La zafra chiquita del azúcar fue buena. El tomate abunda y la cosecha se promete grande. Las coles verdean en las estanterías. No se ve mucha vianda, pero algo se resuelve en los mercados agropecuarios estatales: malanga isleña y un poco de plátano.
También ha regresado el puré de tomate artesanal. ¡Y es del puro! ¡Del legítimo! No esas salsas condimentadas, plausibles para algunas recetas de pastas o para engañar el sofrito cotidiano, pero que de tomate tenían poco, cuando no, nada.
Hay lechugas y acelgas, sobretodo en pequeños puntos de venta agropecuarios y entre los pregoneros ambulantes. Los organopónicos ofrecen lo suyo... Y los patios y parcelas, también.
No es a borbotones. ¡Claro que no! La falta de abundancia plena —de «tutiplén»— la están regulando los altos precios, o la modestia de los ingresos. Dos caras de una misma moneda; que aprietan; exprimen el bolsillo. Mas algo hay.
Los mercados de artículos industriales también están activos. Con precios elevados muchas cosas, pero con cosas; incluidas las nuevas ofertas de jabón, dentífrico y detergente; artículos para la higiene hogareña, enseres, otras ferreterías, y demás.
Es una fotografía habanera de este sábado. Día de mercado para la familia. Ha sido así durante todo el inicio de año. Y no ha sido así durante la mayoría de los últimos años. La sequía de los mostradores en los eneros ha sido estampa cotidiana.
Y no es casualidad. La respuesta quizá esté en el comentario del Ministro de Economía y Planificación (MEP) el 15 de diciembre en la Asamblea Nacional, durante la presentación de los Resultados económicos del año 2010 y Propuesta de plan para el 2011, cuando enfatizaba en la necesidad de preparar con anticipación todos los requerimientos de los procesos productivos.
La premisa es evitar cualquier bache, incluido el paso de un año a otro. Para el primer trimestre de este, el alistamiento estuvo tres meses antes. Y para el próximo, dijo el Ministro: «La indicación que tenemos es que el año que viene (este) eso hay que irlo ordenando desde mitad del año».
El 2011 comenzó con el plan en la mano (y esperemos que con el «machete» también). Todos los organismos lo tienen, alertó el mandante.
No se refería solo a la agricultura, sino a todo el sistema productivo, tanto primario como al plantel industrial. Pero el escenario agrario es el que nos da los «féferes» de cada día, por lo que constituye una de las cuestiones más cercanas al cubano; casi que el termómetro de cómo va el país.
La intervención viene a colación por dos cuestiones. Primero, según dijo entonces el Ministro, parte del incumplimiento en las previsiones de la circulación mercantil el pasado año se debió a algunas fallas de organización y aseguramiento en el sector de Comercio Interior durante el primer trimestre. El mercado, aunque esté a medio llenar —como será—, da seguridad y certidumbre, entusiasma. Y es fundamental en el desenvolvimiento firme de la economía y su salud financiera. Y si se recuerda, estuvieron sumamente desabastecidos.
Ahora pareciera que al toro lo tienen cogido por los cuernos. Veremos qué sucede durante las semanas venideras.
El segundo punto —el que ocupa a este reporte— se refiere al tema agropecuario. Además de los problemas organizativos y otras insuficiencias internas hechas públicas, en el pobre desempeño que mostró el sector el año anterior (en especial en el primer semestre —el crucial para él), mucho tuvieron que ver las complejidades que enfrentó el país en el 2009.
Es un criterio de este redactor, pero la incertidumbre de un año aporreado por la parte más álgida de la crisis económica internacional —destapada a mediados de 2008 en su lugar de origen: Estados Unidos— y por problemas como la falta de liquidez para cumplir los compromisos externos, pesaron mucho sobre el aseguramiento y desarrollo de las cosechas de 2010, que se prepararon y sembraron en el último trimestre del año anterior (siempre es así).
El sector agropecuario cayó en el primer semestre de 2010 en más de siete por ciento; el período anual, sin embargo, terminó con una merma de poco más de dos por ciento. Es decir, el segundo semestre —más débil por leyes de la naturaleza— compensó en algo los saldos negativos del inicial.
Mi conclusión: que para el segundo semestre las aguas empezaron a regresar a su cauce. Que la planificación, la gestión y la acción se enrumbaron con más coherencia para ese período.
Si volvemos a la reseña del titular del MEP —el asegurar con anticipación, a través del plan, los procesos productivos— y a las ofertas agropecuarias a la vista —al menos en los mercados habaneros que asiduamente visita este comentarista, y lo que se está diciendo en JR, Granma y la Televisión—, parece que el sector agroalimentario tendrá en 2011 un año mejor.
Ha sido una etapa, además, antecedida por un proceso donde las preocupaciones y necesidades de los campesinos se han escuchado y han tomado justas medidas de beneficio, desde el IX Congreso de la ANAP en mayo último, el otorgamiento de mayores facilidades para acceder a aperos e insumos y al uso de fuerza de trabajo, hasta beneficios tributarios en la ley que al respecto se prepara, entre otras decisiones y legislaciones positivas que se esperaban y urgían.
La agricultura, la industria azucarera, y la industria alimentaria —troncos y alas de un mismo pájaro— son determinantes en el despegue de la economía cubana en este quinquenio.
Si los recursos mínimos indispensables se pusieron y ponen en fecha, si los productores cumplen sus compromisos y trabajan como es, si el comercio agropecuario se encarrila, si el clima nos sigue acompañando (ha sido bienhechor hasta ahora), creo que este año tendremos la buena cosecha que nos merecemos. Y eso es algo imprescindible para empezar a volar.