He aguantado muchas calumnias y odio desde que Casey fue muerto, y especialmente desde que me convertí en el llamado «rostro» del movimiento estadounidense contra la guerra. Especialmente desde que renuncié a cualquier nexo con el Partido Demócrata, he sido basureada en los «blogs liberales» como Democratic Underground. Ser tildada de «puta figurona» o que me dijeran «largo» son algunos de los más suaves apelativos que recibí.
He llegado a unas conclusiones descorazonadoras esta mañana del Día de los Caídos. No son reflexiones hechas al calor del momento, sino ideas que estuve meditando casi un año ya...
La primera conclusión es que fui la consentida de la llamada izquierda mientras mis protestas se limitaron a George Bush y al Partido Republicano...
Sin embargo, cuando comencé a someter al Partido Demócrata a los mismos estándares a los que sometí al Partido Republicano, el apoyo a mi causa comenzó a quebrarse y la «izquierda» comenzó a marcarme con las mismas calumnias que usaba la derecha...
Se me considera una radical porque creo que la política partidaria debería dejarse de lado cuando cientos de miles de personas mueren por una guerra basada en las mentiras que apoyan los demócratas y los republicanos...
He invertido todo lo que tengo en tratar de traer la paz con justicia a un país que no quiere ninguna... He gastado cada centavo disponible que tuve del dinero que me dio un país «agradecido» cuando mataron a mi hijo, y cada moneda que recibí por discursos o ventas de libros desde entonces. He sacrificado un matrimonio de 29 años y he viajado por largos períodos de tiempo lejos del hermano de Casey y de sus hermanas, y mi salud ha sufrido y mis cuentas de hospital del verano pasado (cuando casi me muero) siguen sin pagarse, porque he utilizado toda mi energía tratando de detener a este país en su matanza de seres humanos inocentes...
La conclusión más devastadora a la que llegué esta mañana, sin embargo, fue que Casey de verdad murió por nada. Su preciosa sangre se derramó en un país muy lejos de su familia que lo ama, asesinado por su propio país, atrapado y dirigido por una maquinaria de guerra que inclusive controla lo que pensamos. He tratado todo el tiempo desde que murió de hacer que su sacrificio tenga sentido. Casey murió por un país que se preocupa más acerca de quién será el próximo «Ídolo Americano» que por cuánta gente será asesinada en los próximos meses mientras los demócratas y los republicanos hacen política con vidas humanas. Es muy doloroso para mí saber que este sistema me tuvo convencida por tantos años y que Casey pagó el precio de esa lealtad. Le fallé a mi niño, y eso es lo que duele más.
Nuestros valerosos jóvenes y muchachas en Iraq han sido abandonados ahí indefinidamente por sus cobardes líderes, que los mueven como peones en un tablero de destrucción, y el pueblo iraquí ha sido condenado a muerte, y a un destino peor que la muerte, por personas que se preocupan más por las elecciones que por la gente. Como sea, en cinco, 10 o 15 años, nuestras tropas regresarán a casa cojeando en otra derrota abyecta, y diez o 20 años después, los hijos de nuestros hijos estarán viendo a sus seres queridos morir sin razón, porque sus abuelos también estaban convencidos con este sistema corrupto. George Bush nunca será impugnado, porque si los demócratas escarban muy hondo pueden desenterrar algunos esqueletos en sus propias tumbas, y el sistema se perpetuará.
Voy a tomar lo que me quede y me iré a mi casa. Voy a irme a mi casa y ser una madre para los hijos que me quedan, y trataré de volver a ganarme algo de lo que perdí. Trataré de mantener y alimentar algunas relaciones muy positivas que encontré en este viaje que me forzaron a hacer cuando Casey murió, y trataré de recompensar a algunos que quedaron apartados desde que comencé esta resuelta cruzada para intentar cambiar un paradigma que está ahora, me temo, grabado en un mármol inamovible, duro y rígidamente mendaz.
Esta es mi carta de renuncia como «rostro» del movimiento contra la guerra estadounidense. Este no es el momento de retirarme, porque nunca dejaré de tratar de ayudar a la gente en este mundo que son agredidos por el imperio de los viejos y buenos Estados Unidos de América, pero ya terminé de trabajar dentro o fuera de este sistema. Este sistema forzosamente se resiste a ser ayudado y se come a la gente que quiere hacerlo. Me salgo antes de que me consuma totalmente o a más gente que amo y depende de mis recursos.
Adiós. Estados Unidos no es el país que amo y finalmente me di cuenta de que, no importa cuánto me sacrifique, no puedo hacerlo ser ese país, a menos que ustedes quieran.
Ahora les toca a ustedes. (Fragmentos. Tomado de Resumen Latinoamericano)