CARACAS, Venezuela.— Como desde sus inicios, lo que más urge y desvela a la Revolución Bolivariana es el bienestar de sus hijos. Eso explica la conexión auténtica entre ese proceso político y millones de seres cuya voluntad aprobatoria suele pasar desapercibida por obra y desgracia de los grandes medios de (in)comunicación, hasta que alguna consulta a las multitudes saca las verdades a la luz.
Una realidad constatada en el transcurso de 2017 es la sabiduría de un pueblo que no ha podido ser arrastrado al caos, a una guerra generalizada entre hermanos y de consecuencias incalculables para la nación. El torrente popular no se paralizó ante protestas callejeras financiadas por los enemigos de la Revolución, ni ante continuos sabotajes, linchamiento mediático o amenazas imperiales.
Fueron millones los venezolanos que parecían saltar de debajo de las piedras, emerger de los inmensos ríos, descender de los picos nevados. Esos protagonistas que obraron la validación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) —porque era preciso validar la paz—, esos que dieron al chavismo un triunfo demoledor en las elecciones de gobernadores del pasado 15 de octubre, son los mismos que hacen malabares para resolver la vida del día a día en un país donde la especulación alcanza niveles insostenibles para muchos.
Recién nacida la ANC, esta sirvió de escenario para que la sabiduría y el amor patrio de más de un constituyente explicaran de modo potable y con precisión problemas de la economía venezolana; entre ellos, la escasez programada, la inflación inducida, sabotajes a la distribución de productos básicos, y como telón de fondo, un país llamado a transformar su esquema económico anclado fundamentalmente al petróleo, en uno productivo que dispare las potencialidades del bienestar.
Por estos días, entre venezolanos, se habla de vivir «hoy para hoy», pues mañana pueden seguir subiendo los precios. Los economistas que aquí apoyan la Revolución denuncian una página macabra que está siendo punta de lanza del ataque económico —ese que forma parte de la guerra no convencional orquestada por el imperio—; definen a Dólar Today como un arma bestial, bien diseñada y blindada por el gobierno de los Estados Unidos desde potentes servidores. Desde ella se anuncia una cifra de cambio (tantos Bolívares por un dólar); y sobre los rieles de ese anuncio que cada día valoriza más —artificialmente— a la segunda moneda, se monta la voluntad de numerosos comerciantes que disparan los precios, a tenor con esa relación, de productos muchas veces esenciales para vivir.
Mientras eso sucede, el gobierno bolivariano sigue en su lucha por distribuir a precios humanos productos básicos. Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) forman parte de las iniciativas a modo de contrapeso en una guerra sin piedad. Con razón el constituyente Aristóbulo Istúriz planteaba en la ANC, a pocas horas de haber nacido ese Poder de Poderes, que los CLAP merecen ser legitimados desde esa supraentidad, para que el pueblo, en mucho tiempo, no quede desprotegido.
La Revolución va de batalla en batalla, y una de las más recientes es la autoridad que está ejerciendo el Estado, y de eso ha hablado el presidente Nicolás Maduro, sobre un poco más de 11 000 negocios que en el país han hecho zafra especulando. El Gobierno Bolivariano está estableciendo con industriales y productores los modos de fijar precios. La Ley Constitucional de Precios Acordados —otra medida de contrapeso a la guerra, y una premisa entre otras tantas para deshacer distorsiones— tiene como sentido combatir la especulación que tanto golpea a la gente.
Por otra parte es plausible el nacimiento reciente, por mandato del Jefe de Estado de Venezuela, de una comisión presidencial desde la cual avanzar en el refinanciamiento y reestructuración de la deuda externa venezolana. A mediados de noviembre la nación suscribió con Rusia el protocolo de refinanciamiento de su deuda con el país amigo.
«Suscribimos con el viceministro de Finanzas de Rusia, Sergei Storchak, el protocolo para el refinanciamiento de nuestra deuda soberana con Rusia. ¡Venezuela avanza hacia la recomposición de su deuda externa, en beneficio de su pueblo!», había anunciado desde su cuenta en Twitter el ministro venezolano de Economía y Finanzas, Simón Zerpa, y como tal lo subrayó el 15 de noviembre la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).
El suceso, más allá de la connotación económica, reviste una trascendencia política: a Venezuela los enemigos le han puesto sobre la solapa el distintivo de «riesgo país», de no confiable para cualquier tipo de colaboración o inversión; y esas definiciones también forman parte de la guerra no convencional que sufre la tierra de Bolívar.
La comisión presidencial designada por Maduro ya sostuvo encuentros con representantes de Venezuela, Estados Unidos, Panamá, Reino Unido, Portugal, Colombia, Chile, Argentina, Japón y Alemania, con el propósito de encontrar mecanismos eficaces que hagan posible el cumplimiento, con todo rigor, de los compromisos internacionales adquiridos.
En todo lo dicho tal vez habiten argumentos que explican por qué a pesar de los días difíciles vividos por millones de ciudadanos, se perciben vínculos fuertes, que alimentan la estabilidad y la esperanza, entre los anhelos planteados por la Revolución Bolivariana y el ímpetu de un pueblo cuya resistencia está siendo heroica.