Imaginemos aquel niño rodeado de pobreza y discriminado por ser negro que abrazó desde la adolescencia el bregar para ayudar en el sustento familiar. Imaginemos cómo esa circunstancia devino más acicate que lamento en la formación de sus convicciones caracterizadas por salir a conquistar una vida mejor.
Se comprende, entonces, que para un retrato hablado sobre Jesús Menéndez Larrondo, hay muchas palabras disponibles, pero basta, pienso, mencionar su estirpe de hombre inteligente, aglutinador, de coraje, honradez, decoro, modestia y firmeza ideológica.
Este hombre, grande entre los grandes, nació el 14 de diciembre en 1911 en la finca La Palma, en el municipio villaclareño de Encrucijada, escenario en el que inició su consagración a la causa de la clase obrera.
Imagínese que la necesidad de ayudar a la familia le impidió terminar la escuela primaria, y tuvo que dedicarse a la venta ambulante de mercancías hasta que empezó a trabajar en central Constancia, hoy Abel Santamaría, donde inició su itinerario como líder sindical. ¿Desenlace? A partir de aquel momento fue mayor su entrega a favor de los humildes y llegó a ser el máximo dirigente del sindicato nacional azucarero.
Imaginemos su dicha de haber logrado demandas históricas anheladas por los trabajadores: el primer convenio colectivo de trabajo, la creación del retiro azucarero, la cláusula de garantía que viabilizó el pago del diferencial azucarero. Su prestigio trascendía más allá de ese sector, y el pueblo lo eligió representante a la Cámara en 1940 y 1946.
Vino al mundo con una inteligencia natural que cultivó para imponerse con la acción aguda por delante, como reflejan anécdotas sencillas y elocuentísimas contadas por aquellos que compartieron sus luchas.
Fue capaz Jesús Menéndez, bautizado «El general de las cañas» por el poeta nacional Nicolás Guillén, de enraizar la unidad de los diferentes sindicatos y organizarlas para hacer valer sus derechos.
Jamás aceptó la imposición arbitraria, como lo demostró hace 75 años un día como hoy de 1948, cuando resultó vilmente asesinado en Manzanillo por el capitán de la guardia rural Joaquín Casillas Lumpuy, quien quería detenerlo a pesar de tener inmunidad parlamentaria plasmada en la Constitución de la República.
Fue la mano ejecutoria de aquellos que desde la sombra le dieron la orden, pero la obra de Jesús Menéndez, nacido en La Palma, nombre de un árbol símbolo que tipifica lo cubano, como este cobijó a los desposeídos y los dignificó. ¡Ya era historia!