Éramos alrededor de 50 personas en el local, y de ellas, solo dos llevaban nasobuco: dos mujeres de edad avanzada, que eligieron protegerse, aunque todos los presentes salimos airosos del test de COVID-19 realizado días antes.
Excepto ellas, los demás permanecíamos muy cerca uno del otro compartiendo documentos, mouses y computadoras y conversando en voz baja, para lo cual, lógicamente, debíamos acercarnos.
¿Estábamos enfermos? ¿Cómo saberlo? ¿Éramos imprudentes, irresponsables, indisciplinados? Más bien confiados, creo yo. Como todos los que, vacunados con varias dosis, vamos por ahí sin nasobuco, y en no pocos casos, sin siquiera utilizar soluciones cloradas, alcohólicas o de hidrogel para higienizar las manos. ¿Pensamos acaso que la COVID-19 se eliminó del mapa epidemiológico? Sería demasiado ingenuo.
Realmente creo que ya ni pensamos en ella. Desde que se flexibilizaron las medidas restrictivas relacionadas con esta enfermedad pocas veces nos detenemos a pensar en la posibilidad del contagio con alguna de las cepas recientemente identificadas.
No veo que se higienicen las superficies en los establecimientos; no es frecuente el lavado de manos, no es respetada la distancia entre las personas a la hora de conversar; los besos y abrazos ya volvieron a la normalidad y apenas hablamos de personas aisladas en casa por este motivo.
Pido una pausa en su vida apurada y agitada. Le solicito unos minutos para que reflexione. No ha dejado de ser esta una enfermedad a la que hay que enfrentar, desde la prevención sobre todo. No ha dejado de ser peligrosa, especialmente para quienes sufren comorbilidades que pueden agravar sus cuadros clínicos.
En Asia, fundamentalmente en China, hay otra ola de casos, y sus habitantes volvieron al escenario de hace un tiempo, caracterizado por la tristeza de perder a un ser querido, de lamentar el ingreso de un amigo, de llevar en el bolso varias mascarillas para cambiarlas durante el día.
Cuba mantiene la mira puesta en los casos que pueden ser graves y críticos. Apuesta por el ingreso domiciliario hasta tanto los síntomas no empeoren, según las especificidades de cada paciente. Pero, ante todo, los profesionales de la salud abogan por la autorresponsabilidad y la sensatez, por no dejar correr los días sin tomar las medidas pertinentes para cuidar su salud y la de quienes le rodean.
No quiero yo, ni usted, que el país vuelva a vivir picos elevados de contagio, un aumento del número de pacientes en las instituciones hospitalarias, más niños enfermos…
Mantengamos las normas sanitarias en fiel cumplimiento a lo establecido y garanticemos que lo alcanzado hasta el momento, que nos ha permitido despojarnos del nasobuco, perdure. De lo contrario, habrá que volver a usarlo de manera obligatoria. Y todo lo demás, por supuesto.