Llegué a La Habana un día después de la explosión de una bomba en el Hotel Copacabana, de la Calle 1ra., en Miramar, que terminó la vida de un joven turista italiano que tomaba un café a pocos metros de donde uno de los enviados de Luis Posada Carriles la había colocado, en un cenicero de pie que estaba situado al costado de la pequeña barra del lobby del hotel. Cada vez que voy a esa ciudad, me quedo en ese hotel o en casas cercanas al mismo.
En esa ocasión, me estaba quedando al cruzar la calle. Como muchos de los empleados del hotel me conocen, me contaron en detalle lo que había sucedido el día anterior en aquel lugar de recreo. ¿Cuál era la intención de Luis Posada Carriles y de los que estaban detrás de él, financiándolo? Sencillamente, crear el terror entre los turistas que visitaban Cuba. ¿Hay alguna forma de llamar al que crea el terror, que no sea terrorista?
Solo la extrema derecha de Miami llama a estas personas de forma diferente a como se les llama en el resto del mundo. Aquí los llaman «militantes anticomunistas», «patriotas», «activistas anticastristas», «luchadores por la libertad», etc., etc., y el Gobierno de Estados Unidos, para complacer a estos cavernícolas, los deja que se paseen por las calles de esta ciudad, que vayan a fiestas sociales, que acudan a los programas de radio y televisión. No solamente no se meten con ellos, sino que los protegen. Cuando se llevó a cabo el juicio contra los cinco jóvenes cubanos en esta ciudad, muchos de esos terroristas fueron a la Corte a testificar contra ellos. Ahí está el caso de José Basulto León y de Rodolfo Frómeta Caballero, que fueron testigos estrellas en contra de los jóvenes cubanos.
Como es bien sabido, los cinco cubanos fueron condenados a largas penas, las cuales cumplen en diferentes cárceles de este país. Tanto Frómeta como Basulto gozan de buena salud, caminando por las calles de Miami sin ningún tipo de cargos en su contra. Así andan también todos los miembros del grupo que fueron condenados y mandados a la cárcel en Panamá por posesión de explosivos, cuando planeaban un acto terrorista en la Universidad de aquel país, que, de haberse llevado a cabo, hubiese costado cientos de vidas. Todo ese grupo está tranquilo y «tropical», tomando el sol miamense sin que haya autoridad que los moleste. Por aquí anda, cogiendo fresco en los parques, Orlando Bosch, uno de los autores del atentado contra un avión de Cubana de Aviación, donde perdieron la vida decenas de personas que viajaban en el mismo, y que también camina alegremente por la ciudad. Y qué decir de Santiago Álvarez Fernández-Magriñá, a quien lo cogieron con un cargamento de armas y explosivos, lo condenaron a cuatro años de cárcel y al entregar más armas y explosivos, lo mandaron para su casa a descansar.
Es decir, que a los muchachos cubanos que estaban aquí para investigar las acciones de estos tipos, que en ningún momento espiaron en contra de Estados Unidos, y que por supuesto no entregaron a su Gobierno ninguna información clasificada o no clasificada sobre este país, los condenaron a largos períodos de privación de libertad, y hasta a dos cadenas perpetuas a uno de ellos, y sin embargo, los comprobados terroristas de origen cubano disfrutan de plena libertad en este país, que se proclama a sí mismo como el campeón en la defensa de los derechos humanos y el líder en la lucha antiterrorista mundial.
Los cubanos antiterroristas llevan 12 años encerrados en las cárceles de este país y en muchas ocasiones aislados de la población penal, castigados injustamente y llevados, en más de una ocasión, al hueco. De más está decir, que las autoridades de EE.UU. se han ensañado con ellos, llegando al extremo de negar visas a familiares de algunos, impidiendo que puedan visitarlos en los centros penitenciarios en donde se encuentran recluidos.
¿Por qué ha caído en tan tamaña contradicción el Gobierno de Estados Unidos? ¿Por qué dicen estar empeñados en una guerra sin cuartel en contra del terrorismo, y existen terroristas de origen cubano caminando libremente por las calles de Miami? De un golpe, el presidente Barack Obama puede resolver este doble rasero que se ha creado. De solo un plumazo puede mandar para sus casas en Cuba a los cinco jóvenes cubanos, y de otro, podría darle instrucciones al Departamento de Justicia para que inicie una investigación sobre las actividades de los terroristas de origen cubano en esta ciudad, y que con ello comience el camino para que vayan directamente a las cárceles. De tan solo un plumazo, señor Presidente.
*Periodista cubano radicado en Miami