La comunidad norteamericana de inteligencia, superpoblada y costosa, anda de capa caída. De nada valen fracasos, críticas congresionales, reestructuraciones y superdirectores. Fueron el conejillo de indias en Iraq para justificar una invasión fallida, no han podido localizar a Bin Laden ni tampoco prevenir el ataque suicida contra la base de Bagram, en Afganistán, donde estaba el vicepresidente Cheney; desandan el mismo camino iraquí en Irán, y han cosechado un cero en sus predicciones sobre Cuba.
En tal cenagoso escenario, la primera movida fue el traslado de John Negroponte hacia el Departamento de Estado. Ahora se ha revelado la sustitución del jefe de la misión de inteligencia para Cuba y Venezuela, Norman Bailey, quien apenas llevaba tres meses en su cargo.
Nada se ha dicho oficialmente sobre la salida del funcionario, pero él mismo se ha encargado de divulgarlo por correo electrónico, según reveló The Miami Herald.
Nombrado en noviembre de 2006, Bailey había trabajado anteriormente en el Consejo Nacional de Seguridad, en el ejército y como asesor especial del ex presidente Reagan para asuntos de economía internacional. En su currículo consta que es especialista en proyectos de inteligencia y planificaciones conjuntas.
Al presentarlo en su cargo, Negroponte dijo que ha llegado en «momentos cruciales» en los cuales Cuba y Venezuela planteaban «cada vez más desafíos a la política exterior de Estados Unidos». Su función sería recopilar datos y análisis, llenar brechas en materia de inteligencia, planificar la implementación de estrategias y «asegurar que los formadores de política tengan un servicio de inteligencia rápido para tomar sus decisiones».
Tres meses, notables fracasos y un nuevo zar de la inteligencia han sido suficientes para que Bailey se vaya por la puerta trasera. Pese al presupuesto millonario asignado a la subversión en Cuba y las 16 agencias de inteligencia a su disposición, poco pudo hacer el «inteligentólogo» en estos 90 días, que no fuera ir de fiasco en fiasco.
Las afiebradas predicciones de la inteligencia norteamericana sobre la salud de Fidel llevan a cada rato a hacer el ridículo a funcionarios de la administración Bush. Cada nueva foto, video o llamada telefónica los hace meter la cabeza entre las piernas.
Pese al abultado Plan al que desde el 2004 le han estado añadiendo páginas y medidas para lograr una supuesta transición en Cuba, con capítulo secreto y todo, las puertas se le cierran todos los días en las narices al gobierno estadounidense. Lejos de estar llegando a su fin, como predecían, el proyecto revolucionario cubano se fortalece y avanza, con el maduro y sereno apoyo del pueblo.
Pero no escarmientan. En un artículo el martes en The Washington Post, el analista y ex diplomático Wayne Smith señalaba: «Las expectativas de la administración Bush del cambio de régimen en Cuba han demostrado estar marcadamente erradas, y los esfuerzos de llevarlo a cabo con medidas como controles de viajes y el aumento de las transmisiones de radio y TV Martí resultan patéticamente inefectivas». Obstinados en su delirante política, Bush y su pandilla reclaman del Congreso 45 millones en 2008 para sus planes anticubanos y hablan de «acelerar el día de un gobierno de transición». ¿Serán brutos o ciegos? Cuba ha derrotado a diez presidentes norteamericanos. ¿A cuántos jefes de inteligencia más?