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Las alternativas llegan jalonadas por injustas sanciones

Las medidas punitivas de Washington se han convertido en boomerang que impulsa cambios en un sistema económico y financiero condenado

Autor:

Marina Menéndez Quintero

En tanto naciones como Brasil y China, entre otras, han acordado realizar las operaciones comerciales bilaterales en sus respectivas monedas, Venezuela también allana el camino para realizar su intercambio con Rusia en bolívares y rublos.

La medida ha sido saludada por el presidente Nicolás Maduro como una vía para que su país eluda las medidas punitivas de Estados Unidos que, de hecho, constituyeron precisamente la razón por la que Moscú creó el sistema de pago Mir al que se une ahora Caracas: en virtud de las sanciones estadounidenses, el sistema Swift, el más usado a nivel internacional para realizar pagos transfronterizos, había dejado de funcionar para Rusia. Fue entonces cuando surgió la tarjeta de crédito y débito Mir que, de paso, fortalece el rublo.

Pero quizá lo más importante no sea el mero hecho de que Venezuela se adhiera el empleo de ese sistema —que también es posible usar en Cuba y se estima como un beneficio, en primera instancia, para el turismo ruso en la Isla y, más adelante, podría servir para el financiamiento de proyectos— sino su contribución al fortalecimiento de ambos países. Esa decisión de alguna manera los une, ayuda a salvaguardarlos de los bloqueos, y continúa poniendo en declive el uso del dólar.

Con ello, asoma la realidad inobjetable de que cada vez más países se asocian, intercambian o, sencillamente, hallan consensos para una relación más plena sin tener que contar con Washington ni el billete verde para sobrevivir y, es más, desarrollarse prescindiendo, además, del injusto orden económico y financiero imperante.

Ello sigue debilitando la hegemonía estadounidense, pone otra vez en cuestionamiento a organismos espoliadores como el Fondo Monetario Internacional, y diversifica los cauces hacia el fin de la unipolaridad.

En opinión vertida por el canciller ruso, Serguei Lavrov, durante una entrevista concedida esta semana a la sociedad Znanie de su país, tales síntomas son «los calambres» que anuncian la transición hacia la multipolaridad; un trayecto que, advirtió, puede durar largos años, pero está en marcha.

Según el Ministro ruso del Exterior, naciones como la suya, China, la India, y otras con civilizaciones propias y extendidas por varios continentes entienden que «las herramientas» creadas por Occidente e impuestas a todos como «mecanismos únicos», han sido convertidas por los poderosos en «herramientas de coerción, chantaje y castigo».

Sobre Rusia pesan unas 15 000 «sanciones de todo tipo», informó, y existen estadísticas según las cuales, uno de cada cuatro países del mundo está bajo similares medidas de asedio por parte de EE. UU., y, también, de Europa y sus aliados.

Incluso la secretaria estadounidense del Tesoro, Janet Yellen, ha reconocido el negativo «rebote» que las medidas unilaterales de castigo tienen sobre la moneda de ese país y su carácter, hasta ahora, preeminente y universal.         

En declaraciones formuladas hace algunas semanas, Yellen advirtió que «Hay un riesgo cuando usamos sanciones financieras que están ligadas al papel del dólar (...) de que a largo plazo se socave su hegemonía» (…) Por supuesto, ello genera la voluntad en China, Rusia e Irán —algunas de las naciones castigadas— de encontrar una alternativa».

Los brics, senda que promete

En efecto, las sanciones unilaterales, usadas como método de chantaje y coerción y condenadas en más de un foro internacional por su carácter criminal, están obligando a los países víctimas de «las ojerizas» de Washington a desbrozar otros caminos.

Junto al rechazo a las políticas leoninas se trata, en general, de enfrentar la injusticia del denunciado pero persistente desorden económico y financiero mundial. Finalmente parece empezar a horadarse. 

Una mirada, por ejemplo, hacia lo que está ocurriendo en torno al Brics —grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— bastaría para mostrar cómo crece el afán por nuclearse en torno a esas naciones, como si estuviéramos ante la formación de una suerte de bloque emergente que no tendría como denominador común motivos ideológicos, políticos o la pertenencia a un área geográfica determinada, sino la necesidad y el deseo de relaciones justas que permitan una vida digna a las ciudadanías.

Honduras, una nación pobre y supeditada por sus gobernantes, hasta ayer, a la dependencia de los dictados de Estados Unidos —por «quererse salir» fue depuesto en 2009 el expresidente Manuel Zelaya— acaba de manifestar su deseo de integrarse al Banco de los Brics, una instancia con fondos, y conciencia del contexto suficiente como para prescindir de los condicionamientos que impone el FMI para conceder créditos, y aflorar como una esperanza para los países del Tercer Mundo; en especial, los altamente endeudados.

No fue ese el único paso de Xiomara Castro, actual mandataria y esposa de Zelaya, que resulta sorpresivo, si se quiere, habida cuenta del escaso protagonismo que los anteriores mandatarios habían dado a esa nación.

En otra muestra del carácter distinto, por independiente, de su mandato, Xiomara manifestó ese deseo durante su reciente visita a China, país con el que restableció relaciones y a cuya presencia en América Latina otorgó, así, un poco más de peso.

La entrada al grupo de Argentina, agobiada hasta el cuello por la deuda externa que le dejó el expresidente Mauricio Macri y por la tiranía del FMI, parece segura después de la estancia en el Gigante asiático de su ministro de Economía, Sergio Massa, y varios representantes del gubernamental Frente de Todos, inscrito para las difíciles elecciones de octubre como Unión por la Patria.

En igual sentido se pronunció Venezuela, que no había expresado públicamente
su deseo de adherirse hasta que Maduro lo dio a conocer, a fines de mayo.

Un total de 19 naciones han formalizado su decisión de integrarse, solicitudes que podrían tener respuesta durante la Cumbre del Brics prevista en agosto, en Sudáfrica.

Los vientos parecen soplar a favor. Luego del pronunciamiento venezolano, la vocera de la Cancillería china, Mao Ning, dio la bienvenida a Caracas y «más socios de ideas afines para que se conviertan en parte de la familia Brics en una fecha próxima».

Desde Moscú, en tanto, el responsable para América Latina de la Cancillería, Alexandr Schetinin, estimó que el propósito venezolano evidenciaba el aumento de la autoridad del grupo en el orbe.

Las esencias que distinguen al Brics de las instituciones financieras extorsionadoras que dejaron como legado los acuerdos de Bretton Woods desde 1944, y apuntan hacia el necesario «mundo alternativo», fueron resumidas en el contexto de la cita de cancilleres de Amigos del grupo que precede a la Cumbre.

Naledi Pandor, ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudá-
frica —otro país fundador—, apuntó entonces que el propósito de los Brics es fungir como una asociación que brinde liderazgo global en un mundo fracturado por la competencia, la tensión geopolítica, la desigualdad y el deterioro de la seguridad global, reportó PL, a lo que se suma el objetivo de impulsar la inclusión de África y el sur global en una base mundial más justa y equitativa.

Tales presupuestos, tan cercanos a esa cooperación que constituye la única forma de convivir y sobrevivir en el planeta, se complementan con el hecho tangible que constituye la fortaleza de los Brics. Sus propósitos cuentan con bases materiales seguras.

Se calcula que los ingresos del grupo constituyen el 31,5 por ciento del PIB mundial, un poco más que el del Grupo de los Siete, donde están las economías más desarrolladas del mundo y que representan hoy el 30,7 del Producto Interno Bruto global.

También Cuba se refirió al asunto al intervenir, en su calidad de presidente pro tempore del Grupo de los 77 más China, en la reunión del grupo de Amigos.

Los países del Brics pueden y deben contribuir de manera significativa a la necesaria reforma del actual sistema financiero internacional, profundamente injusto, antidemocrático, especulativo y excluyente, consideró en la ocasión el viceministro primero de Relaciones Exteriores, Gerardo Peñalver Portal.

Ese camino ya es ineludible.

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