No es cualquier general, Mark Milley es el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, y le ha dicho al Congreso que EE. UU. debería «apuntar, y atacar muy duramente» a la Fuerza Quds de Irán, una rama del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), luego de un ataque con drones —que afirma sin pruebas que eran iraníes— mató a un contratista estadounidense e hirió a cinco, entre ellos cuatro efectivos de las tropas en una base militar en territorios que ocupan ilegalmente en el este de Siria.
El presidente Joe Biden, invocando poderes de guerra otorgados bajo el Artículo II de la Constitución, ordenó ataques aéreos contra instalaciones en la provincia de Hasakah que, según el Pentágono, fueron utilizadas por grupos afiliados al IRGC, refiriéndose a las milicias chiítas que operan en Siria.
La belicosa y revanchista sugerencia del general Milley, si se pone en práctica, pudiera iniciar una guerra contra Irán, lo que en su momento Donald Trump casi consiguió cuando en enero de 2020 asesinó mediante un ataque con drones al general iraní Qasem Soleimani, quien era el comandante de la Fuerza Quds.
Estados Unidos se desvive por organizar y poner en marcha guerras que incrementen los capitales de sus industrias de la muerte y le faciliten lucrativas conquistas geopolíticas sin importar los daños humanos, materiales y al planeta.