En el corazón de Nueva Gerona, Isla de la Juventud, se encuentra el organopónico El Nueve Plantas, espacio que alguna vez fue un referente en la agricultura urbana y que, con orgullo, ostentó cinco coronas otorgadas por el movimiento de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar. Sin embargo, hoy su imagen es la de un proyecto descuidado y desatendido que apenas produce algo, si es que produce.
La comunidad recuerda con nostalgia la figura de Fernando Domínguez Redondo, fundador de ese movimiento en la Isla de la Juventud, quien transformó este lugar en un oasis de frescura y abundancia.
Bajo su dirección, El Nueve Plantas no solo cosechaba hortalizas y vegetales frescos; también «cultivaba» sentido de pertenencia y colaboración entre los vecinos. Su dedicación y compromiso hicieron posible que la comunidad tuviera acceso a productos frescos y saludables, algo que hoy se extraña en demasía.
Lamentablemente, Fernando se retiró debido a problemas de salud. Desde entonces, aunque varias personas e instituciones han intentado rescatar el área, los resultados han sido decepcionantes.
Este hecho refuerza una teoría que muchos comparten: no solo es la estructura lo que garantiza el éxito de un proyecto. Si lo organizativo está mal concebido y no se modifica, se puede tener éxito pero a costa de mucho sacrificio y gasto de tiempo, lo cual no es eficiente.
El Nueve Plantas es un claro ejemplo de cómo la falta de liderazgo puede llevar al deterioro de un proyecto que, en su momento, fue un modelo a seguir. La comunidad ha visto cómo el entusiasmo inicial se ha desvanecido y cómo las plantas han dejado de crecer, reflejando una realidad que va más allá de la agricultura: la importancia del capital humano.
Este declive no solo afecta a quienes dependían de este organopónico para su sustento diario, sino que también impacta en la cohesión social del barrio. La agricultura urbana no es una cuestión de producción; es un medio para fortalecer la comunidad, fomentar relaciones interpersonales y promover la autosuficiencia.
Sin un líder como Fernando, u otro que tenga la voluntad y la motivación, El Nueve Plantas se ha convertido hoy en un recordatorio triste de lo que fue y lo que podría haber sido.
Es imperativo que la comunidad y las instituciones tomen conciencia de esta realidad. La solución no radica únicamente en mejorar las infraestructuras o en implementar nuevas técnicas agrícolas; es necesario identificar o formar nuevos líderes que puedan inspirar y motivar a otros. Solo así podremos devolver a El Nueve Plantas su esplendor y asegurar que sea un pilar para la comunidad.
En ese sentido, si logramos reavivar esa chispa de pasión y dedicación, quizá podamos ver florecer nuevamente este espacio que tanto significó para los residentes en el reparto Abel Santamaría y barrios colindantes en Nueva Gerona.