La guerra está teniendo un alto costo económico para los invasores israelíes. Autor: AFP Publicado: 24/02/2024 | 08:11 pm
Las alarmas sonaron tan pronto el Gobierno de Benjamín Netanyahu emprendió su campaña militar de tierra arrasada en Gaza. En pocos días el shekel, la moneda de Israel, se hundió a su nivel más bajo frente al dólar en más de diez años. El Banco Central se vio obligado a vender 30 000 millones de dólares de sus reservas para sostenerla. Al propio tiempo, de inmediato redujo las previsiones de crecimiento económico del año 2023 ante la entrada en el oscuro túnel de una costosa guerra de resultados imprevisibles.
Al cabo de 141 días de guerra, el ejército y la aviación han reducido a escombros el 75 por ciento de la Franja habitada por poco más de dos millones de palestinos. Cerca de 30 000 palestinos fueron asesinados, casi 70 0000 resultaron heridos y unos 7 000 se reportan desaparecidos bajo los escombros, de ellos el 70 por ciento mujeres y niños. La guerra de exterminio prosigue generando temores de una crisis regional de nefastas consecuencias humanas y económicas.
Lejos de librar a Netanyahu de su efecto desmoralizador y del fin de su carrera política, la respuesta a la incursión armada de Hamás y fuerzas de la Resistencia Palestina desde Gaza contra cuarteles y colonias judías al interior de Israel el 7 de octubre de 2023, solo consiguió hasta ahora provocar un costoso retroceso económico, desempleo, inflación, endeudamiento.
Al propio tiempo, Israel asiste a una pérdida irreparable de prestigio internacional al exponer la naturaleza colonial y racista del régimen de apartheid imperante en los territorios árabes ocupados militarmente.
A principios de esta semana que concluye un informe de la Oficina Central de Estadísticas señaló que la guerra en curso en Gaza provocó una contracción de la economía israelí de 19,4 por ciento en el último trimestre de 2023, casi el doble de las expectativas del mercado.
La propia entidad dijo que la caída del Producto Interno Bruto fue impulsada por una reducción del 26,9 por ciento en el consumo privado, a medida que la confianza se desplomó en medio de la contienda bélica y los hogares redujeron el gasto.
El informe añadió que en 2023, la economía israelí creció un dos por ciento, frente al 6,5 por ciento en 2022.
Las estadísticas detonaron un cañonazo político cuando el 10 de febrero, la famosa agencia estadounidense que mide la confiabildad financiera de las naciones Moody’s Investors Service rebajó la calificación crediticia de Israel.
Israel fue «rebajado un nivel a A2, a la par con Polonia y Chile», dijo el servicio noticioso económico Bloomberg, informando también que Moody’s «cambió la perspectiva a negativa, como conclusión de una revisión iniciada en octubre».
La compañía global de calificación crediticia concluyó que la guerra y sus consecuencias «aumentarán materialmente el riesgo político para Israel, así como debilitarán sus instituciones ejecutivas y legislativas y su fortaleza fiscal, en el futuro previsible».
Moody’s espera «que la carga de la deuda de Israel sea materialmente mayor de lo proyectado antes del conflicto».
Según Bloomberg, la guerra le está costando a Israel alrededor de 260 millones de dólares al día. Solo en octubre, su déficit presupuestario se multiplicó por siete. En un artículo que criticaba las políticas propuestas por Tel Aviv para abordar la tensión económica de la guerra, el columnista Marc Champion resumió la difícil situación económica de la siguiente manera: «Israel es un país en guerra, con gastos explosivos, ingresos reducidos y costos de endeudamiento en aumento».
El número total de israelíes de las áreas limítrofes con Gaza que fueron evacuados se estima entre 200 000 y
250 000. Los negocios de las zonas de residencia de esas personas cerraron.
El Gobierno movilizó cerca de 360 000 reservistas para la ofensiva en la Franja de Gaza, una convocatoria mayor que en la guerra de 1973, cuando se reclutaron 200 000 reservistas.
La agricultura, un sector también estratégico para Israel, vive hoy lo que el Ministro del ramo llama «la peor crisis de mano de obra de la historia», con cosechas arruinadas porque faltan más de 40 000 trabajadores, de ellos 10 000 tailandeses, que abandonaron el país cuando empezó el conflicto.
El turismo, que es una de las principales fuentes de ingreso de Israel (aportó 5 500 millones de dólares en 2022), se ha detenido. Casi ninguna aerolínea extranjera vuela a Israel, comentó Dan Ben-David, profesor y director del Instituto Shoresh de Investigación Socioeconómica de la Universidad de Tel Aviv, en entrevista con el medio germano DW.
En todo Israel, los restaurantes y tiendas permanecen vacíos. Poco después de la incursión de Hamás en el sur de Israel y el estallido de la guerra en Gaza, una larga lista de aerolíneas cancelaron o suspendieron la mayoría de sus vuelos a Tel Aviv, y muchos
turistas cancelaron sus planes de visitar Israel. No obstante, algunas aerolíneas importantes, reanudaron sus vuelos a Israel a principios de este mes. Antes de la Operación Diluvio de Al Aqsa, los visitantes a Israel superaban los 300 000 cada mes. En noviembre, esa cifra se redujo a 39 000. El impacto en el turismo es muy real y no puede ser ignorado.
La guerra también ejercerá una gran presión sobre otro sector clave: la industria tecnológica. «En Israel, solo alrededor del diez por ciento de los empleados trabajan en el sector de alta tecnología, pero son responsables de más del 50 por ciento de nuestras exportaciones», afirmó Ben-David.
La falta de mano de obra palestina y los trabajadores israelíes reclutados por el ejército repercuten en la economía, por lo que los centros de estudio han pronosticado un recorte de su crecimiento.
La construcción está paralizada, indicó Bental, quien explicó que esta actividad depende de los obreros palestinos, cuyos permisos para trabajar fueron anulados por el conflicto, unos 18 500 eran gazatíes.
La capacidad de sortear las dificultades generadas por la guerra decidirá qué pasa con el sector de la tecnología, que representa el 18 por ciento del PIB. Eso será determinante.
Una encuesta realizada a finales de octubre, entre cerca de 500 empresas del sector, reveló que el 70 por ciento registró anulaciones de pedidos y de proyectos importantes desde el inicio de la guerra.
El mes pasado, un grupo de 300 economistas escribieron una carta a Netanyahu para reprocharle que no entiende «la magnitud de la crisis que enfrenta Israel».
La economía de Israel registró tasas de crecimiento del 9,3 por ciento en 2021 y 6,5 por ciento en 2022, una inflación del 4,4 por ciento y flujos de inversión directa anual de más de 20 000 millones de promedio desde 2017, con una renta por habitante superior a los 45 000 dólares. Esa excelente racha económica se vio truncada por los ataques de Hamás y la respuesta israelí.
En este contexto, el gigante comercial japonés Itochu cortó vínculos con el contratista de defensa israelí Elbit Systems, a raíz del fallo preliminar de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya que consideró que Israel puede estar cometiendo genocidio en Gaza.
La posición del Gobierno japonés de que la decisión de la CIJ debe implementarse «de buena fe» tendrá consecuencias más allá de Palestina. Itochu es la tercera mayor empresa comercial de Japón, con ingresos en 2023 de más de 104 000 millones de dólares.
La firma japonesa aceptó que hacer negocios con compañías militares israelíes resulta un acto de complicidad con el genocidio que ejecuta Israel.
Eso es exactamente lo que pide con razón la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (DBS): hacer que el Estado del apartheid sionista rinda cuentas por sus crímenes.
La guerra de Netanyahu contra Gaza ha revelado que toda la economía israelí se basa en la opresión del pueblo palestino y el robo de sus tierras.
La decisión de Itochu es seguramente el presagio de un creciente aislamiento israelí.
Netanyahu no está «ganando» la guerra contra Hamás y está perdiendo en el escenario económico.