Pocos días atrás, alguien preguntó al primer ministro británico David Cameron si el Reino Unido estaría dispuesto a devolver el diamante Koh-i-Noor a la India, de donde lo sustrajeron en tiempos coloniales para adornar la corona de Her Gratious Majestic the Queen. Estaba cantado: «¡No! ¿Se imaginan si comenzáramos a devolverlo todo? El Museo Británico se vaciaría».
Son deudas del pasado, y es mejor —opinan las ex metrópolis— dejarlas tranquilitas, dormidas. Además, un diamante es solo eso, una pobre piedra, un resplandeciente trozo de roca, de esos que sirven para cautivar a las Marylin Monroe and Co. Si la recuperara, descontando que se haría justicia, la India no sería mucho más rica, ni menos desigual…
Pero, ¿qué hay cuando del expolio de antaño depende el atraso de millones en el presente? Es el caso de Haití. Para preservar la independencia que los esclavos le arrebataron al ejército colonial en los albores del siglo XIX, Francia exigió el pago de 150 millones de francos oro, como condición para no enviar expediciones que acabaran retomando el país y reimplantando la servidumbre.
Pues bien, hasta 1947, Haití estuvo pagando quilo sobre quilo lo que hoy equivaldría a 17 000 millones de euros. Y tras el terremoto de 2010, cuando los primeros cálculos apuntaron a que se necesitarían al menos 11 500 millones de euros, se reactivó el pedido: París debe devolverle a su ex colonia el dinero que nunca debió cobrar.
¿Que es cosa de la historia remota? Bueno, en verdad trae a la mente aquellos impuestos que ciertos reinos títeres debían entregar periódicamente a la Roma de los césares para evitar que sus legiones les cayeran encima. Pero si se conoce que Haití estuvo pagando ese bárbaro tributo casi hasta ayer mismo, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, entonces la cuestión de si es historia lejana y olvidable no cabe. ¿Por qué no devolver lo que está aún tan fresco?
Por estos días, una carta firmada por intelectuales y políticos de varios países —incluido el pensador Noam Chomsky— insiste en el reclamo al mandatario galo Nicolás Sarkozy: «Teniendo en cuenta las necesidades financieras urgentes de este país (…), le pedimos, señor Presidente, que devuelva a Haití, primera república negra de la historia, la deuda histórica de su independencia».
Y la respuesta no tardó: «Tenemos una actitud abierta para reforzar nuestra cooperación con Haití, pero sobre la exigencia misma, no hay comentarios ni base jurídica», dijo una portavoz oficial. ¿Cifras actuales de ayuda francesa tras el sismo? Mmm…, ¡24 millones de euros!
Sorprende la negativa, máxime cuando se recuerda que el 10 de mayo de 2001 el Senado francés reconoció la esclavitud como un «crimen contra la Humanidad», y en ello tuvo mucho que ver la implicación personal del entonces presidente Jacques Chirac, quien se enorgulleció de que Francia fuera el primer país en efectuar ese pronunciamiento. En 2006, un año antes de irse, decretó que el 10 de mayo serviría en adelante para conmemorar la abolición de la esclavitud y «honrar el recuerdo» de los que padecieron ese yugo.
¡Muy bien, sinceramente! Pero no estaría mal acompañar el arrepentimiento con algún gesto efectivo hacia un país fundado por sus antiguos esclavos. Además, ¡es lo verdaderamente justo! Si alguien viene manejando un auto y choca el de otro conductor, este le agradecerá sus disculpas. «Sí, claro, te perdono, no hay agravio, valoro mucho tu buena voluntad. Pero ¿y el carro? Me pagarás el arreglo, ¿no?».
Desde el Palacio del Elíseo insisten en que «no hay comentarios». Busco entonces rápidamente los datos del gasto militar francés en 2009. El Instituto Internacional de Investigaciones por la Paz, de Estocolmo, lo ubica en 50 000 millones de euros. No es poco, ciertamente, sobre todo cuando buena parte se dedica a mantener listo un arsenal nuclear que no sabe si será empleado. Luego, ¿es tan difícil reparar el daño, hacer justicia?
A fin de cuentas, ¡vamos, que nadie está pidiendo devolver la Mona Lisa…!