¿Acaso sería apropiado el término «cínico»? ¿Abarcaría tanta impudicia y crueldad? ¿Sería la palabra exacta para retratar la sordidez de esta justificación a sus crímenes de guerra? El Pentágono ha dicho que seguirá empleando las bombas cluster, y las describió como «armas legítimas con clara utilidad militar», porque «ellas proveen distintas ventajas contra un rango de blancos» y «su uso reduce los riesgos para las fuerzas de EE.UU. y puede salvar vidas de estadounidenses». Por tanto, con total desvergüenza, el Departamento de Defensa dijo en una nota de prensa que continuará empleando las cluster «de una forma consistente con la ley de los conflictos armados».
En Afganistán lanzaron paquetes de alimentos y bombas cluster de semejante apariencia y color: un crimen más. Recordemos que este artefacto, que al ser lanzado se multiplica en cientos de pequeñas y mortíferas bombas, tiene la capacidad de multiplicar los efectos letales o mutiladores en un radio mayor que otros armamentos, y además mantienen su capacidad destructiva porque no todas explotan al tocar la superficie, pero sí estallan al contacto de cualquier persona o vehículo.
La decisión hecha pública el pasado día 9 constituye, además, una burla a más de un centenar de países de la comunidad internacional, reunidos en Dublín, que en mayo firmaron un tratado prohibiendo el uso de las bombas cluster; pero Estados Unidos fue uno de los poquísimos países que se negó a acatar un acuerdo dictado por el raciocinio humano.
Dicen que la guerra es un asesinato en masa civilizado. La administración de Bush, el hijo, lo ha preferido como modus operandi para imponerse sobre el resto del mundo. Le sobran armas y mala voluntad para lo perverso. Las cluster son apenas un atisbo de su poder de destrucción, pero la ignominia de justificar su uso y proclamarlo con desfachatez no puede ser pasado por alto, debe ser condenado.