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Trump anuncia un boom económico, ¿o será un ¡buuum!?

El magnante-presidente se jacta de supuestos logros en la administración de la hacienda de EE. UU., pero sus ciudadanos no lo perciben así

Autor:

Juana Carrasco Martín

 

Grandes expectativas levantó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando se anunció con solemnidad que el miércoles 17 de diciembre hablaría a la nación. Los rumores sobre los temas a tratar no se hicieron esperar.

Con tantos entuertos en que está metido, casi todos de carácter bélico y en diversas regiones del planeta, sumado a la actual agresividad extrema contra Venezuela y Latinoamérica toda, a las que quiere engullir con sus inherentes riquezas, se temió lo peor, que de la retórica guerrerista, continuadas operaciones letales contra pequeñas embarcaciones que ha tildado de «narcoterroristas», y el piratesco robo de un buque petrolero venezolano, pasara a una agresión estilo Panamá o Irak, para convertir al país bolivariano en una catástrofe criminal similar a la que Israel ha sumido a Gaza.

Pero nada de ese aspecto temible asomó en los 20 minutos del discurso nocturno, dedicado prácticamente a la política interna, durante los cuales se jactó de los supuestos logros en la economía y en la tranquilidad social, sin importar que, a ojos vista, ni en lo uno ni en lo otro la ciudadanía se beneficie de ello y ni lo reconozca, como atestigua en más de una indagación sobre estos temas.

CNN, en su más reciente resumen de encuestas, ponía estos números sobre la mesa: la gestión del presidente Donald Trump es respaldada por el 39 por ciento y el nivel de desaprobación ha llegado al 58 por ciento. El descontento arrecia, tanto como los problemas a que se enfrenta la población.

Sin embargo, este es un mandatario ducho en falsedades, capaz de adormecer o embaucar a cualquiera, habilidad que desarrolló en sus años de figura principal de un exitoso show televisivo, histrionismo usado por el magnate inmobiliario como traje cotidiano, en presentaciones públicas desde su cargo presidencial, y alimento de su personalidad engreída.

Por supuesto, si algo estaba mal o medianamente imperfecto desde su punto de vista, su antecesor Joseph Biden cargó con las culpas como mensaje machacoso, afirmando una vez más que el demócrata empantanó pueblos, ciudades y estados del país con la presencia de los inmigrantes que entraron por la frontera sur, a quienes desde su primera estancia en la Casa Blanca llamó «animales» provenientes de «países de mierda», «delincuentes», «asesinos», «traficantes de drogas», y ahora reitera, clara expresión de nacionalismo blanco, que le brotó a borbotones desde el mismo inicio de su discurso.

Con presunción, alabó su inhumana política de capturas y deportaciones; no importa si son inmigrantes irregulares o residentes con toda la documentación, o hasta ciudadanos naturalizados.

Por estos días de diciembre, anunciaron medidas que niegan la entrada o ponen obstáculos en el sistema de migración a personas de unos 40 países, casi todos de África y el Medio Oriente, e incluso los Servicios de Ciudadanía e Inmigración revisarán al segmento que según ese criterio excluyente «haya obtenido ilegalmente la ciudadanía estadounidense», política represiva, discriminatoria, racista y xenófoba de este nacionalismo blanco que se empodera en el EE. UU. de Donald Trump, quien falazmente aseguró ha hecho al país más seguro y preservador de sus valores, «cambios positivos en la historia» e ir «de lo peor a lo mejor». Lo resumió con petulancia: «No se necesitaba nueva legislación, solo necesitábamos un nuevo presidente».

¿Todo marcha bien en la economía?

El intríngulis del mensaje a la nación estuvo en convencer a la población de lo bien que han estado en este 2025, y hacer promesas de un bienestar mayor para 2026. Fue todo un discurso de campaña electoral para los comicios de medio tiempo en noviembre próximo, previendo que los republicanos pierdan la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

Trump aseguró que en sus 11 meses de Gobierno los sueldos han subido, también los empleos —beneficiando a ciudadanos «nacidos en EE. UU.»—, y las inversiones, mientras consiguió que la inflación disminuyera con cuentas a pagar más bajas en supermercados, en las farmacias, servicios médicos, de electricidad y otros.

Nada de eso es comprobable o verdadero, como casi todo lo que asevera. Incluso los números dicen lo contrario. Pero no faltó su intento de comprar aplausos, al otorgar a costa de los aranceles comerciales a más de la mitad del mundo que están pagando en los precios altos los estadounidenses, una dádiva que llamó «dividendo de los guerreros» a

1 450 000 miembros de las Fuerzas Armadas —la cual pretende convertir en un ejército propio afín a sus propósitos— con una cifra que se dice simboliza el año de fundación de los Estados Unidos, un «bono especial» por 1 776 dólares.

Recuerden que las medidas draconianas del famoso Departamento que dirigió el multimillonario Elon Musk, hasta la ruptura del binomio, para lograr la eficiencia gubernamental, puso en la calle a miles de empleados de la administración pública, y esa ofensiva contra la fuerza laboral del Gobierno no ha cesado, cuando hubo oleada de cesantías con el cierre gubernamental de 41 días, mientras legisladores republicanos y demócratas no se ponían de acuerdo sobre la pomposa «Ley grande y hermosa» sobre impuestos y presupuesto para 2026.

El desmoche laboral no solo afecta a las agencias gubernamentales, también las corporaciones privadas estadounidenses despiden a trabajadores. La tasa de desempleo subió al 4,6 por ciento en noviembre, frente al 4,4 por ciento de septiembre, según un informe del Departamento de Trabajo, cuya publicación se retrasó debido al mencionado cierre del Gobierno.

Sin embargo, Trump siguió enumerando «logros» de su sapiencia administrativa. Difícilmente logre ocultar que en el paquete presupuestario que promulgó durante el verano los mayores recortes fueron para Medicaid y la asistencia nutricional, los conocidos como cupones de alimentos, entre otras podas a servicios sociales, mientras ha otorgado más exenciones fiscales a los ricos, acentuando que su administración es de los ricos y para los ricos —remítanse a las fortunas de la mayor parte de quienes forman parte de su administración.

Julie Su, investigadora principal de la Century Foundation y exdirectora interina del Departamento de Trabajo, declaró el martes que «durante meses, Donald Trump y su administración han estado ocultando datos sobre la economía, dejando a trabajadores y empleadores a oscuras cuando intentan tomar decisiones cruciales de contratación. Pero no se puede ocultar la realidad que todo estadounidense conoce», afirmó, citada por la publicación Common Dreams.

Es reconocido que Trump le ganó las elecciones a la demócrata Kamala Harris por sus promesas de una cornupia de abundancia y prosperidad que terminaría con las tribulaciones económicas de la administración Biden durante la pandemia de la COVID-19, pero ya cumple casi un año y no está a ojos vista esa bonanza. Algunos críticos estiman que Trump ya está preparando la próxima crisis financiera de Estados Unidos.

La agencia noticiosa Bloomberg publicó datos recopilados por la empresa de colocación laboral Challenger, Gray & Christmas, demostrativos de «casi

950 000 recortes de empleos en EE. UU. este año hasta el mes de septiembre», el más alto en igual período desde la pandemia de 2020, el total más alto en lo que va de año desde 2020, y eso fue «antes de la intensa oleada de anuncios de octubre».

Por su parte, la revista Fortune mencionó que Moody’s (agencia de calificación de riesgo estadounidense sobre los mercados de esa nación e internacionales) muestra que el 20 por ciento de los hogares más ricos de Estados Unidos ahora son responsables del crecimiento económico, mientras que el 80 por ciento más pobre se ha mantenido prácticamente estancado.

Sin embargo, la perorata del Presidente, siempre en superlativo, no cambia: el país está «a las puertas de un boom económico como el mundo nunca ha visto», recalcó con una apostilla que seguramente será el disco rayado del próximo año, Estados Unidos demostrará al mundo que sigue siendo la primera potencia mundial 250 años después de la independencia de 1776.

Un aniversario que espera celebrar en el también «fantástico» Salón de Baile que ha ordenado construir, a un costo de 400 millones de dólares, en lo que era el ala Este de la Casa Blanca, ya derrumbada.

Como dijo en las redes sociales el representante Mark Pocan (demócrata por Wisconsin), en un llamado a convocar la 25ta. Enmienda de la Constitución —sucesión presidencial y la discapacidad— aduciendo que Donald Trump no está apto para el cargo: «Esto es patético».

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