Lo que se debe realizar para enrumbar con mayor eficacia la producción agropecuaria e industrial está bien descrito, pero todo depende ahora de su definición en la práctica diaria bajo el sol o la cobija del taller.
De hecho, por descuidos, chapucerías o deterioro de la exigencia, más que por incapacidad, se arrastran valladares en un país que cuenta en los diferentes sectores productivos con miles de profesionales, técnicos y trabajadores calificados.
Obvio, ha fallado en muchos escenarios la aplicación diáfana de los conocimientos, es decir, que más allá de hacer gala de estos en reuniones, talleres, conferencias y asambleas, resulten el protagonista primordial de todo lo que hagamos.
El reto actual está expuesto con exactitud meridiana: garantizar una producción agropecuaria, cada vez en mayor medida, que satisfaga, reducir las importaciones y aumentar las exportaciones.
Si bien ese propósito siempre ha estado en la mira, en las actuales circunstancias deviene impostergable despojarlo, de una vez y por todas, de la ineficiencia o reducirla al mínimo, nada extraordinario tampoco con la amplísima plantilla de responsables con que se cuenta en las entidades.
Tampoco se trata de lograr en uno y otro sector, aquí y allá, dividendos excepcionales que vale la pena reconocerlos y bueno que los haya, aunque por sí solos nunca van a resolver el problema.
Se requiere que la inmensa mayoría, como lo logran numerosísimas entidades, forje bienes de acuerdo a sus planes sobre la base de exprimir la ciencia y la tecnología, ese caudal cardinal que tenemos, con extrema destreza en función del arte de crear riquezas.
Para multiplicar las buenas prácticas productivas, todavía una asignatura pendiente de cuajar a plenitud, hay que enfrentar a rajatabla ese alejamiento entre la sabiduría, que tantísimo costó formarla y su aplicación cotidiana. Ese distanciamiento entre lo que sé y no concreto cabalmente, si le metemos el lápiz puede dejar boquiabierto a cualquiera sobre lo que cuesta.
Cómo explicar que existen novedosos aportes científicos, cuyos resultados en distintos sectores prestigian al país, mientras paradójicamente haya fallas en cuestiones básicas como las atenciones culturales a los cultivos, rendimientos inadecuados y chapucerías en la siembra o ineficacia en el control de plagas… O deslices en la industria para obtener un producto de calidad por transgresiones del proceso de elaboración.
Si algo en este país está fuera de todo cuestionamiento es la enseñanza impartida, sin excepción, a raudales en todas los dominios del saber, más allá incluso de las instituciones encargadas de preparar a la fuerza calificada.
Un buen ejemplo de esa realidad aflora en las numerosísimas acciones de capacitación o actualización de conocimientos desplegadas en conferencias, publicación de textos en papel y en formato digital por el Instituto de Investigaciones en Viandas Tropicales, de Villa Clara.
En los tiempos que corren debemos mandar de vacaciones al compadreo, ese mal enraizado en muchas estructuras administrativas que viven una eterna luna de miel, sin ejercer entre sus diferentes escalones de jerarquía el necesario control.
Y, consecuentemente, se mella y desperdicia ese grandísimo recurso tangible que tenemos de la ciencia y la técnica, que urge afianzar en el surco y el taller con esa fórmula imprescindible de halar parejo en busca de la bonanza. Así de sencillo, así de lógico.