Mientras los trabajadores federales despedidos piden trabajar, la basura se acumula en Washington. Autor: USA TODAY Publicado: 12/01/2019 | 10:05 pm
Como decimos en buen cubano, el dominó se cerró y habrá que contar las fichas para ver quién gana: si el presidente Donald Trumpo los congresistas que le niegan el financiamiento que el mandatario quiere para construir el muro en la frontera con México.
Eso sí, desde el 22 de diciembre hay miles de perdedores seguros, los 800 000 empleados de diversas agencias gubernamentales que se han quedado sin trabajo o están obligados a seguir sus servicios sin recibir paga, por ahora, porque la falta de fondos ha cerrado parcialmente al Gobierno de Estados Unidos. También se afectan millones de ciudadanos que dejan de recibir servicios públicos, no pocos de ellos, esenciales.
El miércoles, Trump tuvo otra reunión en la Casa Blanca —la tercera para este tema— con los líderes del Congreso, con la demócrata de la Cámara de Representantes, controlada en esta legislatura por ese partido, la californiana Nancy Pelosi, y el jefe de la fuerza minoritaria en el Senado, Charles Schumer, y con los republicanos. Pero el cónclave terminó con muy mala cara para el mandatario, quien dio un golpe sobre la mesa, se levantó, los dejó plantados, y dijo que había sido «una total pérdida de tiempo».
Con sabor amargo, la partida terminó cero a cero. Nadie cejó, y tuvieron expresión en sus cuentas en Twitter. «Les pregunté qué va a suceder de aquí a 30 días si no se abren las cosas, ¿van ustedes a aprobar la seguridad de la frontera que incluye un muro o una barrera de metal?, y Nancy dijo NO; y yo dije Bye bye, mas nada funciona». Así dejó plasmado Trump.
El vicepresidente Mike Pence, escoltado por los líderes republicanos de ambas Cámaras explicó a los periodistas que «el Presidente dejó claro que se mantendrá firme para lograr sus prioridades», y esto fue interpretado de esta manera por la Pelosi, al regresar al Capitolio: llamó a Trump «presidente petulante» que ha hecho imposible un acuerdo con sus demandas sin compromiso.
Trump ha demandado 5 700 millones de dólares para ampliar el muro, y los demócratas solo consideran necesario reforzar algunas medidas de seguridad y no esa obra, por lo que le ofrecieron 1 300 millones de dólares de presupuesto. El martes por la noche, en una alocución desde el Despacho Oval, el mandatario había dicho que se resolvía la situación con una reunión de 45 minutos, pero fue desmentido categóricamente.
En esa alocución indicó que podía declarar una emergencia nacional para comenzar la construcción de la valla que aislaría a Estados Unidos del sur, pero los demócratas han cuestionado que pueda tener poder legal para hacer esa movida.
El muro y su significado
Es importante señalar que cuando Trump habla sobre el «muro», apuntaba un interesante trabajo en The Intercept, eso significa mucho más que esa valla de concreto o de acero o de lo que quiera hacerla. «Se refiere a la militarización en curso de las zonas fronterizas. Se refiere al aumento de los despliegues de la patrulla fronteriza, la agencia de cumplimiento de la ley más grande, más opaca, más costosa y probablemente menos responsable del país. Se refiere al crecimiento de material militar, como drones, helicópteros, sensores terrestres, botes y vehículos todoterreno que causan estragos ambientales y emocionales a lo largo de la frontera de EE. UU. y México».
Muro —agregaba The Intercept— también significa que el Gobierno federal afecte a tierras privadas y ranchos en Texas, y en esa definición clara iba mucho más allá la levantisca publicación digital que puso en jaque al establishment estadounidense con la publicación de los documentos revelados por Edward Snowden sobre el programa estadounidense de asesinatos selectivos y los ataques con el uso de drones, y mantiene el gardeo con una amplia temática que incluye abusos, corrupción financiera o política y violación de las libertades civiles en Estados Unidos.
Así, decía que el «muro», en el concepto nacionalista y xenófobo de Trump, significa la caza de personas indocumentadas en todo el territorio de EE. UU., acechándolos en los juzgados, fuera de las escuelas, sacándolos de sus hogares y expulsándolos del país, o estableciendo puntos de control interiores donde los agentes de la patrulla fronteriza hostigan a las personas, en su mayoría ciudadanos. El «muro» significa pagar más dinero en el complejo de detención masiva de inmigrantes, donde alrededor de 45 000 personas están encerradas en un momento dado y miles de millones de dólares de los contribuyentes son bombeados a centros privados de detención con fines de lucro.
Los perdedores se rebelan
En el más reciente intercambio de golpes entre Trump y los demócratas, la representante por California declaró a los reporteros que el Presidente no entendía las inseguridades financieras de muchos empleados federales con el cierre parcial, y era insensible a lo trágico que es para sus vidas no recibir su paga. El problema más evidente es que el mandatario ha dicho que estaría dispuesto a prolongar el impasse en el 25 por ciento de los departamentos, agencias y servicios federales por meses y hasta por años…
Lo irónico es que quienes están maniatados legalmente son los empleados del Gobierno, quienes ni siquiera pueden protestar, pues desde 1947 existe la Ley Taft-Hartley, que legalmente les prohíbe ir a huelga para impedir que los trabajadores del sector público aprovechen un paro laboral que podría paralizar al Gobierno de EE. UU. o a las principales industrias, en las negociaciones por mejores salarios, condiciones de trabajo y beneficios.
Sin embargo, dos sindicatos de empleados federales han demandado a Trump por este shutdown; la Unión Nacional de Empleados del Tesoro, que representa a 150 000 afiliados de 33 agencias federales, porque están obligados a trabajar sin pago; y la Federación Americana de Empleados del Gobierno, quienes afirman que ellos no deberían ser quienes paguen el precio personal por toda la disfunción de la Administración.
En el caso de los trabajadores de la Administración de la Seguridad de la Transportación (TSA), la respuesta de los afectados ha sido otra. Desde hace días se ha declarado una rara «epidemia», pues se reportan enfermos y no acuden a sus trabajos, lo que el presidente del sindicato advirtió que «puede crear un riesgo masivo de seguridad para los viajeros estadounidenses».
Por ejemplo, el viernes 11 de enero, cuando el cierre gubernamental ya llevaba más de 20 días, el aeropuerto internacional de Miami revelaba que los trabajadores de TSA, considerados «esenciales» y por tanto obligados a laborar aun sin paga, estaban faltando a una tasa más del doble de lo normal, y anunciaban el cierre de una de sus terminales para poder disponer de la cantidad necesaria de empleados en las de mayor circulación.
Los despidos de empleados federales abarcan prácticamente todo el país, de ahí que —sin importarles la Taft-Hartley—, los afectados, que se sienten abandonados y traicionados por el Gobierno y el Presidente, están saliendo a la calle para protestar, lo mismo en Filadelfia, Chicago, Dallas... y no pocos cantan este lema: «Paguen a los trabajadores, despidan a Trump», como están haciendo frente a la Casa Blanca, y ante la sede general de la central sindical estadounidense AFL-CIO, en Washington D.C., enarbolaban esta demanda, «Congreso: hagan ustedes su trabajo para nosotros poder hacer el nuestro».
El quid está en quiénes son la mayoría de estos empleados federales afectados, que incluyen a cientos de miles de trabajadores «no esenciales» y los «esenciales» (que ya se perdieron este viernes su primera paga), desde Florida hasta Alaska, sin olvidar a la ultramarina Hawaii, hasta ahora en las nóminas de departamentos como Seguridad Nacional, Justicia, Vivienda, Agricultura, Comercio, Interior y Tesoro.
Y entre ellos los de más baja paga: porteros, empleados de limpieza, carteros, guardias de seguridad, recogedores de la basura, trabajadores de comedores y cafeterías y otros. Al mismo tiempo, se van cerrando oficinas o centros como tiendas de alimentos subsidiados para familias de militares, ciertos programas de ayuda a veteranos, museos federales, parques nacionales, y ya el Departamento de Agricultura anunció que los fondos para cupones de alimentos y almuerzos escolares subvencionados para niños pobres se agotarían en un mes o dos, porque tiene que contar con los fondos asignados por el Congreso, los cuales no pueden ejecutarse porque Trump no firmó la partida para el funcionamiento del Gobierno.
Trump ya puede decir que le ganó a otro Clinton. Superó aquel largo cierre gubernamental de 21 días que se produjo entre diciembre de 1995 y enero de 1996, cuando Bill Clinton ocupaba la Casa Blanca. Un récord negativo que parecía que ningún político era capaz de envidiar.
Uno de los servidores públicos que protestó ante la Casa Blanca, De´Neal Gilliam, de Richmond, le dio color a la manifestación con un cartel adornado con fotos de Rihanna y esta leyenda: «¡No queremos un muro. Nosotros queremos trabajar, trabajar, trabajar, trabajar!»
El senador independiente por Vermont, Bernie Sanders, dijo lo que muchos están sintiendo. «Es increíble que tengamos un Presidente de Estados unidos que está preparado para negarles, el cheque de pago a 800 000 trabajadores federales. Es increíble que tengamos un Presidente que está preparado para negar los servicios básicos gubernamentales a millones de estadounidenses que necesitan esos servicios», y agregó: «Hoy le decimos a este presidente: “Crezca. Haga su trabajo. Termine con este shutdown”».
Infografía por Blanca Amelia Ramírez y Ana Margarita Martín
Foto: Tomada de La Jornada