Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

París y más que un triple salto

Autor:

Osviel Castro Medel

 

Finalmente se apagó la llama olímpica en París, la ciudad que inspiró a Hemingway a redactar una de sus mejores obras literarias, la ciudad que Charles Aznavour nos retrató en La Bohemia (La Bohème) con su niebla gris.

Para la delegación de Cuba la capital francesa no fue precisamente una fiesta. Tuvo la cosecha más baja en Juegos Olímpicos desde México 1968 (0-4-0).

Querámoslo admitir o no, quedamos por debajo de pronósticos y expectativas, con dos preseas de oro, una de plata y seis de bronce, en el lugar 32 del medallero.

«Hay que acostumbrarse», dicen algunos, conocedores de que un país en crisis económica, sin infraestructura, sin fogueo internacional de sus atletas y golpeado, además, por el éxodo de figuras de primer nivel, no puede estar entre los primeros en medallas.

La premiación del salto triple masculino, en la que España, Portugal e Italia, por ese orden, coparon el podio con deportistas formados en Cuba, tal vez sea el mejor retrato de lo que nos ha tocado vivir, algo que no se resuelve con decretos ni en corto plazo.

No deberíamos reprocharle nada a los que nos representaron en la Ciudad Luz, todo lo contrario. Merecen muchísimo más que un reconocimiento, una palmada en el hombro o un  aplauso.

Tampoco hemos de llenarnos de triunfalismo, un dinosaurio que nos sigue mordiendo antes, durante y después de las grandes competencias.

Hace 16 años, el mismísimo Fidel, al reflexionar sobre los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 nos decía: «(...) nos hemos dormido sobre los laureles. Seamos honestos y reconozcámoslo todos. (...) Seamos serios. Revisemos cada disciplina, cada recurso humano y material que dedicamos al deporte. Debemos ser profundos en los análisis, aplicar nuevas ideas, conceptos y conocimientos. (...)Pienso que lo mejor es competir dentro y fuera, enfrentarnos a todas las dificultades y hacer un uso mejor de todos los recursos humanos y materiales disponibles».

Esas palabras parecen escritas hoy y tendrían que ser las piedras angulares de cualquier examen, no solo sobre lo acontecido en París, también sobre el futuro.

Claro que no todo fue niebla cerca de la Torre Effiel y el río Sena. La hazaña de Mijaín López, primer atleta en la historia que en una misma especialidad individual gana cinco títulos olímpicos, será recordada hasta por los que quisieron buscar «la quinta pata del gato», comparándolo con el legendario luchador como Alexander Karelin o con atletas de otras disciplinas, como Carl Lewis, Michael Phelps o Diana Taurasi.

Por cierto, esta última, con 42 años (dos meses mayor que Mijaín) y formando parte del equipo de baloncesto de Estados Unidos, llegó a seis medallas doradas en Juegos Olímpicos, otra marca que será muy difícil de igualar.

Resulta imposible no mencionar al otro campeón de Cuba, Erislandy Álvarez, quien, poniendo a un lado la diferencia de peso, nos hizo recordar a Armandito Martínez, cuya filosofía era tirar y tirar golpes sobre el ring sin mirar el abolengo del rival.

Presenciamos otro hecho histórico: las dos primeras medallas de la lucha femenina (plata de Yusneylis Guzmán y bronce de Milaimy Marín), que no hubieran llegado si no hubiéramos eliminado esquematismos y prejuicios sobre ese deporte.

Todos nuestros medallistas, excepto Yarisleidis Cirilo, fueron de deportes de combate y ese detalle habla por sí solo, aunque muchos pretendan que brillemos en todas las disciplinas, -fueron 32 en París- como si tuviéramos 300 millones de habitantes. Miremos el ejemplo de Kenia, que aunque tiene cinco veces más población que Cuba, no deja de ser un país subdesarrollado: alcanzó el lugar 17 en los Juegos (4-2-5) participando solo en seis deportes y todos sus premios fueron en el atletismo.

Volviendo a nuestra casa vale preguntarse como epílogo: ¿Cuántos repitentes tendremos en Los Ángeles 2028?  ¿Aplicaremos nuevos métodos para entonces? ¿Viviremos de glorias pasadas? ¿Haremos un pronóstico más ajustado a nuestra compleja realidad? La competencia ya arrancó, desde hoy. Y necesitamos muchísimo más que un triple salto.

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