Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los pasos siempre en la hierba

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Hoy la hierba amaneció húmeda. No por el rocío de la noche, sino por otro tipo de humedad.

Se abre la página de Facebook y enseguida se ve la noticia. No es que aparezca después de deslizar el dedo una y otra vez por algún comentario o anuncio. No, ella está ahí: plantada de primera, a todo lo ancho: el Chino se murió.

Ves su foto, una entre miles, y te preguntas: ¿por qué fue esa la que escogieron?

No es que esté mal. Es que esa interrogación aparece sola por algún misterio de la mente.

Luego, mientras seleccionas la tuya por los recovecos de internet para luego escribir algo, te haces una parecida: ¿por qué escoges esa y no otra?

En ese ir y pensar te das cuenta, una vez más, que detrás de una imagen hay un algo muy personal, muy íntimo, algo que a veces nadie sabe a ciencia cierta por qué y qué es, pero ahí anda: empujándote.

Entonces, oprimes el dedo sobre la imagen que aparece en la pantalla y punto.

Ahí tienes tu imagen: la que el corazón señaló desde el silencio más profundo; ajeno al ruido de la calle, de los padres que apuran a los hijos para la escuela, de los comentarios de los vecinos o de los trastos en la cocina mientras preparan el café de la mañana.

Estoy muy seguro de que hoy muchos de sus alumnos estarán pensando cómo será el mundo sin Eduardo Heras León.

No por el hombre culto. No por esa sabiduría literaria y de la vida que podía llegar a aplastarte, y que él mismo impedía con su manera de hacer. No solo por sus clases, que con ellas ya eran más que suficientes.

La cuestión estaba en que Eduardo era una ética en su manera de escribir y de hurgar en la realidad con la mente y el pecho.

Estaba también la fidelidad a sus amigos, a sus ideas. A defender el derecho a tener esa zona íntima, conflictiva en todos los sentidos, pero muy necesaria, imprescindible para la literatura, que es la duda constante porque solo de ahí pueden surgir todas las certezas posibles.

Luego aparece lo otro: sus firmezas. Estuvo en Playa Girón, arriesgó su vida en medio de los bombardeos para llevar una información sensible para el avance miliciano, y apenas hablaba de eso.

«No hay mucho que decir», dijo cuando le pedí que contara sus vivencias sobre aquellos días. Unos minutos después, a medida que las anécdotas fluían, en el aire comenzó a aparecer una extraña densidad.

Porque mientras el Chino hablaba y se reía de los sustos pasados, la figura del viejo que buscaba un cigarro en medio de la noche febril de la guerra apareció lentamente junto con la del jovencito que se enfrentaba a un avión y que ambos, como varias personas y hechos, inspiraron varios de sus cuentos.

De ahí surge la otra parte. Su vida no se puede contar sin mencionar las incomprensiones estúpidas de las cuales fue víctima, y que lo pusieron en el ostracismo por pensar que en sus cuentos se burlaba de los milicianos cuando en verdad era todo lo contrario.

Cuando en el 2015 le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, le mencionamos esas vicisitudes y finalmente preguntamos: «¿Por qué nunca abandonaste la Revolución?»

«Porque siempre me sentí profundamente revolucionario —respondió— (¿acaso no había ofrecido hasta mi vida para defenderla?) y porque sabía que se estaba cometiendo una injusticia que tendría que ser reparada en algún momento. Yo tenía esa confianza».

Después se refirió a los dolores, a las angustias, a los momentos en los cuales pensó que nunca saldría del vacío. También lo que la Revolución significó para él y su familia.

«(...) el mensaje de dignidad —apuntó—, de justicia, de honradez de la Revolución caló en nosotros tan profundamente que ofrecimos hasta nuestras vidas para defenderla. Nunca me arrepentiré de lo que hice, y a pesar de que cometemos muchos errores y de que a veces nos parece que los caminos tomados no son los correctos y de que todo puede ser mejor, aquí estoy y aquí seguiré».

Y aquí estarás, Eduardo, para siempre. Gracias por todo. Te vamos a extrañar.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.