Un cartel en Cochabamba dice el sentir del Foro Social. Foto: AP Quizá nunca antes tuviera sabor tan auténtico una cita presidencial latinoamericana como esta, en que Bolivia acoge a la II Cumbre Sudamericana de Naciones. Y no se trata solo de que el escenario sea la tierra andina bajo el liderazgo de Evo, el primer presidente indígena. Es que nunca el sentir y las necesidades de los pueblos del sur latinoamericano, estuvieron mejor representados en los gobiernos.
La mejor muestra de que los de arriba marchan atentos —aunque no al mismo paso— al mandato que les han dado los ciudadanos de a pie, está en la decisión adoptada por el Foro Social que sesionará simultáneamente a la cita cimera y contribuye a hacer de Bolivia, esta semana, centro del sur americano. No escenificarán protestas. Por el contrario: finalmente, el derrotero de la mayoría de los gobiernos de la región merece —y necesita— el acompañamiento de sus pueblos, mediante una exigencia constructiva que solo recuerde lo que aquellos se han comprometido a hacer.
Nunca en la historia regional hubo tantos mandatarios hermanados por propósitos que, a grandes rasgos, les unifican en el deseo compartido de gobernar con gallardía y hacer valer la soberanía, aunque no todos clasifiquen igual en el rasero que define las posiciones político-ideológicas.
El otro gran denominador común que les identifica es la conciencia de que no habrá desarrollo ni voz propia para sus países, sin la unidad continental.
Ese es el objetivo central de una cita que constituye la primera en firme de la Comunidad Sudamericana de Naciones luego de su reunión constitutiva en Cusco, Perú.
Contribución del anfitrión Evo Morales es la carta que a manera de plataforma programática ha enviado con antelación a la cita, para que la fragua de la Comunidad —aún recién nacida— rebase la sumatoria automática de la Comunidad Andina de Naciones y el Mercado Común del Sur, supere los meros propósitos de la integración física y comercial, y asuma los principios de complementariedad, solidaridad y respeto a las asimetrías que han hecho del ALBA hoy, con casi dos años de vida, la vanguardia de la integración real en América Latina.
El momento no podía ser más oportuno. Es más: difícilmente hubiese antes una oportunidad mejor.
La contundente reelección de Chávez ha asegurado el baluarte estratégico de los cambios, que podrán contar con el liderazgo regional de esa nueva Venezuela, su desinterés, y su concepción bolivariana que denomina «patria» a toda Latinoamérica. Contará con el apoyo de Brasil, donde la repetición de Lula asegura que el gigante sureño se mantenga de este lado de la nueva geografía regional, causa y consecuencia de «los nuevos tiempos».
A su vez, Kirchner materializa una estrategia nacionalista y antineoliberal que ha devuelto la dignidad a los argentinos mientras, en Uruguay, el gobierno del Frente Amplio de Tabaré Vázquez pone su mayor énfasis en saldar la deuda social. Contra el viento y la marea desatados por la oligarquía, Evo desanda en Bolivia los difíciles caminos de la refundación. Y ahora se añade el propósito de altivez y soberanía propuesto para Ecuador por Rafael Correa.
Sí: esta tiene que ser una Cumbre distinta.