La política de Bukele contra las maras salvadoreñas continúa generando amplios debates sociales. Autor: 20 Minutes France Publicado: 01/02/2024 | 09:30 pm
Plagado de matices en su ejecutoria que propician juicios divergentes, el mandato del salvadoreño Nayib Bukele será puesto a consideración de la ciudadanía este domingo, en comicios en lo que el Presidente opta por la reelección.
Contando con el principal logro de haber hecho descender la violencia en un país considerado hace cuatro años como uno de los más inseguros del mundo a otro casi sin crímenes, Bukele parece un candidato firme para obtener otro mandato.
La economía, otro flanco primordial a la hora de emitir juicios, también cuenta a su favor, pues tras el azote de la COVID-19 logró reflotar a niveles modestos, pero aceptables. Según datos del Banco Mundial, la pandemia provocó una caída del PIB salvadoreño de -7,9 en 2020; no obstante, en 2021, el país se resarció de las pérdidas con 11,2 por ciento de crecimiento, a lo que se han agregado cifras positivas aunque moderadas de 2,6 por ciento en 2022 y se espera que, en promedio, haya sido de 2,8 por ciento en 2023.
No son tan halagüeñas las cuentas en el ámbito social, aunque la disminución de la violencia haya proporcionado seguridad a la ciudadanía y oficialmente se reporten descensos en los índices de pobreza y de pobreza extrema.
Informes de entidades como el Social Progress Imperative de Estados Unidos han señalado que en rubros como progreso social, que mide indicadores relacionados con satisfacción de las necesidades humanas básicas, bienestar y oportunidades, el país ha retrocedido a sus niveles más bajos en los últimos cinco años. El Salvador fue ubicado entre las 62 naciones donde se ha experimentado un retroceso en ese sector.
Si bien no se trata de una entidad de marcado prestigio internacional el resultado invita a pensar, en último caso, en la durabilidad de la seguridad obtenida, pues se sabe que la violencia nace de la injusticia social, y una tranquilidad permanente dependerá, sobre todo, de que se solventen las causas que generan la marginalidad y la delincuencia.
Algunos dudan si la famosa y hoy golpeada, pero vigente y con carácter internacional, Mara Salvatrucha nació en el país, o si fue «importada» desde la diáspora salvadoreña en Estados Unidos; pero lo cierto es que su expansión en El Salvador así como la de otras bandas tuvo como caldo de cultivo, precisamente, el incumplimiento de los Acuerdos de Paz de 1992, lo que dejó sin trabajo y, por tanto, sin plena reincorporación a la sociedad civil, a miles de desmovilizados.
Entonces Nayib Bukele era apenas un niño.
También la mano dura que ha propiciado la baja en la criminalidad mediante sucesivas declaraciones de estados de excepción para que las fuerzas del orden pudieran «actuar», ha hecho hablar a los críticos del mandatario, igualmente desde afuera, de un «Estado dictatorial»; en tanto, las megacárceles calificadas «de Primer Mundo» y atestadas de reos procedentes de las bandas, a quienes las fotos muestran en largas filas sentados en el piso, en calzones y con las manos atadas ponen en duda, para aquellos, la observancia allí del respeto a los derechos humanos.
Mientras, Bukele sigue impertérrito su propio plan de seguridad. Llegado al poder como un outsider, quizá sea el único realmente no alineado de modo visible a un lado u otro del abanico político, entre los varios candidatos con esa definición —otros dos de ellos triunfadores— que optaron por el Gobierno en América Latina en los tiempos recientes.
También ha adoptado el salvadoreño otras decisiones sui géneris, como la de oficializar el uso de la moneda virtual bitcoin, en lo cual fue pionero.
Proveniente de las filas del FMLN, el hoy mandatario se alejó después de la izquierda y llegó al poder de la mano del partido Nuevas Ideas, fundado en 2017 y que el Tribunal Supremo Electoral reconoció un año después. No puede decirse que milite estrictamente en la derecha ni que muestre apego de modo ostensible con alguna fuerza en el plano exterior. Aunque parece admirar a Donald Trump, no para de cantarle verdades al sistema de democracia estadounidense.
Ha podido presentarse a la reelección no prevista en la Carta Magna gracias a un pronunciamiento aprobatorio de la Corte Suprema de Justicia, tras lo cual solicitó al legislativo una licencia que le fue concedida por seis meses para poder inscribir su candidatura… y parece que ello será agradecido por el electorado.
Distintas encuestas y un simulacro electoral le otorgan una ventaja avasalladora que va de porcentajes mayores de 70 hasta más del 80, frente a menos de cinco puntos porcentuales pronosticados para sus contrincantes en las presidenciales de este domingo.
Otros cinco aspirantes aparecen en las boletas, entre quienes se encuentran los representantes de los que hasta el mandato de Bukele fueron los partidos más representativos del espectro político salvadoreño: el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), nacido del que fue importante movimiento guerrillero, y Alianza Republicana Nacionalista (Arena), en la extrema derecha, alternancia en el poder de la Democracia Cristiana y vinculada con el surgimiento de los escuadrones de la muerte en los años de 1980-90 además de fuerte aliada de Estados Unidos, de donde recibió cuantioso apoyo en finanzas y armas para enfrentar a la insurgencia.
Pero aquella contienda y esas realidades hoy parecen olvidadas. Todo indica que las mayorías votarán por quien es conocido como «el presidente millennial».