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¿Cómo fue el regreso de nuestros colaboradores?

Unos ofrecían seguridad de que todo saldría bien, comunicaban y organizaban la salida; otros revisaban las listas y aseguraban el equipaje… y hubo quienes retornaron después para coordinar con entidades operadoras de carga para que todas las pertenencias no acompañantes de sus compañeros lleguen en tiempo y forma a Cuba

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Sao Paolo, Brasil.— Dicen que el tiempo pasa volando; sin embargo, aquí los días fueron largos, a veces tristes, a veces felices, de mucho trabajo, de poco sueño, de añoranzas, de aprender a crecer porque se nos necesita.

Hace unas semanas Raúl recibió al último grupo de profesionales cubanos que retornaron de Brasil, ante las amenazas y provocaciones del presidente electo Jair Bolsonaro, quien echó por tierra en pocos días lo que había demorado cinco años en construirse.

Fue un regreso ordenado, rápido y seguro, como se había prometido desde un comienzo. Algún día se sabrán los esfuerzos y los recursos que costó a esta pequeña Isla traer a quienes honrosamente cumplieron su deber internacionalista.

Pero mientras los cálculos llegan no hay nada mejor que escuchar algunas historias de cómo fue esa salida del gigante sudamericano en menos de 20 días y 32 vuelos, después de haber llevado la atención primaria de salud a las comunidades pobres del país.

«El día que se dio a conocer la declaración de nuestro Ministerio de Salud Pública (Minsap) estaba llegando de una oficina a donde había ido a llevar las cartas de invitación para que mi papá viniera de vacaciones y me acompañara en esta misión.

«A partir de ahí nos mantuvieron al tanto a nivel de correo y de WhatsApp, la red social por la cual nos comunicábamos», cuenta la doctora holguinera Valia Olivera Betancourt, quien llegó a Brasil en julio de 2017 y fue ubicada en la comunidad de Itaguazú, en Sao Paulo.

Añade que por esa vía los coordinadores le iban avisando de las decisiones. «Eso sí, nunca abandonamos las consultas. Seguíamos atendiendo a la población, la cual se sentía triste y muy preocupada de la suerte que correría su destino. Días después de recibir el correo con el día en que teníamos que entrar al hotel donde nos concentrarían antes de viajar a Cuba, fue que dejamos de trabajar.

«Nos trajo la Prefectura de donde estábamos, porque el Ministro de Salud Pública brasileño manifestó que ya ellos no tenían nada que ver con nosotros. Por suerte la Prefectura siempre expresó que habíamos sido excelentes médicos y que nos apoyarían hasta el último momento. Así fue. Facilitaron el transporte y cuanto nos hizo falta», señaló.

Por su parte, Randy Márquez Hernández, de Ciego de Ávila, señaló que aunque todos tuvieron que dedicarse con mucha rapidez a recoger y organizar sus pertenencias lo hicieron con mucha confianza. «Los compañeros de la Brigada Médica y nuestros dirigentes fueron muy atentos, de todo nos informaban. Y estuvimos en nuestras casas hasta que de forma escalonada y organizada nos fueron ubicando por los polos de salida».

Este joven, quien cumplió misión internacionalista ya en Venezuela y que había sido ubicado en el municipio de Mataus, aquí en Sao Paulo, explicó también que el envío de los paquetes no acompañantes se hizo de forma organizada. «Fue completa y por lo vivido tenemos tranquilidad de que llegarán todas las pertenencias. Nuestros coordinadores nos dijeron que cerráramos y pusiéramos bien los datos personales en cada paquete, que ellos se encargarían de hacerlos llegar a cada colaborador en Cuba».

Danisela aseguró los paquetes

Ha sido la primera vez en 55 años de colaboración médica que se produce una evacuación de tal magnitud. De los lugares menos pensados de esta geografía se fueron trasladando poco a poco nuestros colaboradores hasta los puntos de recogida: Brasilia, Manaos, Sao Paulo y Salvador de Bahía. Y hasta, incluso, algunos debieron quedar en esas ciudades para garantizar un buen cierre de las páginas de sensibilidad y amor que aquí escribió la Brigada Médica cubana.

Danisela Henríquez Navarro fue de esas doctoras que viajó a Cuba, luego de la fecha prevista. Ella, además de tener su consulta y vivir en Piracicaba, se desempeñó como coordinadora de la misión. Por eso después de las cinco de la tarde, usted podía verla rodeada de papeles, teléfonos, correos… ajustando las cosas para que «todo saliera de forma brillante».

Cuando sus colegas se marcharon a la Mayor de las Antillas y hubo cierto revuelo por su ausencia, ella se encargó de «garantizar las evaluaciones de los médicos, el cierre de sus expedientes, y sobre todo de viabilizar los trámites para que la carga no acompañante dejada estuviera bien protegida y llegara  en tiempo a Cuba.

«La noticia de que nos íbamos estremeció a Brasil y hasta a nosotros. Como coordinadora enseguida los demás médicos comenzaron a llamarme y preguntarme qué iban a hacer. Yo solo les pedía calma, confianza, serenidad… y que se mantuvieran en sus consultas atendiendo a cada paciente como siempre. Después nos fueron llegando las orientaciones de cómo sería todo y me fui comunicando con ellos», explica la joven.

Danisela —quien tuvo bajo su guía a 25 colaboradores, los cuales laboraban en municipios distantes— cuenta que la Prefectura enseguida la llamó para pedirle la relación de los médicos que viajarían, para asegurarles el transporte y el traslado de sus pertenencias.

«Poco a poco fueron cerrando las casas donde vivían y empaquetando todo. Días antes se trasladaban a los hoteles y de ahí para el aeropuerto. En cada vuelo estuve para ayudarlos en lo que hiciera falta y verificar todo.

«El regreso, por la forma en que fue necesario hacerlo, redujo a días la planificación, que puede durar normalmente hasta un mes. El de ahora fue un proceso complicado, pero lo hicimos con gusto. Fueron semanas intensas de trabajo contando cada equipaje, poniéndolo en lugares seguros y precisando los datos. Nuestros compañeros deben tener confianza en que sus pertenencias van a llegar a Cuba», manifestó orgullosa.

Tremenda responsabilidad

Viví, en no pocas ocasiones, la salida de los médicos en el aeropuerto internacional Gobernador André Franco Montoro, más conocido como Guarulhos, y daba gusto ver con qué confianza viajaban. Y también cómo autoridades de nuestro Ministerio de Transporte, unidas con las de Salud Pública y otras instituciones trabajaban para garantizar el traslado seguro, y con la mayor agilidad posible, de todas las pertenencias o equipos de los cooperantes, incluyendo su menaje de casa.

Unos revisaban listas, otros chequeaban cada equipaje. Y las autoridades de Transcargo y Palco que viajaron a Brasil para coordinar con entidades operadoras de carga, con las cuales tienen contratos, les explicaban como sería el envío —por vía aérea o marítima— de esas cargas, las cuales una vez en La Habana serían extraídas en el menor tiempo y estarían libres de pago de aranceles, como mismo se hizo con el equipaje que acompañó al cooperante.

Si ellos fueron imprescindibles también lo fueron las tripulaciones que, a tiempo y con seguridad, trajeron a nuestros médicos, esos a quienes Raúl —al recibir el último vuelo— felicitó en nombre del Partido y del Gobierno y destacó la puntualidad, el esfuerzo y la tremenda responsabilidad con que asumieron la tarea encomendada.

Recuerdo, por ejemplo, a Carlos García López, uno de los capitanes del avión IL-96-300 de Cubana de Aviación, quien el 24 de noviembre, cuando viajé con él hasta Sao Paulo, me transmitió la confianza en el vuelo. «Es una ruta establecida. La hemos hecho durante años y tenemos experiencia», afirmó este hombre con más de 13 años pilotando la aeronave. Y dijo más: «Es un buen avión, de largo alcance y muy seguro, aunque no tiene la última tecnología que incorporan los Boeing y los Airbus».

Se mueve como todos los aviones, dijo en tono de broma, y añadió que la empresa antillana «opera bajo niveles de seguridad internacionales reconocidos, además de contar con la vasta experiencia de su tripulación, tanto técnica como de cabina de pasajeros. Cada vez que un avión de Cubana de Aviación despega de una pista, cuenta con todos los requisitos necesarios para volar, y nosotros trabajamos con mucha profesionalidad», me afirmó.

Brasil precisa de manos extendidas, de manos que ayuden a una asistencia médica permanente, no a poner curitas en extremo vulnerables. Como los cerca de 20 000 colaboradores cubanos, que en estos cinco años de trabajo atendieron a 113 359 000 pacientes, solo pienso en quienes no tienen dinero para pagar un plan de salud o quedaron con cáncer, con complicaciones de diabetes, de hipertensión… Pienso en las unidades básicas de salud que ya están cerradas, en las largas filas en los hospitales o en las plazas vacantes que no se llenarán… Mientras tanto, Cuba seguirá apostando a una solidaridad verdadera, perdurable.

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