Premonición de la Guerra Civil, de 1936, refleja la preocupación de Dalí por las tensiones que se cernían sobre España. Semejantes espectros son agitados hoy por el derechista José María Aznar y otros en la cúpula del Partido Popular.
Como las almas que arrastran sus cadenas por las sombrías habitaciones de los castillos medievales, Aznar tampoco descansa. ¡Hasta cansar a España...!Hoy, que habrá elecciones autonómicas y municipales en el país europeo, el purgante espíritu del ex jefe derechista rondará las urnas. Lo último de su cosecha, en sus arranques contra el actual gabinete del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fue decir, durante un acto de campaña del Partido Popular (PP), que «media España no acepta a la otra media, y eso, que nos condujo a lo peor de nuestra historia hace 70 años, es el esquema político que se quiere repetir ahora».
O sea, que en su opinión, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero azuza las mismas rencillas que derivaron en la Guerra Civil (1936-1939), causante de la muerte de un millón de españoles y el exilio de otros millones.
Pues bien, Aznar hace la comparación alegremente. Y cuando se le pide a su sucesor, Mariano Rajoy, que lo desautorice, ¡lo aprueba! ¿Qué se puede esperar, si él mismo ha dicho que «Zapatero pide el voto para ceder ante (el grupo separatista armado vasco) ETA, y yo, para derrotarla»? Aunque en ocho años del PP en La Moncloa (la sede del gobierno), no hubo tal derrota...
Es lo que, en el argot político español se ha dado en llamar la «crispación». Crispar, según la Real Academia, es irritar, exasperar, y esta ha sido la estrategia del PP desde que asumió el poder el gobierno socialista: que la derecha se muestre absolutamente intolerante y descalifique, desde la A hasta la Z, todas las decisiones gubernamentales.
En este clima de enfrentamiento, unos 35 millones de electores podrán elegir la conformación de más de 8 000 ayuntamientos y a las autoridades de 13 comunidades autónomas: Aragón, Asturias, Islas Baleares, Islas Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Madrid, Murcia, Navarra, La Rioja y Valencia.
Según analistas, es poco probable que cambie el signo político de las autonomías, con excepción de Navarra, donde la derechista Unión del Pueblo Navarro siente en los sondeos la presión de los socialistas y de la formación de izquierdas Nafarroa Bai.
Y es que se han debatido pocos temas de los que realmente interesarían a los ciudadanos. Lo principal ha sido los ataques mutuos: contra el PSOE, su supuesta claudicación ante ETA, porque desautorizó solo la mitad de las listas de Acción Nacionalista Vasca, una fuerza en que se presume se «colaron» candidatos de Batasuna, el ilegalizado partido que muchos vinculan con ETA.
Contra el PP, se esgrime el empedernido pesimismo que le empuja a deplorar todo lo que hace el gobierno, y también su rechazo a admitir que engañaron al pueblo español dos veces: cuando Aznar juró que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, y cuando el 11 de marzo de 2004 culparon a ETA por los atentados de Madrid, para quitarse el pesado fardo de una venganza islamista por la agresión contra Iraq.
Pero Zapatero les ha dicho más, con resultados en la mano: 170 millones de euros engrosan diariamente la riqueza nacional, se han creado miles de empleos, y la alcancía de la Seguridad Social atesora 40 000 millones de euros, la mayor cifra en toda la Unión Europea. Argumentos que —espera— el votante reconocerá y premiará. Tanto ahora como en los comicios generales de 2008.
Y al impenitente fantasma, una aclaración: «España —replicó el gobernante socialista— es para que nos una. No tiene dos mitades como dice Aznar. Tiene un pueblo y quiere vivir, unida y en convivencia, pensando en el futuro».
Previsiblemente, sin nada sólido que mostrar, los espectros del PP seguirán arrastrando las cadenas de la crispación...