Por simplista que es, muchas veces cuesta trabajo entender la forma de actuar del electorado norteamericano. Funciona con la inmediatez de lo último que pasa, pensando solamente en lo que tiene enfrente en el momento de votar. Se comporta volátil, variable y, por lo tanto, fácil de cambiar de bando a última hora. Solo mira el presente. El pasado no le importa y el futuro no le interesa. Apenas hay tiempo para el análisis racional, por lo que una cara bonita, una idea superficial o una frase pegajosa, supera cualquier propuesta seria y profunda. La frase que un político acuñó sobre el pueblo cubano, de que teníamos poca memoria, habría que, en realidad y justeza, aplicársela al pueblo de este país. Las multitudes que acuden a las urnas en Estados Unidos no se detienen ni un minuto en pensar quién creó las bases para su situación actual, sino quién la está manejando en el momento de emitir su voto.
Los republicanos, con George W. Bush a la cabeza, estuvieron ocho años desgobernando esta nación. Llevaron al país a la crisis económica más grande que haya padecido desde la década de los 30 del siglo pasado, nos hundieron en dos guerras espantosas que han provocado decenas de miles de víctimas y con la excusa del terrorismo, aprobaron leyes y más leyes limitadoras de los derechos civiles de los ciudadanos. Para paliar la crisis económica que ellos mismos habían creado, repartieron miles de millones de dólares entre las empresas y los bancos más poderosos del país. Cientos de millones de dólares fueron regalados a socios y compinches para la supuesta recuperación de lo que habían destruido en Iraq y Afganistán.
Mintieron tanto que hicieron de la mentira una forma de gobernar. Se rieron olímpicamente de la opinión pública actuando en política de forma deleznable, utilizando el miedo a las amenazas terroristas para conseguir una y otra vez los objetivos que perseguían. Acorralaron a sus adversarios políticos amenazándolos con acusarlos de antipatrióticos si no aprobaban sus agendas y sus proposiciones. Así, de esa forma, se comportaron los republicanos hace solamente dos años, cuando ostentaban el poder en Washington. Así gobernaron durante todo el período de W. Bush.
Lo que los sacó del poder en 2008 fue sencillamente que el desastre económico explotó solo unas semanas antes de las elecciones presidenciales. De no haber ocurrido con tan poco tiempo de antelación, a pesar de todas las barbaridades que habían cometido en los últimos ocho años, estoy seguro que hubiesen ganado aquellas elecciones.
La gran diferencia entre los republicanos y sus rivales, los demócratas, es que aquellos funcionan como un partido unido y disciplinado. Lo mismo los votantes que los funcionarios electos, cuando votan, lo hacen siguiendo la línea del partido. Su agenda cada vez es más derechista y más reaccionaria. Logran algo que es casi imposible de imaginar, y es que los ciudadanos voten en contra de sus propios intereses. En la Florida, por ejemplo, logran el voto de los ancianos cubanoamericanos hablándoles de que van a «liberar» a Cuba del Gobierno revolucionario, mientras en la realidad les eliminan programas sociales que los demócratas apoyan.
En las elecciones que se acaban de realizar en la Florida, ganaron la gobernación con un candidato que fue presidente de una empresa de salud, la cual tuvo que pagar más de mil millones de dólares en multas por fraude al Medicare; un puesto al Senado federal por uno de los candidatos más reaccionarios del país, un hombre que reside, por sus ideas, en lo más profundo de las cavernas políticas, y una representación al Congreso con un ignorante que le ha costado millones de dólares al Estado en gastos legales, por culpa de las más descabelladas propuestas de leyes presentadas durante su estancia en el Congreso estatal.
Los republicanos, por culpa de la olvidadiza memoria de los votantes de este país, vuelven al control del Congreso federal, y acortaron la diferencia en el Senado. Si gracias a la desunión de los demócratas el Presidente poco pudo avanzar en su agenda política prometida, a pesar de tener una mayoría aplastante en el Congreso. Veo muy difícil el camino que le queda por delante a Barack Obama en sus próximos dos años en la presidencia. Los demócratas no supieron aprovechar la ventaja que obtuvieron hace dos años, cuando llegaron a controlar, por amplio margen, el Congreso y el Senado de los Estados Unidos. Tal parece que los republicanos, por su arrogancia, su unión, su disciplina y por la escasa memoria del electorado de este país, sí saben lo que hacen y saben conseguir sus objetivos.
*Periodista cubano radicado en Miami