Vísperas del XIX Congreso Obrero, me arriesgo a asegurar que la urgencia cardinal de la sociedad cubana hoy es potenciar el trabajo, como fórmula saneadora de ciertas distorsiones heredadas en estos años cruentos. Y en correspondencia, apremia la revitalización del maltrecho salario, hasta lograr reivindicarlo como la fórmula primordial de la redistribución de la riqueza.
Trabajo, salario… en ellos se ensañó ese desarticulador voraz que ha sido el Período Especial, a cuya resaca muchos no han podido sobrevivir intactos. Déficit de recursos y de financiamiento, paralizaciones, dualidad monetaria perniciosa y nuevas figuras que implicaron otras formas de ingresos más atractivas, junto a marginalidades y turbulencias que invirtieron tantas pirámides de la lógica económica. Todavía cualquier pícaro sin compromiso ingresa en un día lo que percibe en un mes un consagrado médico que salva vidas. Y con razón, ese facultativo se resiente por ello, aun cuando lo dé todo y resista.
La Ley de Distribución Socialista, aquello del siempre joven Marx de que de «cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo», ha languidecido en estos años.
Y ahora que a la luz de cierta recuperación sostenida vienen dándose pasos rearticuladores ya en un escenario económico irreversible, aun cuando se perciben intentos de inclinar la balanza hacia los que sudan la camisa o exprimen sus neuronas, todavía la armazón esencial, que son el trabajo y los salarios, están muy anclados en moldes y fórmulas anquilosados y rígidos, con honrosas excepciones. Incluso la esperanzadora experiencia del Perfeccionamiento Empresarial ha sufrido no pocos embates.
No presume este opinante de especialista ni adalid en temas tan delicados, pero está convencido de que, en la medida en que el trabajador promedio constate una relación estrecha entre los resultados de su labor y el bolsillo, el socialismo cubano fortalecerá sus posiciones.
No es una cuña economicista deslizada al calor del Congreso Obrero ni mucho menos. Porque, en el fondo, por esa insoslayable ligazón economía-política que el genio alemán de las barbas descubriera, la vindicación del trabajo y el salario es una cruzada estratégica, de fina y alta política para este socialismo tropical ya sin referentes ni moldes ni troqueles.
No pocas veces en el entramado social se suceden las campañas y los maratones por la eficiencia, los controles internos, el rigor, la disciplina laboral y económica y contra la corrupción, que no siempre trascienden el ámbito de las consignas. Es importante que calen en el inventario e imaginario popular estos propósitos. Pero, invirtiendo los términos, muchas de estas distorsiones en tal sentido, también pululan a la sombra de limitaciones y rigideces en materia de trabajo y salarios ya citadas, que nada tienen que ver con las formulaciones marxistas leninistas de la redistribución de la riqueza creada por la sociedad. Como que, tampoco puede lograrse una organización del trabajo y los salarios lo más científica y racional posible, si no hay un respaldo de producciones y utilidades en el universo empresarial cubano.
Del XIX Congreso de la CTC muchos esperan que vindique la vertiente obrera y laboriosa, que es la garantía del socialismo cubano ante tantas acechanzas y sutilezas exteriores y también internas. Claro, en un país que ha transformado su economía hacia una potenciación de los servicios y el capital humano, quizá el símbolo y móvil ya no sea aquella rueda dentada movida por sudorosos y tiznados operarios, sino un generoso cerebro. Pero en esencia, el asunto es conectar el bolsillo, las neuronas y el corazón del sujeto con el objeto de la economía. Lo otro es estéril escarceo, adecuación constante que tiene sus desgastes.