Mitchell Valdés Sosa durante la conferencia de prensa. Autor: Ariel Ley Royero Publicado: 13/09/2021 | 10:55 pm
El término «síndrome de La Habana» no es apropiado. No se puede nombrar lo que no existe. Una variedad tan heterogénea de síntomas no puede atribuirse a una causa común, así expresó en conferencia de prensa el Doctor en Ciencias Mitchell Valdés-Sosa, director general del Centro de Neurociencia, al referirse a la nueva evaluación hecha por un grupo de expertos de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) sobre los incidentes de salud reportados por personal de la embajada de Estados Unidos y sus familiares, en 2016.
Los científicos cubanos refutaron este lunes la narrativa sobre esos alegados incidentes que asume como causa supuestos ataques con algún arma desconocida e insistieron en que las pruebas utilizadas para apoyar la matriz de la existencia de un «síndrome misterioso» no son científicamente aceptables en ninguno de sus componentes.
El Doctor Valdés-Sosa esclareció que es incorrecto hablar de un «síndrome de La Habana», como han querido acuñar, pues hoy se multiplican reportes de sucesos similares en Austria, Alemania, Vietnam y en el propio Estados Unidos.
Sin embargo, señaló que los medios de prensa divulgan explicaciones no basadas en la ciencia, una acción que confunde a la opinión pública y daña a los mismos funcionarios, además de perjudicar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
En su reporte sobre la conferencia, la agencia Prensa Latina destacó que el académico remarcó que numerosas publicaciones científicas, opiniones de expertos y estudios sobre el terreno en La Habana impugnan las pruebas con las cuales tratan de sustentar la hipótesis de un nuevo síndrome.
En particular resaltó que la mayoría de las afirmaciones que aparentemente apoyan esa idea fueron descartadas por el comité de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos.
Consideramos que es muy oportuno dar a conocer este reporte científico, pues después de cinco años no hay una explicación aceptable sobre estos incidentes, enfatizó Valdés-Sosa, y significó que el informe de la Academia de Ciencias de Cuba analiza de forma exhaustiva todos los elementos manejados en torno al asunto.
«La Academia de Ciencias de Cuba rechaza como “verdad establecida” una narrativa construida sin bases científicas reales», afirmó según citó Cubadebate.
Valdés-Sosa comentó que el informe presentado por los Síndrome de… No se puede nombrar lo que no existe científicos cubanos es el primero que examina de forma exhaustiva todas las aristas de los incidentes de salud de los diplomáticos de Estados Unidos en Cuba, y la investigación reúne información publicada en Estados Unidos e ignorada por muchos médicos, científicos y medios de prensa cuando escriben sobre el tema:
«Incluye un análisis detallado, en consulta estrecha con expertos internacionales sobre la afirmación hecha por las Academias de Ciencias de EE.UU. de que “microondas” causaron problemas de salud», señaló.
Asimismo, el Director General del Centro de Neurociencias de Cuba, informó que, para la investigación, el grupo de expertos tuvo acceso a un informe policial del Ministerio del Interior, que se dará a conocer en esta semana.
Mientras, la Agencia Cubana de Noticias (ACN) reportó que, según consta en el texto, la falsa narrativa construida en torno a lo que llamaron «síndrome misterioso» asume que la causa de esos acontecimientos son ataques con algún arma de energía no identificada, y se basa en seis supuestos —no verificados— que los expertos cubanos pudieron desmontar uno por uno.
En este informe examinamos críticamente la plausibilidad de estas afirmaciones y las pruebas en las que se basan y concluimos que la narrativa del «síndrome misterioso» no es científicamente aceptable en ninguno de sus componentes y que solo ha sobrevivido debido a un uso sesgado de la ciencia, afirmaron los estudiosos.
Las evidencias apuntan, de acuerdo con los investigadores, a que posiblemente algunos empleados estadounidenses mientras estaban ubicados en La Habana se sintieron enfermos debido a una colección heterogénea de condiciones médicas, algunas prexistentes antes de ir a Cuba y otras adquiridas debido a causas sencillas o bien conocidas.
Muchas enfermedades prevalentes en la población general pueden explicar la mayoría de los síntomas, por lo tanto, no existe un síndrome novedoso, y solo una minoría de personas presenta una disfunción cerebral detectable, la mayoría debido a experiencias anteriores a su estancia en La Habana y otras debido a condiciones médicas bien conocidas, aseguraron.
Añadieron que ninguna forma de energía conocida puede causar selectivamente daños cerebrales (con una precisión espacial similar a un haz de láser) en las condiciones descritas en aquellos hechos, y aunque hay armas que utilizan sonido o microondas, son de gran tamaño y no hay posibilidad de que pasen inadvertidas, agregó ACN.
Ni la policía cubana, ni el FBI (Buró Federal de Investigaciones), ni la Real Policía Montada de Canadá han descubierto pruebas de ataques a diplomáticos en La Habana, a pesar de las intensas investigaciones, subrayaron en el informe.
Destacaron que las explicaciones sicogénicas y tóxicas para muchos síntomas en algunos casos fueron rechazadas para una investigación adecuada, a pesar de que todas las condiciones para la propagación sicógena del malestar estaban presentes en ese episodio, incluyendo una probable respuesta médica inicial inadecuada, el temprano respaldo del Gobierno estadounidense a esa teoría y la cobertura sensacionalista.
El Doctor Valdés-Sosa, en representación del grupo de expertos, reafirmó la disposición de la ACC para revisar estas conclusiones si surgen nuevas pruebas, e invitó a refutar estas interpretaciones en un clima de colaboración científica abierta. No obstante, insistió en que esa institución rechaza firmemente como «verdad establecida» una narrativa construida sin bases científicas reales.
A su vez, dijo que lamentan la falta de información médica adecuada sobre los pacientes para llevar a cabo este trabajo y las restricciones artificiales impuestas a la colaboración con los investigadores estadounidenses que participaron en las evaluaciones de los implicados.