Una semana atrás, la caricatura editorial del semanario venezolano Temas, mostraba a una Caperucita Roja, que preguntaba con picardía al lobo disfrazado y «convaleciente»: «¿Abuelita, para qué son esas encuestas tan infladotas?».
Más allá del típico humor caribeño-sudamericano, Temas nos ponía frente a una de las estrategias opositoras para desconocer los resultados del Referendo Constitucional, que este 2 de diciembre pone a escoger al pueblo venezolano entre el SÍ y el NO. Es decir, entre la supervivencia de un proceso revolucionario necesitado de romper la estática (para seguir avanzando) y los intereses de la oligarquía y de la ambición imperialista por dominar los pozos petroleros del mundo. No es un simple acto refrendario, sino la continuidad en las urnas de una disputa histórica: Bolívar vs. Monroe.
Este domingo, a no dudar, el valiente pueblo bolivariano volverá a reeditar otra importante victoria electoral. Pero esta vez, también sin duda alguna, la oposición no reconocerá los resultados. ¿Cómo se resolverá entonces esa encrucijada donde una minoría se niega a aceptar la decisión de la mayoría? ¿Cuál es el objetivo de quienes mueven los hilos de las marionetas opositoras? ¿A dónde quieren llevar los imperialistas al proceso revolucionario bolivariano?
Las respuestas ya están escritas en la Reflexión del Comandante en Jefe: «Un pueblo bajo el fuego». Texto avalado por el incuestionable olfato táctico y estratégico de Fidel, que es hoy por hoy el mejor conocedor de las conductas y las actuaciones de los estrategas imperialistas: «Los medios más sofisticados desarrollados por la tecnología, utilizados para matar seres humanos y someter a los pueblos o exterminarlos; la siembra masiva de reflejos condicionados en la mente; el consumismo y todos los recursos disponibles, se emplean hoy contra los venezolanos, pretendiendo hacer trizas las ideas de Bolívar y Martí».
Atrapados sin salida
En este minuto la oposición venezolana está atrapada en el escenario de la confrontación. Así lo diseñaron sus mentores gringos. Durante meses, realizaron una campaña mediática de engaños que caló y condicionó la mente de sus seguidores. Le hicieron creer a esa masa (generalmente de rubios, ojos claros y alto contenido de silicona) que esta vez tenían una real posibilidad de triunfo. Aparecieron las encuestas que acortaron cada cinco días la diferencia entre el SÍ y el NO, para mostrar a la opinión pública que habían alcanzado cifras irreversibles. Como en otros procesos electorales, anunciaron que ya habían «derrotado» a Chávez en el «heroico» campo de batalla de las encuestas.
Paralelamente, azuzaron al movimiento estudiantil opositor y siguiendo la receta de las «revoluciones de colores», intentaron colocar rostros frescos a las filas de una desgastada y desprestigiada oligarquía. Pusieron tras esas movilizaciones cientos de cámaras y horas de transmisión en vivo de televisión, para ocultar que el verdadero movimiento estudiantil venezolano está en los cerca de dos millones de muchachos humildes, que accedieron a la Educación Superior gracias al proceso revolucionario. De ese criminal laboratorio mediático, que utiliza a los jóvenes como tontos útiles, ya ha nacido un «líder» de 23 años al que la prensa española dedica amplios espacios, para promocionar su aspiración: «Quiero ser presidente».
El otro escalón del plan fue el de incorporar a favor del voto por el NO a los tradicionales sectores abstencionistas de la oposición, que a su vez han sido en los últimos años los más radicales y promotores de las vías violentas. Y después el «milagro»: una oposición fragmentada, dividida por intereses y odios, sin un comando de campaña y sin líderes reales, aparece «unida» en el afán de ir a las urnas, votar, y después no reconocer los resultados del Consejo Nacional Electoral. Han cantado fraude por anticipado. Lo declaran públicamente en Globovisión y en CNN... Y con ello intentan desconocer el seguro triunfo chavista y comenzar las anunciadas «guarimbas» desestabilizadoras.
Todo ese vía cruxis ha sido dirigido desde la embajada norteamericana en Caracas. De allí ha salido el esquema de los focos de protesta estudiantil, con las manitos blancas levantadas y pidiendo «libertad» en un país donde tienen los canales de televisión, los periódicos y las calles para manifestarse libremente; donde apedrean a las fuerzas del orden, cierran autopistas y queman autobuses.
«El imperio —ya lo sentenció Fidel en su reflexión— ha creado las condiciones propicias para la violencia y los conflictos internos».
La victoria como única opción
Para los bolivarianos no hay otra salida posible. Es SÍ o SÍ. Ceder ante la estrategia imperialista les cercenaría la marcha histórica hacia una sociedad cada vez más justa. Hoy, se lo juegan todo para que se respete para siempre el voto de la mayoría. Ese espíritu de victoria del pueblo (el mismo que acompaña a Chávez desde 1999) decidirá hoy en las urnas. Pero esta vez no se trata solo de ganar. Hay que triunfar y defender el triunfo.
La oposición (y los asesores yanquis) saben perfectamente que no existe hoy ninguna potencialidad capaz de materializar exitosamente un intento de golpe o de paro, ni de sumar a militares sediciosos con capacidad de mando y fuerzas. El Ejército (para decirlo con una palabra muy venezolana que aquí significa fidelidad), está «resteado» con su Comandante en Jefe. Por eso, el pataleo opositor después de los resultados, de seguro favorables al SÍ, quedará reducido al intento de crear pequeños focos de violencia y de sabotaje, cerrando calles, quemando cauchos y creando caos, para provocar a las fuerzas del orden, buscar la confrontación y algún que otro hecho de sangre.
«Este domingo le daremos otro nocaut a Bush, al imperialismo. Que nadie se olvide que ese es el fondo de esta batalla. Una batalla que ya tiene 500 años». Le sobra razón al Presidente Chávez. Basta repasar durante unos minutos las imágenes de las dos concentraciones de cierre de campaña: los rostros de quienes defienden el Sí y los rostros de quienes defienden el NO. Es el enfrentamiento histórico entre los hijos de Bolívar y los oligarcas que sembró el colonialismo y cultivó Monroe en América Latina. La sangre india que se niega a aceptar la imposición de la sangre imperial. Es el pueblo feliz que hoy defiende junto a Chávez el petróleo y la libertad de elegir la sociedad que quieren para ellos y sus hijos. Ante tan noble y digna elección, a los revolucionarios no nos queda otra opción que apostar por Bolívar.