Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Un bosque en el cementerio?

Autor:

Osviel Castro Medel

Sucedió hace poco, exactamente el domingo 16 de junio, Día de los Padres, una fecha sagrada que invita a la celebración o al homenaje póstumo.

Miles de personas acudieron al cementerio a honrar a sus progenitores fallecidos y muchas encontraron un tupido yerbazal entre las cruces, en clara señal de que el abandono estaba esparcido por todo el camposanto.

Podía verse, entre la multitud, gente desbrozando el «bosque» de malezas con sus propias manos, con cuchillos o con cualquier otro utensilio, pero también a ciudadanos resignados, superados por la sorpresa y la aflicción.

«Aquí ya no hay obreros para limpiar esto, se fueron todos», especulaba uno. «Esto da vergüenza», decía otro enfurecido.

«Así van a estar todos estos lugares, pagan muy poco a los que trabajan aquí», señalaba un tercero.

Lo cierto es que las tristes escenas vividas en el cementerio de Santa Rita, en el municipio granmense de Jiguaní, hicieron meditar a muchos. Porque lejos de ser un episodio fugaz, de fácil solución, envía varios mensajes sobre el «reposo eterno» o el «descanso en paz», de los que tanto se habla.

Si hacemos una rápida búsqueda, encontraremos en las páginas de este propio periódico historias similares, como la publicada en enero de 2024 por el colega José Alejandro Rodríguez, en la sección Acuse de recibo, con el título «Abandono en la necrópolis de Manzanillo». Entonces un remitente, desde esa ciudad, sacaba a la luz, entre otros problemas, «la carencia de personal, debido a los bajos salarios», y «el contar con muy pocos enterradores, constructores y personal de servicio».

Habría que preguntarse, siguiendo estas cavilaciones, si dentro de poco el oficio de sepulturero, tan necesario en cualquier sociedad, se convertirá también en una rara avis de nuestro entorno, caracterizado por el éxodo, el envejecimiento poblacional y la pérdida de profesiones antiquísimas.

Valdría también reflexionar si, a la vuelta de un tiempo breve, encontraremos las fórmulas para que los servicios vinculados con «la última morada» terminen de sacudirse de tantos problemas y hasta de los absurdos relativos a los ataúdes mal hechos, los cristales ausentes, ofrendas sin flores, un tractor convertido en carro fúnebre...

¿Resolveremos que todos nuestros camposantos —no solo en fechas significativas— permanezcan limpios como deberían estar nuestras calles? ¿Cómo cultivaremos el respeto por los sitios sagrados? ¿Por qué otros similares están mejor cuidados?

León Tolstói, el célebre novelista ruso que vivió más de 80 años, nos decía que la muerte es un cambio de misión, acaso una advertencia poética, cuya esencia consiste en mirar más allá del último suspiro.

Esas palabras deberían acompañar a quienes viajan a otra latitud para que sus lugares de reposo no los colme la hierba de la indiferencia, el abandono o el descuido.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.