Antes de juramentar hoy, Arce y Choquehuanca pidieron la luz de la Pachamama, en la tradicional ceremonia indígena de Tiwanacu donde Evo recibió tres veces el bastón de mando. Autor: telam.com Publicado: 07/11/2020 | 09:07 pm
EL frustrado atentado dinamitero ejecutado hace tres días contra Luis Arce, exhibe el resentimiento de la ultraderecha local y las ínfulas que esta ganó durante el período represivo contra el Movimiento al Socialismo (MAS) que abrió el golpe de Estado, hace poco más de un año. Pero ese lapso hoy se cierra.
No será sin esfuerzo, aunque el triunfo electoral de Arce y del Movimiento al Socialismo, en octubre, con una mayoría aplastante de más del 55 por ciento de los votos, no debiera permitir hablar de un país, exactamente, polarizado. La derecha se dibujó disgregada en los 28 puntos porcentuales que obtuvo Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana; el 14 por ciento del nuevo cabecilla de la separatista Santa Cruz, Fernando Camacho, y las décimas ganadas por otros tres aspirantes que quedan en el olvido: una oposición con menos fuerza en tanto más dividida.
Sin embargo, también es cierto que durante la usurpación de 12 meses encabezada por Jeanine Áñez tomaron aire esas hordas fascistoides y represivas identificadas como «cívicos», quienes campearon por su respeto contra el MAS y su base social aupados por el cuestionado «mandato de transición», mientras los partidos políticos de la derecha buscaban ampliar su alcance.
El hecho de que algunos de ellos sigan hablando hoy de un fraude descartado por la autoridad electoral y por todos los veedores internacionales y que otras fuerzas amenacen, incluso, con tomar las calles, confirma que el nuevo ejecutivo deberá seguir «hilando fino» en busca de esa reconciliación de que han hablado sus dirigentes. Bolivia no estará polarizada pero, ciertamente, se han hecho más profundas allí las fracturas en el tejido social y político.
Ahí está el primer flanco sobre el cual deberá laborar el Gobierno que hoy asume: un ejecutivo con mucha mayor experiencia y más habilidad que el inaugurado con Evo Morales en el año 2006, como lo demuestra el heroico retorno del MAS al Palacio de Quemado pese a la feroz persecución y el descrédito sufrido por esa agrupación y sus líderes durante la usurpación. Ello confirmó también que la refundación y los mandatos liberadores de Evo Morales calaron en las masas —pese a los errores de que sus propios cuadros hablan hoy y quieren subsanar—, y que su apuesta a las urnas fue una estrategia acertada en función de la cual supieron trabajar.
Hay apoyo popular al MAS y este tiene capacidad de organizar, acompañado por los movimientos sociales que tomaron las calles para forzar la realización de los comicios y con algunos de los cuales, pese a todo, también habrá que seguir perfilando las alianzas.
Muchos estiman que la escogencia de Arce como candidato presidencial fue trascendente para atraer el voto de otros actores como el empresariado y una clase media que ascendió a ese estatus durante los mandatos del Movimiento al Socialismo. En lo adelante, será preciso seguir contando con ellos.
A pesar de que el despegue real hacia el crecimiento de Bolivia llegó con la nacionalización de los hidrocarburos y la renegociación de los contratos con las transnacionales dictadas el 1ro. de mayo de 2006 por Evo, el estable PIB registrado por el país en los 15 años subsiguientes se atribuye a Arce, un hombre proveniente del entorno académico y tecnocrático que ejerció como ministro de Economía y Finanzas durante buena parte de ese lapso.
Ello —y obvias razones de seguridad— explican también la actitud consecuente y respetuosa de Evo, y la decisión, seguramente colegiada, de que su retorno al país desde el obligado destierro en Argentina, ocurra poco después de la juramentación de Luis Arce y su vicepresidente David Choquehuanca este domingo.
Tanto el exmandatario como Arce han confirmado que Evo —libre ya de las causas falseadas que pretendían someterlo a un injusto proceso judicial y ya fueron anuladas— no ocupará cargos en el nuevo Gobierno. Su labor en lo adelante, ha dicho el propio Morales —quien sigue siendo presidente del MAS y dirigente de las seis federaciones cocaleras del Trópico de Cochabamba— será «cuidar a Lucho, defender el proceso, apoyar desde las bases» (…). Me encantaría compartir mi experiencia de tanta lucha sindical pero también de gestión presidencial para el Estado plurinacional», aseguró en reciente entrevista concedida a Sputnik.
Arce, quien hace dos días pidió a los «achachilas» y la Pachamama, en ceremonia ancestral en Tiwanacu, «paz y tranquilidad para los bolivianos, para gobernar en paz y con mucha prosperidad para todo el pueblo», trae su propio programa aunque dentro del modelo instaurado en 2006.
El nuevo Presidente ha declarado que el hecho de que Evo no esté en su administración no significa que desconozca las políticas que «funcionaron», y está persuadido de que el modelo económico que él ayudó a implementar desde el ejecutivo de Morales funcionó, y funcionará otra vez.
Por eso era de esperar que las riquezas naturales, como ha prometido, se mantengan bajo el control del Estado y que apueste por la inversión social, que «Lucho» considera base del crecimiento.
Pero su programa busca estar acorde con el momento, marcado por el desgobierno de Áñez y una economía depauperada por su abecedario neoliberal y el mal manejo de la COVID-19 que provocó una caída del seis por ciento del PIB y, según algunas fuentes, un millón de nuevos pobres y dos millones de ciudadanos en extrema pobreza en un país que, con el MAS, había reducido la incidencia de ese flagelo del 38 al 15 por ciento de la población.
Frente a ello, Arce propone aplicar medidas de austeridad que permitan remontar el hueco. «No hay otra opción si no tenemos suficientes ingresos para cubrir nuestros gastos actuales», argumentó. No obstante, ha asegurado que no habrá medidas de choque.
La bitácora del viaje que ahora emprende trae anotada la retoma del plan de industrialización —fundamentalmente del hierro y el litio— previsto antes, pero ahora con sustitución de importaciones, así como del gas; un programa de seguridad con soberanía alimentaria, promoción del turismo interno y exportación de energía eléctrica.
En el plano político, Luis Arce ha anunciado la irrupción de «caras nuevas», lo que se entiende como promoción de los cuadros jóvenes. Dar paso a profesionales, jóvenes con «compromiso» y sectores sociales que no fueron tomados en cuenta, según ha dicho.
Desde el parlamento
La reciente asunción del joven dirigente cocalero Andrónico Rodríguez, militante del MAS, como titular del Senado, podría entenderse como muestra de esa promoción de nuevos valores en un escenario que será trascendental en la etapa que se abre.
En la Asamblea Legislativa Plurinacional podrían librarse importantes confrontaciones toda vez que el MAS no obtuvo mayoría absoluta en alguna de sus dos cámaras y a pesar de que, antes del cambio de legisladores, el Senado —todavía entonces con los dos tercios de asientos del MAS que tan importante labor desempeñaron durante la usurpación— aprobó eliminar la exigencia de dos tercios de votos que eran necesarios para algunas decisiones. Ello debe inhibir entuertos y facilitar la gestión gubernamental.
Y como la reconciliación no transita sobre la impunidad, la Asamblea saliente también sugirió un juicio de responsabilidades contra Jeanine Áñez y 11 de sus ministros, en atención a los hechos luctuosos de Senkata, Sacaba y Yapacaní, donde la represión dictada por ese ejecutivo dejó decenas de víctimas. Los nuevos parlamentarios dirán la palabra final.
Así, como sobre raíles recién pulidos, se inaugura el nuevo recorrido del MAS. Pero, en el camino, no faltarán pitazos de alarma.