Desde hace meses, la Casa Blanca de George W. Bush conversa, discute y presiona un acuerdo con el gobierno de Nuri al-Maliki, una «alianza estratégica», un contrato de seguridad que asegure la presencia militar estadounidense en Iraq y abra la puerta ancha a las gigantes petroleras y otros capitales, garantizándoles al Imperio y sus empresas tener al país mesopotámico enyugado de por vida.
Las aristas de lo que se está congeniando con los ocupantes son varias y cada cual tiene su particular importancia y objetivos, pero probablemente la de mayor impacto es la que consolidaría la motivación real de la guerra emprendida en marzo de 2003: apoderarse de las riquezas petroleras, consideradas entre las primeras del mundo.
Primero con soldados y ahora los consorcios tras el petróleo iraquí. Foto: AFP Hace 36 años, el oro negro se les fue de las manos cuando fueron cerradas las concesiones y Saddam Hussein nacionalizó los campos petrolíferos, la producción y la comercialización del crudo. Ahora, cuatro de las poderosas que fueron originalmente las integrantes de la llamada Iraq Petroleum Company, están a punto de reapoderarse de esas riquezas que explotaron desde los años 20 del pasado siglo hasta 1972, y como van las cosas tienen casi la seguridad de que en este mes se firmen los contratos. El diario The New York Times dio la fecha exacta: 30 de junio, según supo de fuentes de ese sector económico.
La norteamericana ExxonMobil, las británicas Shell y British Petroleum (BP) y la francesa Total, acompañadas ahora por Chevron y un número de pequeñas compañías, porque todo el mundo quiere su pedazo del pastel, están sentadas a la mesa de las conversaciones con el Ministerio del Petróleo de Iraq, que ya está produciendo 2,5 millones de barriles diarios gracias a los mayores operativos de seguridad realizados en ese país en guerra. Y las posibilidades son mayores (hasta tres millones de barriles diarios en breve tiempo y hasta seis millones en unos pocos años más). Con razón se les hace la boca agua, cuando el precio del hidrocarburo ha llegado a los 140 dólares el barril.
Al mismo tiempo, la presencia de consejeros estadounidenses en el Ministerio iraquí, no pocos de ellos procedentes de esas grandes hermanas petroleras occidentales, parece haber propiciado el portazo en las narices a las empresas rusas, chinas e indias que tuvieron negocios mixtos con el Iraq anterior y también proporcionaron asistencia técnica ahora, pues prácticamente se les saca del escenario.
Se advierte que los próximos contratos de ayuda técnica serán a muy corto plazo —dos a tres años—, pero ese es apenas el entrante para cuando la mesa sea servida con los platos fuertes de las grandes concesiones, todavía en manos de una legislación a proveer por el parlamento iraquí.
Assem Jihah, vocero del Ministerio del Petróleo citado por el periódico neoyorquino, dio la clave cuando dijo que las compañías a quienes se les otorgará la prioridad son las que les han proporcionado «consejos gratuitos» para los trabajos específicos en el terreno y no es casualidad que se lleven el contrato en esos mismos campos.
Sin embargo, hubo una excepción —apuntó el diario— pues el campo de Qurna Occidental, en las afueras de Basora, fue asesorado por la compañía rusa Lukoil, con un contrato desde la época de Saddam Hussein, y dio entrenamiento a los ingenieros iraquíes y ahora se les paga con falsa moneda: el contrato fue ofrecido a los consorcios Chevron y Total.
La revista especializada MEES precisa detalles de los acuerdos a punto de ser firmados, o anunciados oficialmente: los yacimientos petrolíferos de Kirkuk van a manos de la Shell; los de Rumaila para la BP; ExxonMobil estará en Al-Zoubair; y dijimos que Chevron y Total se llevan Qurna-Quest Fase I; mientras que en los campos de la provincia de Missan repite Shell y también BHP Billiton, y en los de Subba y Luhais son para tres no tan nombradas: Anadarko, Vitol y Dome, de los Emiratos Árabes Unidos.
Los acuerdos tienen ya un precedente cuando en marzo pasado el gobierno iraquí autorizó al Ministerio del Petróleo la firma de tratados por 500 millones de dólares cada uno.
El negocio parece ir viento en popa, aunque todavía las tres velas que pudieran darle el impulso final a la entrega de las riquezas iraquíes, parecen enredadas en desavenencias políticas; hablamos de sunnitas, chiitas y kurdos.
Un acuerdo por el petróleo pudiera llevar al desencuentro y la temida —pero no por estos consorcios— división del país mesopotámico. Pero esos asuntos de seguridad y territorialidad están en las otras aristas y necesitan otra ojeada.