Aun cuando existen debates sociales candentes en Estados Unidos relacionados con la migración, las leyes laborales y la política exterior, predomina el excepticismo entre los votantes de cara a las elecciones. Autor: ABC News Publicado: 09/03/2024 | 09:30 pm
Todavía no es definitorio, pero la campaña electoral de las primarias en Estados Unidos marcha sobre ruedas para el incumbente Joseph Biden y el retador Donald Trump, en lo que se considera una pelea revancha.
El supermartes de este 2024, cuando 15 estados y un territorio estadounidense votaron para seleccionar a más de un tercio de los delegados o encargados de elegir al candidato presidencial de cada partido, que será oficialmente nominado en las convenciones correspondientes de los partidos Republicano y Demócrata, dio su veredicto.
Concretamente estaban en juego 865 delegados republicanos, de los 1 215 necesarios para la nominación presidencial. Mientras que en las primarias demócratas se trataba de 1 420 delegados, de los 1 968 necesarios para obtener la postulación del partido.
Ambos arrasaron en las urnas a pesar de que las encuestas dicen que el 60 por ciento de los estadounidenses dudan de la capacidad mental de uno y del otro. Y sabemos que esas indagaciones tienen margen de error, en los números, pero no creo que se equivoquen en el juicio.
Trump ganó en Alabama, Arkansas, Colorado, Maine, Massachusetts, Minnesota, Carolina del Norte, California, Oklahoma, Tennessee, Texas, Virginia, Utah y Alaska, obligando a su rival, Nikki Haley, a abandonar el certamen cuando solo logró vencerlo en Vermont.
El retador llegó al supermartes con otra victoria ventajosa, justo la víspera la Corte Suprema falló sobre la decisión del estado de Colorado de eliminar el nombre de Trump de las boletas. Los nueves jueces dijeron: «Concluimos que los estados pueden inhabilitar a las personas que ocupan o intentan ocupar cargos del estado. Pero los estados no tienen poder, según la Constitución, para aplicar la Sección 3 con respecto a los cargos federales, especialmente a la Presidencia». Según los jueces máximos, solo el Congreso puede aplicar la disposición de la Constitución a los cargos federales. Trump está anclado.
Henchido a más no poder de ese estado sicológico en el cual cree estar destinado a ser el salvador de EE. UU. y hasta de toda la humanidad, el exmandatario hizo su mesiánico comentario: «Fue una noche increíble y un día increíble, fue un momento en el tiempo increíble en la historia de nuestro país».
Lo terrible es que pudiera ser verdad el resto de su declaración: «Vamos a ganar estas elecciones porque no tenemos elección», dijo Trump. Aunque la riposta de Biden no se hizo esperar, cuando dijo que eso significaría volver al «caos, la división y la oscuridad», una «amenaza existencial» para Estados Unidos. A decir verdad, creo que ambos son una amenaza existencial para el mundo.
En cuanto al resultado del supermartes para Biden, este se alzó con los 15 estados, pero el territorio de la Samoa Americana, en un caucus de apenas un centenar de participantes, el hasta ahora desconocido capitalista de riesgo de Baltimore, Jason Palmer, obtuvo el beneplácito; agua pasada para quien solo quería poner en la campaña «ideas, soluciones y cambiar la conversación».
Pero la conversación sigue siendo la misma. La alarma está encendida en el mundo y la incertidumbre permea a una buena parte de los estadounidenses temerosos con lo que pudieran hacer con su democracia los dos prácticamente octogenarios (Biden tiene 81 años y Trump cumple 78 en junio).
Volvemos a las encuestas donde el par se distingue por la impopularidad. La indagación de Reuters/Ipsos arrojó que el 56 de los votantes considera que Trump no debería volver a presentarse y, por supuesto, en la balanza están las causas judiciales que le cercan; aunque el 70 por ciento dice lo mismo del actual Presidente.
También el diario The New York Times y el Siena College se unieron para similar pesquisa la pasada semana y este fue el resultado: el 54 por ciento tiene una opinión desfavorable de Trump y el 59 por ciento sobre Biden.
Un hecho llama la atención: a pocas horas del dichoso supermartes, Biden y Trump visitaron la frontera sur desde el estado de Texas y no hay que ser especialista para deducir que el camino a la Casa Blanca tiene entre sus piedras o aceleradores el tema migratorio.
He aquí la razón, encerrada en otra investigación de opinión pública, esta vez de la Universidad Monmouth. En Nueva Jersey, en la que se dice que ocho de cada diez estadounidenses consideran un «problema muy grave», por tanto primordial, la migración indocumentada (91 por ciento entre los republicanos, el 41 por ciento de los demócratas y hasta el 58 por ciento de los que aparecen en ninguno de esos bandos). Es más, sitúan ese tema por delante de la economía, la inflación y otras dificultades o preocupaciones sociales.
Sin embargo, es imposible perder de vista las dos guerras en las que Estados Unidos es protagonista principal encubierto y a las que destina montos nada despreciables de un financiamiento que muchos quisieran se gastara en enfrentar no pocos problemas internos, insolubles y de larga data. En este caso el perjudicado se firma Biden.
Claro que no solo el llamado primer poder cuenta en esas situaciones, el legislativo que reside en el Capitolio de Washington D.C. juega su parte, y esta depende de si los burros o los elefantes se hacen del control de sus dos Cámaras. Pero ese es asunto de otro costal que se define el 5 de noviembre. A esperar entonces por lo que suceda cuando otro martes suene la campana y las diatribas entre uno y otro, las mentiras para los votantes y el omnipresente y poderoso financiamiento de las campañas determinen a quién le levantan el brazo y quién cayó en la lona.
Por ahora solo podemos concluir: lástima de ciudadanía que al parecer no tiene otras opciones para decidir entre lo malo y lo peor, o viceversa. En el argot estadounidense hay un término para esta circunstancia, están frente a un double haters, pues no pueden determinar cuál le disgusta más que el otro.