterado veto de Washington impide que se hagan realidad. Hay un pueblo y una nación palestina —que la prensa occidental pretende ignorar— que ha librado una larga guerra antimperialista de 15 meses, y eso cuesta vidas, propiedades, pero recibe la mayor recompensa, que es el crecimiento de la masa combatiente.
La Resistencia Palestina es más fuerte, más madura que nunca antes. Y los Estados árabes y sus pueblos lo tienen hoy muy claro.
La tregua actual es temporal, y según lo acordado debe permitir negociar el fin de la guerra y el inicio de la reconstrucción de Gaza… y a la larga una solución justa y duradera. El desconocimiento de ese imperativo solo puede traer nuevos episodios bélicos, cada vez más traumáticos.