Las impactantes escenas del 11 de marzo. Foto: AP Lo sabían. Pero no lo dijeron.
Las 191 vidas arrancadas de cuajo por las bombas que estallaron en cuatro de los trenes de cercanías de Madrid, el 11 de marzo de 2004, valían menos que los votos que tres días después esperaban cosechar.
Por eso mintieron: cargaron a ETA con toda la culpa y miraron hacia otro lado cuando les mencionaron las fuertes evidencias de que podía tratarse de terroristas islámicos.
Tanta afición le cogieron a la mentira, que tres años después, aún se la creen. ¡Y no se disculpan!
A pesar de todo, el entonces secretario general del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, es hoy el jefe de la oposición parlamentaria; y el que fue ministro del Interior, Ángel Acebes, es secretario general de dicha fuerza política. ¿Acaso quedó algo de vuestra vergüenza, señorías?
La verdad sigue tocando con insistencia a las puertas de la derecha en el juicio que se les sigue en la capital española a 29 acusados por la masacre. Los testimonios de dos ex jefes policiales durante la era de José María Aznar, han dejado bien claro lo siguiente: el gobierno, desde la misma tarde del 11 de marzo, dominaba pruebas de que el grupo separatista vasco no había sido el autor.
La primera: no había habido una llamada previa, como suele ser su modus operandi, y la segunda: el explosivo escogido no era Titadyne, el empleado usualmente por ETA. Asimismo, la policía había hallado una camioneta en Alcalá con siete detonadores y una cinta en árabe con versículos del Corán, el libro sagrado musulmán.
No obstante, nada de ello sirvió para que el ministro Acebes echara a un lado la desfachatez, y poco después de las ocho de la noche, afirmaba en rueda de prensa que era la dinamita «habitual de la banda terrorista ETA».
¿Por qué el empecinamiento en el grupo armado vasco? Simple: a la vista estaban las elecciones del día 14, y Rajoy, candidato a la presidencia del gobierno, ya los había amenazado: «¡Voy a por ellos!». Y lo más importante: Aznar había metido a España en la aventura iraquí de su amigo George, y había enviado tropas al país árabe desde agosto de 2003. Reconocer, sin más ni más, la implicación de musulmanes en los atentados, era dar la razón a quienes veían venir tal represalia, y al 80 por ciento de los españoles que se opusieron a la agresión desde antes de que cayera el primer Tomahawk sobre Bagdad.
Un vistazo a los acontecimientos que siguieron a los estallidos en los trenes de Madrid, apunta implacablemente contra la cúpula del PP. Acebes seguía mencionando a ETA incluso el 13 de marzo, cuando los expertos ya la habían descartado, y solo ese día reconoció ante la prensa la existencia de una segunda línea de pesquisas hacia la pista islámica, ¡pese a que, desde el primer momento los investigadores ya la consideraban y se lo habían informado!
De modo que el proceso va demostrando el papel de «gatica de María Ramos» que todo este tiempo ha asumido «gloriosamente» la derecha española. Y más se sabrá, pues otro ex funcionario policial y actual eurodiputado, Agustín Díaz de Mera, ha querido justificar al anterior gobierno, diciendo que había un informe sobre la vinculación entre ETA y los islamistas. El tal papel hasta ahora no ha aparecido, pero ya que se menciona, a la fiscalía le ha interesado...
A la luz de todo esto, una preguntita: ¿Qué hace el señor Rajoy encabezando manifestaciones contra el Partido Socialista por su política de diálogo con ETA, cuando tiene un verdadero lodazal bajo su propia alfombra?
Y otra: ¿Se mantendrán él y Acebes en sus cómodos puestos si el tribunal —si es que hay justicia en este mundo— los fulmina con un rayo de desaprobación?
«¡Rediez! ¿Qué nos haremos, Mariano?».