Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tres palabras

Autor:

Heriberto Cardoso Milanés

Hay tres palabras que podemos asociar  al funcionamiento de una empresa o institución, e incluso a la acción y resultados de la gestión personal de cualquiera de nosotros: eficacia, eficiencia y efectividad.

Se trata de vocablos que pueden considerarse de moda y que de alguna manera —con perdón de los lingüistas— guardan cierta sinonimia, pero cada uno de ellos tiene un significado específico. Comprenderlo nos ayudaría al análisis de algunos ejemplos prácticos de nuestra realidad cotidiana.

La eficacia es un valor, una virtud asociada a nuestra actitud para emprender una tarea o acción y lograr el resultado inmediato que se persigue. Guarda relación con el vigor o energía con que acometemos y cumplimos la tarea encomendada, aunque la vía o los métodos para lograrlo no siempre sean los más idóneos.

La eficiencia suele ser otro valor o virtud, pero está vinculada con el rendimiento. Se es eficiente cuando la acción se acomete y resuelve con calidad y con el menor gasto de recursos posible, incluyendo el tiempo.

La efectividad, por su parte, tiene como eje la realidad y el resultado o impacto que se provoca en ella de manera permanente. Se asocia con los objetivos y misión a más largo plazo y hasta qué punto se logra un impacto definitivo, raigal.

No es juego de palabras. Se puede, de momento, ser eficaz y cumplir determinado objetivo o propósito. Una obra, por ejemplo, suele terminarse en tiempo, pero no con eficiencia y calidad… ¿estamos claros? Como también ocurre que a veces, aunque sepamos hacer las cosas inmediatas con eficiencia, perdamos la perspectiva para convertir un cambio efímero en algo consolidado y perdurable, signo de excelencia.

La falta de constancia y sistematicidad —manifestación negativa de ello— es enemiga de la efectividad, defecto que nos lleva al famoso problema de dar «un paso hacia delante y dos hacia atrás», o resultados en los que «nos quedamos cortos, o nos pasamos».

Si desde esta óptica y con sentido autocrítico damos una visión somera a lo que hacemos, ello permitiría descubrir que a menudo nos mostramos poco eficaces y eficientes, aunque lo que más difícil nos resulta es ser efectivos para lograr un cambio de raíz.

No hacemos nada si sembramos y no cultivamos y recogemos la cosecha; o cosechamos, pero no hacemos que el alimento llegue a quien lo debe consumir… Para producir un salto hemos de repetirnos esta verdad una y otra vez, no hasta el cansancio —como dice el refrán— sino hasta que se fije el hábito y las cosas se hagan siempre como tienen que hacerse y no de otra manera.

Perdemos el tiempo y los recursos si la obra que inauguramos no tiene la calidad requerida, o quienes la echan a andar y la gestionan como un centro de servicios gastronómicos, por ejemplo, no la cuidan y no logran la excelencia en la atención a sus clientes.

Por todo lo dicho es obvio que estamos llamando a la eficacia, eficiencia y efectividad de cuadros de dirección, trabajadores y pueblo en general, en el cumplimiento de sus respectivas responsabilidades, lo cual me incluye.

Si he sido claro y me ha entendido, el mensaje fue eficaz; si es gracias a un tratamiento del mismo con profesionalidad, quizá haya logrado la eficiencia…

Pero la efectividad, para estar seguros, habría que medirla más allá en el tiempo… Y ella también dependería de usted… ¿Estamos de acuerdo?

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