Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un Genio todavía anda suelto

Autor:

Juana Carrasco Martín

Yo le llevaba exactamente un año y un día de edad; el Guille me llevaba un mundo de talento, conocimientos, audacia y buen hacer en cualquier aspecto de la vida —y multiplicado por el Universo.

Era un verano sofocante, para no variar. Ya terminaba junio de 2007 y habíamos concluido el trabajo como jurado de no recuerdo qué premio, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, que dirigía con magisterio tan especial, y me dijo «Flaca, vamos a almorzar en El Costillar». Estaba próximo a salir con sus seguidores incondicionales de La Tecla Ocurrente, para el encuentro anual en Guaracabulla, el mismísimo centro de nuestra Cuba que él había puesto en el mapa del conocimiento popular, aunque fuera el Maestro Raúl Ferrer quien le indicara el camino para llegar hasta allá…

¡Qué dulce debe ser vivir aquí en Guaracabulla junto al guajiro que a los trenes viene con esa ingenua transparencia suya!

Las lomas azuladas en la tarde, noche que con los astros se encocuya, mansa quietud del pueblecito aislado. ¡Sueño sin bulla!

Lo sermonié. No había de otra. Le pedí, supongo que más en tono de ruego: «Guille no hagas locuras, no te expongas, cuídate. Mira que siempre tenemos que correr contigo».

Sabía de antemano que Guillermo Cabrera Álvarez —a quien Fidel lo había titulado como El Genio—, no me haría ni el menor de los casos. Él no temía jugar con la vida, ni con la muerte. Y solo me contestó con esa sonrisa que te desarmaba, no exenta de expresión traviesa o de una socarronería guevariana, pero siempre desde la ternura. Ni con su proverbial agudeza dio respuesta alguna, ni siquiera aquella de: «Yo estoy prestado». Menos aún promesas falsas, porque la simulación no tenía nido en ese pecho.

Tal vez me hubiera leído uno de sus Regalo de Jueves, como aquella de Lord Byron: «Cuando la edad enfría la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último; y nuestra evocación más dulce, la del primer beso».

Y se fue con los tecleros que se habían extendido por todo el país desde los jueves de Juventud Rebelde y desde El Hueco de G y 21, bohemio, trovadoresco y de encuentros memorables, del Instituto.

Lo vio partir el Martí y su bicicleta, en el mural de Tomy que cubría de cubanía una oficina siempre abierta; le dijeron ¡Hasta pronto!, los bancos y arboledas de la Calle G; no comprendió la ausencia su amoroso perrazo que le esperaba a un par de cuadras.

Un abrazo y el retintín de ¡Cuídate ese inmenso corazón! Un corazón, que la naturaleza por defecto se lo hizo tan grande para repletarlo de amor, que estalló en domingo, el 1ro. de julio de 2007, dejándonos a todos sin aliento y a él tan vivo y tan útil como siempre. Un cadáver exquisito cuyas cenizas enriquecieron más aún la Sierra Maestra y cobra vida en la Casa de la Cultura Guillermo Cabrera Álvarez de Guaracabulla, Placetas, en el centro del archipiélago, donde de seguro repite:

Disfruto el raro privilegio de ser lector de mis lectores / Los periodistas tienen que hablar, escribir y filmar en nombre de quienes no pueden hacerlo / Un periodista sin documentación carece de brújula / Creo en el valor de la palabra y en el compromiso de los seres humanos.

El Guille cerró un capítulo y abrió un libro eterno para sus amigos.

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