Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El hombre, las piedras y el plan

Autor:

Roberto Díaz Martorell

El hombre —dice un viejo refrán— es el único animal que tropieza dos veces —y más— con la misma piedra, y lo peor del caso es que en muchas ocasiones hasta lo planifica, pues algunos se empecinan en coger por el mismo camino sin mirar otras veredas.

Lo triste es que cuando sugieres quitar la piedra del camino emerge la también antigua costumbre de decir «eso siempre ha estado ahí», y el afán de ayudar queda atrapado en esa barrera, a veces infranqueable. Barrer con ese lastre es una idea consustancial a los cambios que estimula nuestro país en su modelo de gestión productiva.

Planificación es, según el diccionario Espasa Calpe, S.A., la acción y resultado de planificar; proyecto representado en perspectiva, plan general, científicamente organizado y frecuentemente de gran amplitud para obtener un objetivo determinado.

Así, no por gusto la actualización del modelo económico en Cuba le consigna un lugar decisivo a la planificación, vinculada a la concepción de los planes y las actividades que los aseguran, para lograr ver el futuro y garantizar lo que vamos a hacer y cómo, teniendo en cuenta las tendencias del mercado.

En la Isla de la Juventud, donde resido, todavía persisten dificultades en organizar los procesos productivos a tono con esas transformaciones. Sin embargo, existe un Programa de Desarrollo Integral, expresión de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

Según se conoció en un reciente pleno del Comité Municipal del Partido, todavía falta integralidad en la planificación y ejecución de los planes, se proyectan producciones sin contar con toda la materia prima o las condiciones, y a veces no se consideran las capacidades productivas.

Las autoridades territoriales han insistido en que al plan de la economía se le dedique mayor tiempo y pensamiento colectivo, un constante seguimiento y supervisión, y que se conciba sobre bases sólidas y reales, que tengan en cuenta las potencialidades concretas.

Para nadie es secreto que al Municipio Especial lo limita la circunstancia de estar rodeado de mar y la dependencia de importar materias primas de otras provincias para producir. Pero, ¿qué entorpece lograr la coherencia entre lo que quiero, cómo lo quiero, para cuándo y a partir de qué?

Retomo entonces las palabras de Raúl en las que apuntó que «el secreto para lograr mayores éxitos está en la capacidad de los cuadros para abarcar de conjunto las complejidades, establecer prioridades, organizar el trabajo, cohesionar las fuerzas (…), y explicar las necesidades de cada tarea».

Asimismo comparto la idea de que con formación, aptitud, responsabilidad, disciplina y voluntad se logra la eficacia. Si se agrega planificación, método y control se alcanza la eficiencia. Y si a eso se suma talento, astucia, inspiración y entusiasmo, se obtiene la excelencia.

En Apuntes para un libro de texto, de la máster Norma Sánchez Paz, de la Universidad de Holguín, la autora recuerda que la planificación es tan antigua como el hombre —su surgimiento se asocia al origen del raciocinio— y resulta de un proceso del pensamiento que requiere de la inteligencia organizada del sujeto.

Tan temprano como en 1965, en Argelia, el Che refirió que la naciente Revolución ambicionaba hacer de la planificación un instrumento de dirección de la economía casi automático, lo más cercano posible al rigor matemático, y que debía convertirse con el tiempo en el centro político de toda acción. El tiempo le dio la razón.

Por ello, realizar un plan perspectivo acorde con nuestras posibilidades, realista, modesto, que balancee correctamente las necesidades cotidianas del pueblo y las del futuro, dependerá exclusivamente de las personas cuyo encargo social es administrar los bienes públicos.

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