Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Allí está mi novia!

Autor:

Víctor Joaquín Ortega

—¡Date preso, Machadito!

Los azules manchan la cafetería de Espada y Jovellar donde José Machado Rodríguez merienda acompañado de la novia.

—Vete, Leo, y avísale a Fructuoso, susurra. Ella obedece mientras él se vira hacia los tres guardias.

—Llévenme, pero primero voy a terminar de comer.

 Los policías tuvieron que esperar que no dejara ni un sorbo del batido en el vaso ni una galleta en el plato.

Para derrotar la rejas

Preso en el castillo del Príncipe. La amada lo visita. Cuota de amor de cinco minutos separados por las rejas. La alargan con un pacto. Intercambian cartas. Luego, a las nueve de la noche, las leen. Ella, en la casa; él, en la celda, ayudado por fósforos.

Febrero 14 de 1957. Libre ya, continúa la lucha. Será uno de los asaltantes del Palacio Presidencial; será uno de los muchachos del 13 de Marzo*. Están acuartelados.

 Ella trajina en la cocina. Friega. Ordena platos, tenedores, vasos y cucharas. No escapa de la preocupación. Teme por esa vida que es ella misma también. Tocan en la puerta:

—Te busca un mensajero. Parece que trae un telegrama.

Seca sus manos. Va hacia la sala. ¿Quién será…?  ¡No, no puede ser…! Es Machadito disfrazado de cartero.

Abrazo, mirada, ternura. Besos muy por debajo del tiempo de duración y la cantidad que desean. Antes de irse, José Machado Rodríguez dice y hace: «Hoy es Día de los Enamorados, no podía olvidarte». Le entrega un frasco con perfume.

Deporte, bromas, amor...

Pesas. Intercambio de jabs y upper cuts. Gol. Escuche varias frases: dicen tanto…

—¿Te acuerdas de aquella tarde cuando logré jugar las horas que me faltaban para ganar mi medalla de bronce Caribe?

—¿Cómo la voy a olvidar? Me diste la pistola, te pusiste el uniforme y a batirte para gozar como gozas el fútbol norteamericano. Los guardias cayeron por allí un rato después de irte. Si te agarran…

—Valió la pena: tengo mi medalla. No me la podían quitar. Tengo tremenda hambre y me alcanza solo para el batido. Algún día habrá aquí un comedor, tú verás… ¡Qué cuerpo el de esa muchacha!

—Oye, no vayas a volver a jugar la broma de tu dolor en la ingle…

Conversaciones sabrosas de otros momentos. No se lo deben perder.

—Viste cómo me metí por el medio: no pudieron tocar al Gordo.

—¡Qué piñazo le dio Fructuoso al capitán ese!

—José Antonio me llegó bien adentro: Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad.

 Hacia Palacio…

—No abras tanto la puerta: nos van a joder por tu culpa.

—Espera, que ya estamos cerquita del parque Trillo: a lo mejor veo a mi novia. Mira, ¡allí está…!

—Cierra, compadre, que no estamos para el amor ahora.

—¿Quién te lo dijo? A Palacio vamos a defender el amor precisamente.

*Cuando se dio la orden de retirada, Machadito logró escapar del Palacio Presidencial, pero al darse cuenta de que Juan Pedro Carbó Serviá no lo había conseguido, regresó y guio al amigo a salir de aquel infierno. Juan Pedro había perdido los espejuelos durante el combate: su debilidad visual lo habría llevado a la muerte si no es por la acción de su compañero. Ambos serían asesinados, junto a Joe Westbrook y Fructuoso Rodríguez, en Humboldt 7, el 20 de abril de 1957 por esbirros batistianos a las órdenes de Esteban Ventura.

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