EL Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos ha publicado un libro que, además de servirle de propaganda activa para demostrar su eficiencia en las guerras y otras operaciones agresivas, lo muestra como lo que es, un poderoso brazo del imperio para la intervención, la injerencia, los complots para derrocar gobiernos y la imposición de mandatarios en otros países.
El volumen, Support to Re-sistance: Strategic Purpose and Effectiveness (Apoyo a la resistencia: propósito estratégico y eficacia), un estudio oficial sobre 47 casos distintos en que los grupos élites de las fuerzas armadas estadounidenses intentaron o intervinieron en varios países en el lapso comprendido entre 1941 y 2003, «no incluye algunos de los golpes de Estado más famosos respaldados por Estados Unidos», dijo un brevísimo comentario de Jason Ditz en el portal Antiwar.com.
Lo singular o más desvergonzado es que la escuela de oficiales de las fuerzas especiales, al publicar el texto, busca proporcionar a sus integrantes «la mejor manera de abordar dichos esfuerzos en el presente y el futuro», revelaba un reporte de Newsweek. En concreto, no están haciendo historia, sino aportando experiencia para otras intervenciones de «cambio de régimen».
«Este trabajo servirá como punto de referencia para los movimientos de resistencia en beneficio de la comunidad de operaciones especiales y su liderazgo civil», dice el informe que, además, expone tres grandes categorías de apoyo a la «resistencia»: «interrupción, coerción y cambio de régimen», al tiempo que reconoce que en el 70 por ciento de las operaciones estas se llevaron a cabo «con fines perturbadores».
«De los 47 casos analizados, 23 fueron considerados “exitosos”, 20 fueron designados “fracasos”, dos fueron clasificados como “parcialmente exitosos” y dos más, ambos durante la Segunda Guerra Mundial, fueron llamados “no concluyentes”, ya que el conflicto más amplio llevó a un victoria aliada de todos modos. La coerción fue el método más exitoso a una tasa de éxito de tres cuartos o un éxito parcial, mientras que la interrupción funcionó solo en la mitad del tiempo y el cambio de régimen solo produjo el resultado deseado en el 29 por ciento de los casos revisados», analizaba Newsweek.
Entre los 20 fracasos está, por supuesto, la derrotada invasión mercenaria de la CIA a Cuba en abril de 1961, aunque el autor del manual de estudio culpó de ello a la cobertura anterior de los medios estadounidenses que, dicen, abrieron brechas de seguridad a la operación.
Obviamente, el autor de este estudio tiene que exponer una justificación para la criminal intromisión en otros países y los términos son archiconocidos: «el Estado objetivo fue gobernado por una fuerza de ocupación hostil o por un régimen autoritario represivo».
Y aunque el libraco se detuvo en el año 2003, dejando prácticamente fuera las perlas de la intromisión de este siglo que transcurre y que solo en América Latina pudiéramos agregar tres considerados «golpes blandos»: Honduras, Paraguay y Brasil —siguiendo los métodos sugeridos por el politólogo Gene Sharp, el hombre de las estrategias de «acción no violenta»—, las intenciones malignas no cejan y nadie ha dicho que excluyan la tradición violenta. Hoy por hoy, Venezuela está abocada a la amenaza de una intervención militar y sometida a todo tipo de violencia.
La publicación de este estudio lleva un propósito, poner en la mira pública y de su poderío unos «enemigos» renovados, bajo la resurrección de la Doctrina Monroe: «Rusia y China han demostrado audazmente tendencias expansionistas», dice como justificación para que se exprese una y otra vez la «excepcionalidad» de Estados Unidos, su mesiánica tarea y obligación de ponernos a todos en el mismo carril, atropellando pueblos, soberanía, independencia, dignidad, valores, historia, cultura, etcétera, etcétera, etcétera.
A inclinar la cerviz porque el único dios verdadero habita en la Casa Blanca….