Fusil Autor: Getty Images Publicado: 22/05/2021 | 07:46 pm
Se compran online, se ensamblan en casa, son prácticamente ilocalizables y las «pistolas fantasmas» se multiplican en los hogares estadounidenses, haciendo que las comunidades no sean más seguras, sino más vulnerables a la violencia desmedida que caracteriza a esa nación norteña.
La nueva modalidad ya aparece en tiroteos masivos, casos de terrorismo doméstico y arrestos por tráfico de armas, decía un reportaje del medio británico The Guardian, y daba ejemplos exclusivos de California: tiroteo masivo en 2013 en Santa Mónica, un robo a un banco en Stockton en 2014, un tiroteo en el condado rural de Tehama que mató a seis personas en 2017, y en 2020, mientras las protestas por la violencia policial llenaban las calles de Oakland, Steven Carrillo utilizó una ametralladora casera para disparar a dos guardias de seguridad en un edificio federal y a un ayudante del sheriff en una emboscada en Santa Cruz.
Cuando la pandemia de COVID-19 estalló, hubo un debate en Estados Unidos que parecería sorprendente, si no estuviera sustentado por una cultura de la violencia: ¿debían o no las armerías considerarse esenciales y permanecer abiertas para la venta de los mortales adminículos?
La realidad sobrepasaba cualquier película de acción, hubo un aumento en las ventas de armas a niveles récord, hicieron cosecha la industria y el comercio minorista, hubo filas para entrar en los locales, y en 2021 no ha cesado esa tendencia de propietarios de armas primerizos que, decía la National Public Radio, «son blancos, negros, asiáticos y latinos y provienen de todas las creencias políticas. Y están siendo impulsados por la incertidumbre, el miedo y la necesidad de sentirse seguros»…
Por supuesto, las protestas nacionales que estallaron a raíz del asesinato por la policía de George Floyd, el rechazo a los métodos violentos y racistas de la policía estadounidense, el crecimiento de las organizaciones extremistas de ultraderecha, el estímulo a la xenofobia emanado desde la Casa Blanca trumpiana, caldearon el ambiente.
Los tiroteos masivos se han multiplicado y también los temores de que el Congreso apruebe una legislación de control de armas, como respuesta a la oleada de disparos registrada en Estados Unidos, que en los tres primeros meses de este año y la mitad de abril, sumaban 147 y cruzaban el extenso territorio pasando por Indianápolis; Pensacola; Washington capital; Baltimore; Chicago; Seattle; Wichita; Memphis; Forth Worth; Koshkonong, en Missouri; Waterbury, en Connecticut; Allendale en Michigan; Bryan, en Texas; Rock Hill, en Carolina del Sur; o en Milwaukee; los spas de Atlanta y en Boulder, por citar solo algunas de las grandes ciudades o pequeñas localidades convertidas en escenarios de los gatillos alegres que van dejando un rastro de luto y dolor, al parecer incontrolable.
Sin embargo, dice un profesor de Criminología de la Universidad de Iowa, Mark Berg, que las tasas de asalto en Estados Unidos son similares a otros países, pero las tasas de homicidios son más altas por la existencia de las armas de fuego, lo que lleva a que cualquier disputa se vuelva mortal. Pero no parece ser exactamente así. Hay lo uno y lo otro. Ningún país del mundo presenta los graves incidentes en las escuelas, por ejemplo, que diríamos hasta son calcados alguna que otra vez en otros lugares del planeta…
El senador Lindsey Graham, republicano por Carolina del Sur —quien reconoció en una entrevista televisiva con la cadena Fox que posee un fusil de asalto AR-15 en caso de que haya un «desastre natural» y que necesita protegerse a sí mismo y a su casa contra «pandillas»—, para sostener su posición a favor de la tenencia de armas dijo en ese programa que las causas son problemas de salud mental y no la tenencia de armas. (Un AR-15 fue el utilizado en el tiroteo de la escuela primaria Sandy Hook para matar a 20 niños de primer grado y seis educadores).
Cualquier control de armas afecta directamente a la industria fabricante, de ahí que las propuestas en ese sentido son derrotadas en el Congreso estadounidense, donde no pocos de los políticos reciben sustanciosas donaciones de ese segmento para sus campañas electorales.
El presidente Joe Biden, quien favorece los controles, ha dicho: «La idea de que tenemos tanta gente muriendo un solo día a causa de la violencia armada en Estados Unidos es una mancha en nuestro carácter como nación», y ha propuesto el empleo de 5 000 millones de dólares para crear y ampliar estrategias comunitarias de prevención de la violencia.
Ese monto se asignaría durante ocho años destinados a las localidades desatendidas a recuperarse de las pérdidas relacionadas con la pandemia de COVID, programas como empleos de verano y oportunidades de capacitación para aquellos que corren más riesgo de ser afectados por la violencia armada como víctima o posible tirador; aunque es un plan que senadores como Graham están dispuestos a que caiga en saco roto, algo que, por supuesto, va contra el sentido común, pero no contra los negocios.
En los tres primeros meses de 2021 se vendieron casi 5,5 millones de armas de fuego en Estados Unidos, según datos de la National Sport Shooting Foundation, el 13 por ciento más respecto al trimestre anterior, y la mayor cantidad de armas vendidas en cualquier período de tres meses desde 1999.
Récord nefasto para un país permisivo por mandato y amparo de la Segunda Enmienda de su Constitución, donde están en circulación 121 armas de fuego por cada cien habitantes.
¿Y en qué quedan las armas fantasmas, de las que se conocieron por primera vez en 2014? Por más que suenen las alarmas sobre ese mercado de rifles, pistolas semiautomáticas caseras y de estilo militar, siguen apareciendo cada vez más en las escenas del crimen. Por supuesto, sin dejar rastro alguno…
Es este otro problema de Estados Unidos que parece insoluble y sin que haya vacuna que detenga esa pandemia.
Personas dejan flores en recuerdo de las víctimas del tiroteo del pasado lunes en esta ciudad del estado de Colorado. Foto: EFE