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Frente al cambio climático: ¿Se invierte lo necesario?

Los máximos responsables son los países ricos, pero quienes más sufren las consecuencias son las naciones pobres y emergentes

Autor:

Bertha Mojena Milián

A pesar de ser uno de los temas más debatidos en septiembre último durante la 78va. sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y pareciera existir un consenso sobre la necesidad de invertir de forma acelerada para mitigar los efectos del cambio climático, lo cierto es que las naciones pobres —las más necesitadas y afectadas— están recibiendo solo una fracción de lo que necesitan y cada vez de forma más urgente.

Se sabe que son los países ricos los principales responsables de causar el problema y son también los que han prometido invertir más para frenarlo, pero, aun así, «el mundo no está preparado, ni ha invertido lo suficiente y carece de la planificación necesaria, por lo que hoy está más expuesto a fenómenos climáticos extremos», reconoce el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

En el informe sobre la Brecha de Adaptación 2023, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, realizado con vistas a la Conferencia Mundial sobre el clima COP28, a celebrarse próximamente en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, se alerta que la falta de preparación y planificación frente a esos episodios, el gran desfase en inversión por parte de los Estados en pro del cambio climático y la libertad de la que aún goza la industria de combustibles fósiles, son problemas urgentes que amenazan la vida de los más vulnerables.

El citado texto refiere que el mundo está cada vez más expuesto al peligro y en lugar de hacer frente de forma acelerada al aumento de las emisiones, el progreso en la adaptación al cambio climático se ralentiza en todos los ámbitos, desde la financiación, la planificación y la implementación.

«Tenemos inundaciones, sequías y olas de calor en todo el mundo, y la situación está empeorando cada vez más», concluye la revista Nature, citando al
investigador climático Henry Neufeldt, editor científico jefe del mencionado informe del PNUMA.

Un caso cercano: El Pacífico y Sudamérica

Un aumento significativo de las temperaturas de la superficie del océano Pacífico ecuatorial y el incremento de la costa sudamericana, parecen ser apenas algunos de los indicadores más recientes del impacto directo del cambio climático en esta región.

Al respecto, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó sobre los efectos de estos en la agricultura en América Latina, amenazada también por el fenómeno El Niño.

Según un estudio de agencias medioambientales citado por Prensa Latina, se prevé que entre octubre y diciembre de 2023 haya una tendencia de precipitaciones por debajo del promedio en el norte de América del Sur, aunque estas deberán incrementarse en las zonas costeras.

El informe previene, además, sobre los efectos para la agricultura, y no solo para los cultivos, también la ganadería, los bosques, la pesca y la acuicultura, mientras que, en Centroamérica, las condiciones secas y calurosas continuarán solo en algunas zonas en esta última etapa del año.

En tanto, en el primer trimestre de 2024 deberán continuar las condiciones de sequía, incidiendo en naciones como Brasil, Guyana y Surinam, y se mantendrán las lluvias por encima del promedio en gran parte del cono sur y zonas de la costa de Perú, Ecuador y México.

Por otro lado, la región seguirá afectada por extremos climáticos que no son resultado de El Niño, sino del cambio climático, y que podrían asociarse a olas de calor y cambios en el ciclo hidrológico.

La FAO, por su parte, aseguró que estos datos aún son limitados y hasta conservadores, pero podrían afectarse distintas especies de peces en la costa norte de Perú y sur de Ecuador, sector clave para la región, y una de las más grandes del mundo.

Hizo un llamado para trabajar con los gobiernos de la región, promover la prevención y reducción de riesgos y, sobre todo, movilizar recursos financieros de comunidades vulnerables en Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Perú y Venezuela.

De la conciencia a la acción

Poco resta para la Conferencia Mundial sobre el Clima COP28 en Dubái y nuevamente el secretario general de la ONU, António Guterres, ha hecho un llamado a reflexionar y actuar frente al desfase en la financiación de la adaptación, y más que eso, a adoptar medidas urgentes para cerrar esa brecha y hacer justicia climática.

«Los barones de los combustibles fósiles y sus cómplices han contribuido a crear este desastre, ellos tienen la responsabilidad de apoyar a los que sufren las consecuencias», reiteró Guterres.

Para el líder mundial, en un mundo con tantos desafíos y amenazas, deben los gobiernos gravar las ganancias de la industria y destinar la mayor parte de los fondos a los países que sufren pérdidas y daños por el clima.

Los efectos son evidentes y no avanzan de igual forma en todo el orbe, pero sí aceleradamente, y eso ya nadie lo puede negar. Hacer oídos sordos a los llamados y reclamos impone un peligro que no distinguirá entre naciones ni posiciones políticas, étnicas, religiosas o grupos etarios, se trata y es hora ya de que se entienda, de la humanidad toda.

—Por cada mil millones de dólares invertidos en la protección de las inundaciones costeras, se evitan 14 000 millones de dólares en daños.

—Las necesidades de financiación para la adaptación de los países en desarrollo equivalen entre 10 y 18 veces a los flujos de financiación pública internacional.

—Los costos de la adaptación en los países en desarrollo se estiman en 215 000 millones de dólares anuales en la década 2021-2030.

—Los flujos de financiación pública multilateral y bilateral para los países en desarrollo disminuyeron un 15 por ciento, hasta unos 21 000 millones de dólares en 2021.

—El actual déficit de financiación de la adaptación se estima actualmente entre 194 000 millones y 366 000 millones de dólares anuales.

—Los costos de adaptación actualizados para los países en desarrollo se estiman entre 215 000 y 387 000 millones de dólares anuales en esta década, muy superior a los que avizoraron estudios anteriores y aumentarán significativamente de aquí a 2050.

—Las necesidades de las naciones con bajos ingresos económicos son entre diez y 18 veces superiores al flujo de financiación pública.

—Solo las 55 economías más vulnerables al clima ya han sufrido pérdidas y daños valorados en más de 500 000 millones de dólares en las últimas dos décadas, cifras que aumentarán significativamente si no se ejecutan acciones contundentes de mitigación.

 

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