Sin la velocidad del relámpago, pero inexorablemente, el control administrativo para enderezar lo mal hecho se va imponiendo bajo la premisa de enseñar, alertar y también sancionar cuando sea necesario.
Sabemos que a veces un cocotazo bien dado en el momento justo hace entrar por el aro al descarrilado más rápidamente que explicándole hasta la saciedad una cartilla de buenos modales.
Bien la estrategia de instruir y alertar, que de hecho siempre se ha aplicado, pero tampoco puede faltar ese completamiento, más allá de una multa, de sancionar a quienes quieren aprovecharse de la benevolencia, esa que en ocasiones falta aquí y allá, para sus fines de andar de espaldas a las disposiciones.
El descontrol, lo conoce hasta el Bobo de Hatillo, resulta la antesala del robo, el desvío de recursos, la corrupción y, en fin, de la desmoralización, y cuando se deja florecer incita a otros a sumarse al convite de la desvergüenza.
Como si fuera poco, transmite a la sociedad, cuando no se ataja a tiempo, una sensación de impunidad que fomenta la contrariedad y el rechazo de las personas, víctimas directas muchísimas veces de los desmanes de esos jefes y funcionarios descontrolados.
Pero todo llega, aunque a veces demore un poco, y muchísimo más cuando la génesis está en hacer cumplir lo normado, que sobre todo depende de actuar honestamente y de que cada cual acate a cabalidad la función por la que le pagan. ¡Y qué trabajo cuesta a veces!
Un elemento vital para velar por la correcta y transparente administración de los fondos públicos es que funcione el control interno en el escenario donde se originan, porque zanja con más prontitud la metedura de mano… o de cuerpo entero.
Sobre ese aspecto, en el balance anual de la Contraloría de la República se precisó que el pasado año el 60 por ciento de los presuntos hechos delictivos y de corrupción fueron detectados mediante los mecanismos del sistema de control interno, lo que constituye un salto cualitativo respecto a años anteriores. En 111 comprobaciones especiales se detectaron 126 presuntos hechos delictivos y se aplicaron 2 655 medidas disciplinarias, consignaba su informe.
Las aguas van tomando su nivel, luego de esa desfachatez que dio origen a una frase que por sí sola refleja esa filosofía de creerse intocables: «Primero lo del Estado», dicen, para connotar ese maléfico actuar que respeta las cuentas oficiales al liquidar las ventas, mientras esquilman al consumidor o comercializan «por la izquierda» mercancías que nunca llegan a los mostradores.
Los tiempos en que se descubría a alguien metiendo la mano por rastras mucho tiempo después de estar acogido a la cogioca se encaminan hacia el pretérito, según consta en expedientes oficiales, aunque siempre habrá quien se lance tras el dinero fácil, tentación inevitable hasta en el más allá.
El Presidente cubano ha enfatizado que el carácter preventivo, educativo y formativo debe ser la esencia de los controles y auditorías, junto con el deber de ampliar la democracia sobre la base del control popular y la participación activa de los trabajadores en los procesos de cada entidad o empresa, de modo que constituyan un freno a las trasgresiones.
Se trata de cerrar filas para resguardar la legalidad, y esas son palabras mayores. Que nadie se equivoque, porque la impunidad hay que atajarla, ¡y mejor temprano que tarde!