«La Revolución que estamos haciendo nosotros no es la Revolución que nosotros queremos; la Revolución que nosotros queremos es la Revolución que van a hacer ustedes». Han pasado 61 años desde que nuestro Comandante en Jefe hiciera ese pedido en su discurso de clausura del Congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, en el que se acordó el nuevo nombre de la organización: Unión de Jóvenes Comunistas.
Aún parece esta una idea recién sacada del horno: caliente, viva y con la coherencia justa para colocarla sobre la mesa de cualquier período histórico que ha venido después del gran triunfo. Fidel, con su mirada siempre futurista y certera, poco podía equivocarse al confiarles a las nuevas generaciones el destino del país, cuando meses antes —y junto a él— habían sido los jóvenes los primeros en empuñar las armas contra la dictadura batistiana.
Del miedo habrá que preguntar entre los cobardes, los inseguros, los previsores, pero no en medio de esta juventud, cualquiera que sea y por más «perdida» que pueda estar, porque la rebeldía no anda con nimiedades. No creo que sea esta una etapa de la vida en la que se refugien dudas o temores, o en la que se espere el sonido inquietante del silbato para salir corriendo.
La historia lo ha dejado claro, y hemos visto en estos últimos tiempos cómo los jóvenes siguen teniendo un rol decisivo en el presente del país. No en balde el pasado 26 de marzo aprobamos un nuevo Parlamento cubano en el que un 20 por ciento de sus integrantes tienen menos de 35 años de edad.
Y no me refiero solo a las cifras, a la quinta parte de esos 470 diputados, sino a la responsabilidad que implica opinar, decidir y transformar en aras de que Cuba sea siempre el espacio idóneo para cumplir nuestros proyectos de vida.
En realidad estamos en presencia de ese cimiento generacional revulsivo, idóneo para ofrecer una batalla por los cambios que necesitamos hoy, porque vivimos en un país perfectible, cierto, pero donde las nuevas generaciones no tenemos que rescribir la historia desde cero, sino preservarla, ampliarla, continuarla por la senda de nuevas metas.
Allí donde todos ven molinos de vientos, la juventud es capaz de ver unos arrebatados monstruos faltos de sentido común, que solo a base de fuerza y perseverancia serán derrotados. Otros quizá duden, mas los jóvenes somos la acción inmediata del cambio y poco entendemos de imposibles.
Sí; estamos entre los primeros en lanzarnos, y nada tiene que ver con el «corto» pasado que se pone en riesgo. Sí; podemos llevar las riendas de un país, de una organización, de una lucha, de un cambio. Sí; somos el mañana, pero antes somos también el ahora.