Aun con el embeleso del jolgorio de fin de año a cuestas, y mientras se disipa la resaca, sigue en la tertulia íntima o pública la sacadera de cuentas de qué nos dejó el que se acaba de ir, por suerte sin otro golpe huracanado.
La gente acostumbra más a extasiarse en el beneficio individual que en el abarcador de toda la sociedad, aunque este, en última instancia, repercute de un modo u otro en todos.
Las valoraciones de que si el año transcurrido fue bueno, regular o malo en el raciocinio individual posee muchísimas y múltiples respuestas, porque las aspiraciones pasan por la sicología de cada persona y sus intereses intrínsecos.
Lo que para uno resulta un gran logro para otros, mejor posicionados, puede significar una minucia, pero hay datos que reflejan, sin equívocos, cuánta felicidad dejó para muchísimos el año que se acaba de despedir.
Verdad verdadera que a muchos, enfrascados en lograr un avance bajo este cielo, les cristalizó como al joven que obtuvo su título de médico o ingeniero, arquitecto, agrónomo, enfermero…, o al científico que hizo un aporte trascendente, o al sencillo innovador que evitó la quietud en una industria.
¿Alguien podrá dudar de la alegría que sienten ahora, quienes un torbellino de vientos y lluvias los dejó, prácticamente, sin nada en 2018 y despidieron este con casi todo resuelto?
Lo que había que realizar en el país por la afectación del huracán y luego por la tormenta subtropical Alberto metía miedo. En Villa Clara, por ejemplo, hubo dañadas más de 54 200 viviendas.
Un año y meses después de aquel funesto trance, más del 78 por ciento de los inmuebles están arreglados, entre los que se encontraban derrumbes totales, parciales, techos dañados en partes y completamente. Añádase el aseguramiento mobiliario, de efectos electrodomésticos, ropa, sábanas, en fin, de lo necesario para vivir modestamente pero de una manera digna.
Nadie quedó abandonado a su suerte. El Estado, como acostumbra, les tendió la mano a todos. Entregó a los más necesitados millones y millones de pesos en subsidios, asumió una parte del costo de la venta de materiales a la población y con sus propias fuerzas constructoras edificó y mejoró los servicios públicos en los lugares más dañados.
Más meritorio todavía es lo logrado bajo este cielo, a pesar de la tiñosa del bloqueo, exacerbada en estos tiempos por el Gobierno norteamericano. Entonces, ¿fue bueno, regular o malo el pasado año? Cada cual puede sacar sus propias cuentas, le asiste su derecho, pero tampoco procedamos como el avestruz. Sería, cuando menos, injustificable.