El odio que ciertos cubanos que viven en Miami le profesan a todo lo que huela a Cuba es, además de enfermizo, totalmente irracional. Odian cuanto venga de la Isla y cuanto suceda en ella. Lo único que les interesa de allá es lo que dicen o hacen sus compinches mercenarios y carnavalescos, que viven de las mesadas que estos les envían desde acá.
Los artistas, los deportistas, los intelectuales y hasta los niños de La Colmenita, cuando vienen a Estados Unidos, son atacados ferozmente por estos individuos. No me puedo imaginar cómo se puede vivir con tanto odio acumulado. Ese es uno de los peores sentimientos. Es bajo, destructivo e inmisericorde y, lo peor de todo, corroe primero a quienes están poseídos por él y no a quienes va dirigido. Odiar es tan negativo y maligno que puede destruir cualquier otro sentimiento bondadoso que surja del alma.
Hablando del tema cubano, me he cansado de ver caminar ese odio por las calles de esta ciudad. No es necesario acudir al recuerdo de lo que pasó décadas atrás para hablar de manifestaciones de odio de un segmento de la comunidad cubana que aquí reside.
Hace un poco más de diez años, cuando tenían secuestrado al niño Elián González en contra de la voluntad de su padre, el odio se apoderó de una gran parte de la comunidad cubana de esta ciudad. Fue una verdadera y descomunal explosión de odio lo que se desplegó aquí en contra de la verdadera familia del muchachito. En los programas de radio y televisión que la ultraderecha controlaba en Miami, vociferaban como serpientes envenenadas para difamar al padre y a las abuelas del niño por el solo delito de querer su liberación. Lo que formaron después, cuando Elián fue rescatado, fue tremendo. Se botaron a las calles a protestar dando gritos histéricos en los que acusaban al Presidente y a la Secretaria de Justicia de ser «inhumanos» y «comunistas».
Lo volvimos a ver cuando el concierto de Juanes en La Habana. Hasta el propio cantante colombiano, que residía en Miami, tenía temor salir a las calles por los oprobios que le decían por la radio. Hay que recordar los videos cuando, con una aplanadora, destruían discos de cantantes que habían ido a Cuba, solamente a cantar.
No hay que olvidar que el sueño de estas personas es ver a los marines norteamericanos desembarcando en Cuba. Ese es el sueño de ahora y ese ha sido el sueño de siempre. Cuando ocurrió la invasión de Iraq, esta ultraderecha cubanoamericana le pedía a gritos al Gobierno de este país que hiciera lo mismo con Cuba. Igual pasó ahora, hace muy poco tiempo, cuando los norteamericanos y sus aliados europeos bombardeaban a Libia. Esta gente urgía que hicieran en Cuba lo que estaban haciendo en aquel país africano. «¿Por qué en Libia sí y en Cuba no?», decían en sus programas de radio. ¿Cómo se puede odiar tanto al país que un día te vio nacer?
Tengo que confesar que estas personas me dan lástima. Eso es lo que verdaderamente me provocan. Sé del daño que constantemente tratan de hacerle al pueblo cubano, pero también sé del daño tan inmenso que se hacen ellos mismos.
Personalmente, por defender a Cuba y a su pueblo, en innumerables ocasiones he sido víctima de ese profundo odio de la extrema derecha cubanoamericana. A mí me han dicho hasta alma mía, me han amenazado de muerte y se han cansado de difamarme. He perdido al 80 por ciento de los que, en otro momento, creía mis amigos, solamente por pensar diferente a ellos en relación con Cuba.
En realidad, ni por un minuto me pasa por la cabeza pagarles con la misma moneda, ya que siempre he dicho que la vida es muy corta para caminarla con el corazón envenenado. Además, soy lo suficientemente tolerante como para mantener relaciones con personas que piensen diferente a mí.
Lamentablemente, no veo la forma en que estas personas puedan algún día eliminar ese odio que tienen hacia Cuba y hacia lo cubano ya que, en la mayoría de los casos, no se trata ya de odios originales sino heredados de sus antepasados. Como quien dice, hasta las calendas griegas… Ojalá esté equivocado.
*Periodista cubano radicado en Miami